A Pablo le acudieron un montón de imágenes a su cabeza. Ninguna buena y todas de la misma noche, la del asalto a La Colonia. Las cabañas desbaratadas, algunas ardiendo, los gritos, los llantos…Miraba el intercomunicador sin terminar de decidirse a contestar. Todos esperaban en silencio. Al fin contestó.—Retenedlo ahí, no abráis la puerta hasta que yo dé la orden.Luego se dirigió a los presentes que le miraban expectantes.—Nuria, Raquel, Yarina, voy a daros la llave de las cadenas de la puerta trasera. Tenéis que salir de aquí.Nuria, consternada, negaba con la cabeza. Para ella era como si toda la historia se repitiera. Volver a ir por la puerta de atrás de La Colonia, sin saber si volvería a ver a los suyos nunca más.—Tenéis que hacerlo, Nuria, sois mortales.—También tú —dijo enton
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