Capítulo 2

—No.

La voz de Román llegó hasta Malena como algo molesto sin saber porqué. A ella también le horrorizaba aquella palabra, pero la negación rotunda de su marido la impulsaba a buscar un resquicio de esperanza en ella para rebatir aquel “no” que apartaba toda posibilidad de recuperación.

El doctor Urrutia esperaba aquella reacción. Malena veía que no se había reflejado ni un ápice de sorpresa en su rostro y tampoco asomaba en su voz cuando habló.

—Bien, sé que el electroshock no tiene buena fama. Está claro que la televisión y el cine no han ayudado demasiado. Estoy seguro de que han visto Alguien voló sobre el nido del cuco y seguramente tienen la imagen de Jack Nicholson en su cabeza en estos mismos momentos.

Hizo una pausa. Ninguno de ellos contestó.

—No es así —afirmó el doctor.

Malena recordaba perfectamente la película de Alguien voló sobre el nido del cuco. También había leído la novela. Era cierto lo que el doctor había afirmado, a su cabeza había acudido la imagen de Jack Nicholson recibiendo las corrientes eléctricas y un escalofrío había recorrido todo su cuerpo, como si fuera a ella misma a la que estaban aplicando el tratamiento que la provocaría convulsiones y tremendos dolores. También asimilaba las corrientes a determinadas técnicas de tortura.

Como si el doctor pudiera leerle el pensamiento siguió hablando mientras le dirigía una mirada abierta y sincera.

—Lo primero que quiero que sepan es que su aplicación no es dolorosa. El paciente está anestesiado y no se entera de nada.

Entonces fue Román quien cogió el relevo.

—No es el dolor lo que más me preocupa, doctor.

—¿Qué es, entonces?

—Los efectos.

El doctor respiró de forma ruidosa y se recostó en su silla. Torció un poco la boca y colocó las manos unidas sobre su vientre, ligeramente hinchado. Se notaba que estaba buscando la forma de dirigirse a ellos sin meterles más miedo del que veía reflejado en sus caras, pero tratando de ser sincero.

—Es cierto que tiene efectos secundarios, en algunos casos incluso pueden permanecer durante meses, pero los efectos positivos pueden ser con creces mucho mayores.

Malena alargó un poco el cuello, como si tratara de acercar su mente a la del doctor.

—¿De qué efectos estamos hablando?

—Los más comunes son las náuseas, dolores de cabeza, vértigo y…el inevitable y a su vez el más duradero es la pérdida de memoria.

Malena puso una mano frente a su boca de forma inconsciente y Román negó con la cabeza al tiempo que volvía a hablar.

—Creo que no es una buena idea.

El doctor se estaba dando por vencido.

—Lógicamente la última decisión deben tomarla ustedes, sólo quiero que sepan que es un método muy efectivo en las esquizofrenias, como  lo es en algunos tipos de depresiones con ideas suicidas.

Malena pasó la lengua sobre su labio inferior y lo mordisqueó nerviosa. La palabra “efectividad” era como una droga para ella. Encontrar algo que supusiera una mejoría en Tristán era su único objetivo en la vida.

—¿Cómo, cómo sería el tratamiento?

—Malena…

La voz de Román la irritaba. Ella alargó un brazo rogándole que esperara.

—Doctor, por favor…

El doctor esperó un segundo para ver la reacción de Román. Cuando comprendió que estaba dispuesto a ceder ante la petición de información de su mujer volvió a hablar.

—Como les he dicho, el paciente se somete a anestesia general y además está controlado constantemente mediante encefalogramas mientras se le suministran las corrientes. Se le colocan los electrodos en el cuero cabelludo y se aplica una corriente eléctrica que provoca una breve convulsión.

—¿Convulsión?

—Sí —el doctor bajó un poco el rostro mientras elevaba los ojos—, es como una convulsión espontanea de tipo epiléptica y…ese “ataque” es seguido de un coma del que el paciente despierta en un estado de confusión que dura entre cinco, treinta o más minutos.

El silencio quedó de nuevo instalado en el despacho, sólo roto por el ruido de los motores y los claxon de los autos.

Malena volvió a preguntar.

—¿Cuántas veces? ¿Cuántas sesiones?

—Unas tres veces por semana durante dos o cuatro semanas, es decir, unas ocho o doce sesiones, dependiendo de los resultados. La mejoría suele ser rápida, también se lo digo.

Malena estaba a punto de ceder, abrió la boca dispuesta a dar su opinión, pero Román hizo una última pregunta.

—Es rápido pero ¿y duradero? ¿la mejoría se mantiene en el tiempo?

El doctor estiró los labios seguro de que acababa de perder la partida.

—No puedo mentirles, si quieren saber mi opinión creo que es una buena idea y yo les recomendaría que dieran su permiso, pero es cierto, las recaídas son frecuentes, incluso en pacientes que siguen tomando medicación.

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