Pasamos un buen rato abrazados antes de que decidiera levantarme. Ahora, me encuentro en la ducha mientras él hace el desayuno. El agua caliente resbala por mi piel, despejando los últimos rastros de sueño y la sensación persistente de la visión.Al salir del baño, envuelta en una nube de vapor, me dirijo al clóset. Me visto con una camisa blanca de cuello redondo, una chaqueta de mezclilla del mismo color y un jeans de cuero negro. Para completar el look, me pongo unas botas blancas y dejo mi cabello suelto.Una vez lista, salgo del clóset, tomo las llaves de mi moto y algo de dinero. También agarro mi bolso y, sin pensarlo dos veces, meto mi Beretta junto con algunas balas. La sensación del arma en mis manos me da un extraño consuelo.Salgo de la habitación y me dirijo a la cocina.El sonido de la sartén chisporroteando, el aroma del café recién hecho y la voz de Adeus tarareando una melodía me reciben."Se escucha bonito", pienso con una sonrisa mientras entro.—Hola, princesa —dice
"Ya ves que intentar mantener las distancias contigo no cambio los sentimientos en mi"El rugido del motor de mi moto se mezcla con el frío de la mañana mientras me acerco a la mansión de Bechet. La carretera es solitaria, Acelero un poco más, intentando dejar atrás la sensación de ansiedad que se ha instalado en mi pecho desde que tomé la decisión de venir aquí.Bechet es el único que puede ayudarme. Él siempre ha estado ahí, cuidándome como si fuera su hija, enseñándome a sobrevivir en este mundo. Y ahora, necesito su protección para alguien más.Cuando llego a la gran reja de hierro forjado, los guardias me reconocen al instante y abren sin hacer preguntas. No es la primera vez que vengo, pero esta visita tiene un propósito distinto.Cruzo el portón y me adentro en el terreno de la mansión. A ambos lados del camino, los jardines están perfectamente cuidados, con rosales y arbustos recortados al detalle. A lo lejos, las luces de la casa principal brillan a través de los ventanales,
Tras mi conversación con Bechet, la seguridad de Adeus y su hermano quedó completamente asegurada. No escatimé en precauciones. Le pedí que pusiera a sus mejores hombres a cargo, asegurándome de que fueran los más leales y eficientes. La orden es clara: vigilancia las veinticuatro horas del día los siete días de la semana, sin margen de error.Si salen de casa, los seguirán. No habrá excepciones. Solo si Adeus está conmigo y yo hago la señal acordada, las “aves” se retirarán y nos dejarán solos. Pero incluso en esos casos, estarán atentos a cualquier movimiento sospechoso. Me informarán sobre con quién se encuentran, qué hacen y si hay alguna amenaza rondando cerca. Y si algo pone en peligro sus vidas, no dudarán en actuar.No me gusta la idea de que estén bajo vigilancia constante, especialmente Adeus. Él es fuerte y puede defenderse. Pero el peligro acecha en todas partes, y no puedo darme el lujo de confiar en el azar. No esta vez.El rugido de mi moto rompe la monotonía de la maña
Pasé la mayor parte de la mañana intercambiando mensajes con mi hermano, asegurándome de que arreglara el jardín de nuestra casa para la cita con Valery. Quería que todo saliera perfecto, sin ningún tipo de contratiempos. Sabía lo importante que era este momento y no iba a permitir que nada lo arruinara.Ahora íbamos de camino y solo esperaba que Mikhail hubiera terminado con todo antes de que llegáramos. Conociéndolo, seguro se habría tomado su tiempo para dejar cada detalle a la perfección.Después de varios minutos conduciendo, vi cómo Valery pasaba frente a mi auto y, de repente, tomaba un desvío inesperado. Fruncí el ceño, siguiéndola sin cuestionarlo demasiado. La conocía lo suficiente para saber que si hacía algo así, tenía sus razones.Llegamos a su casa y observé cómo aparcaba su moto con rapidez antes de bajarse. Yo salí del auto y me acerqué a ella, pero antes de que pudiera decir algo, se giró hacia mí con prisa en su expresión.—Me voy a cambiar y dejaré la moto. Iré cont
