Llegué a la mansión y dejé la moto en la entrada, deteniéndome un momento para observar la imponente fachada de la casa. Cada rincón de ese lugar parecía estar diseñado para imponer respeto, pero en mi interior solo sentía una presión insoportable que me apretaba el pecho. Bajé de la moto y me dirigí hacia la puerta, sabiendo lo que debía hacer, pero sin poder evitar sentir el peso de las decisiones que se avecinaban. A veces, las elecciones no eran tan claras, y, sin embargo, sabía que ya no había vuelta atrás.Entré al recibidor sin hacer ruido, y mis pasos resonaron levemente en el mármol. Busqué entre los hombres que patrullaban la mansión, hasta que vi a Bechet. Cuando me vio, sus ojos se suavizaron solo por un instante antes de que su rostro adoptara esa expresión impasible que tanto me molestaba y, al mismo tiempo, me tranquilizaba. Sabía que su calma no era por desdén, sino por su manera de mantener la compostura en medio del caos.—¿Bechet? —lo llamé, mi voz sonando más tens
Leer más