Esmeralda En ese momento me había invitado a un café, en la villa que se estaba quedando, claro que sabíamos a qué íbamos, pero que todo fuera tan cordial como una cita real, era una de las mejores cosas que tenía todo esto. La noche, hasta el momento había sido de ensueños, Júpiter, quien había sido mi pareja se había comportado como un caballero, habíamos congeniado de lo más bien, ninguno de los dos era muy bueno para hablar, cosa que me hacía sentir cómoda, incluso me había dejado conducir su carro, un hermoso deportivo negro de dos puertas, uno que solo había visto en imágenes. Pero estaba inquieta, su tranquilidad, su mirada sobre mí, su cuidado, y para qué decir de su atractivo, era un maldito dios, me gustaba su físico, había podido sentir sus labios y jamás me habían besado de esa forma, porque si era virgen, pero había probado besos de otros labios, pero jamás sentí que me devoraban, invitaba a pecar. Reí sin querer y él se me quedó viendo, sus ojos buscaban algún tipo de
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