El trayecto en el auto transcurrió en un silencio tranquilo, cargado de anticipación. No era un silencio incómodo, sino uno que hablaba por sí solo. Mis dedos acariciaban suavemente la mano de Valery, disfrutando de su calidez y la suavidad de su piel. De vez en cuando, ella entrelazaba nuestros dedos o los apretaba levemente, como si quisiera asegurarse de que estuviera ahí. Miré de reojo su perfil, observando cómo la tenue luz del atardecer iluminaba su rostro con delicadeza.Al llegar a la casa, estacioné y bajamos del auto. La brisa de la tarde trajo consigo el aroma fresco de las flores del jardín, mezclado con el sutil perfume de Valery, que me envolvió al instante.—¿Y ahora? —preguntó, llevándose un mechón de cabello rubio detrás de la oreja.Sonreí, encantado por la naturalidad de su gesto.—Sígueme —dije, tomándola suavemente de la mano.La guié alrededor de la casa, hasta llegar al jardín trasero.Al doblar la esquina, el escenario se reveló ante nosotros. El enorme árbol
El beso se volvió más profundo, cargado de un calor que se filtraba hasta la piel. De repente, Valery se incorporó y, sin despegar nuestros labios, se subió a horcajadas sobre mí, con sus manos sujetando mi rostro. Mi respiración se volvió más pesada cuando comenzó a moverse sutilmente sobre mí, haciendo que nuestros cuerpos chocaran con una fricción tan deliciosa como desesperante.Mis manos se posaron en su cintura, sujetándola con fuerza mientras ella continuaba con esos movimientos lentos y circulares que desafiaban mi control. Tragué saliva, sintiendo cómo mi cuerpo reaccionaba inevitablemente a su roce.Su vestido, ligero y suave al tacto, se había subido ligeramente con sus movimientos. Mi mano recorrió su pierna con caricias apenas perceptibles, ascendiendo de manera discreta. El aire entre nosotros se volvió denso cuando nos separamos solo lo justo para recuperar el aliento.—Adeus… —su voz era apenas un susurro entrecortado cuando nuestros sexos chocaron con más presión. Sus
Valery Lewis, una joven de 23 años, de largos cabellos rubios y ojos azules tan profundos como el océano, esconde un secreto que la hace diferente a los demás. No es un talento, ni una maldición… es un don inquietante dado por su sangre: puede predecir la muerte de cualquier persona que desee.Desde siglos atrás, cuando era pequeña, aprendió a vivir con ello. Lo aceptó sin cuestionarlo demasiado y, con el tiempo, dejó de afectarle. No le importaba cómo, cuándo ni dónde ocurría el destino de los demás. Para ella, la vida y la muerte eran solo dos caras de la misma moneda, algo inevitable que no debía perturbar su tranquilidad.Se acostumbró a mantener distancia de las personas, a no encariñarse, a no sentir. La soledad se convirtió en su refugio, en su zona segura. ¿Para qué formar lazos si, tarde o temprano, todo acaba?Pero entonces, él apareció.Adeus Shalow. Un chico de cabello castaño y ojos color miel, con una sonrisa capaz de iluminar hasta el día más gris. Su sola presencia pare
"Ser consiente que hacemos daño, no es suficiente...Tratar de no hacerlo, es imposible...Pero estar junto a ese alguien cuando lo necesita, vale oro..."Hoy empiezo mi segundo año en la universidad. No es algo que me emocione particularmente, pero tampoco es que tenga otra opción. La rutina sigue su curso, y yo me limito a seguirla. No hay reencuentros emocionantes para mí, ni charlas nostálgicas sobre las vacaciones. Prefiero mantenerme al margen, como siempre lo he hecho. La gente es efímera. ¿Para qué encariñarse con alguien cuando sé exactamente el momento en que dejará de existir?Me observo en el espejo del baño mientras el vapor de la ducha aún cubre parte del reflejo. Mi cabello, largo y rubio como hilos de oro, cae húmedo sobre mis hombros, formando ondas naturales que brillan bajo la luz del tocador. Es de un tono peculiar, no demasiado claro ni demasiado oscuro, con reflejos dorados que parecen cambiar dependiendo del ángulo en el que caiga la luz. A veces me pregunto si r