Despertó con aquella sensación de humedad que le empapaba el cuerpo y le cubría de sudor y miedo. Miró a los pies y vio al chico pelirrojo, transpirando aquel vapor enfermizo, parecido al humo, pero con una chispa de pánico en su expresión, en vez de aquel gesto un poco ido. No miraba a Tristán, miraba hacia la puerta de la habitación.Antes de percatarse del ruido del pomo, Tristán vio a cuatro…cinco, no, allí al fondo veía a uno o dos fantasmas más, esparcidos por su habitación.Todos dirigían sus ojos hacia la puerta, todos tenían aquella expresión de pánico.“Mátalo” le dijo el pelirrojo sin mirarle. Sin embargo, no usó el tono autoritario con el que solían hablarle siempre, sino uno suave, asustado, casi como un susurro que dejase escapar entre sus labios resecos y llagados.Trist&
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