Tras mi conversación con Bechet, la seguridad de Adeus y su hermano quedó completamente asegurada. No escatimé en precauciones. Le pedí que pusiera a sus mejores hombres a cargo, asegurándome de que fueran los más leales y eficientes. La orden es clara: vigilancia las veinticuatro horas del día los siete días de la semana, sin margen de error.Si salen de casa, los seguirán. No habrá excepciones. Solo si Adeus está conmigo y yo hago la señal acordada, las “aves” se retirarán y nos dejarán solos. Pero incluso en esos casos, estarán atentos a cualquier movimiento sospechoso. Me informarán sobre con quién se encuentran, qué hacen y si hay alguna amenaza rondando cerca. Y si algo pone en peligro sus vidas, no dudarán en actuar.No me gusta la idea de que estén bajo vigilancia constante, especialmente Adeus. Él es fuerte y puede defenderse. Pero el peligro acecha en todas partes, y no puedo darme el lujo de confiar en el azar. No esta vez.El rugido de mi moto rompe la monotonía de la maña
Pasé la mayor parte de la mañana intercambiando mensajes con mi hermano, asegurándome de que arreglara el jardín de nuestra casa para la cita con Valery. Quería que todo saliera perfecto, sin ningún tipo de contratiempos. Sabía lo importante que era este momento y no iba a permitir que nada lo arruinara.Ahora íbamos de camino y solo esperaba que Mikhail hubiera terminado con todo antes de que llegáramos. Conociéndolo, seguro se habría tomado su tiempo para dejar cada detalle a la perfección.Después de varios minutos conduciendo, vi cómo Valery pasaba frente a mi auto y, de repente, tomaba un desvío inesperado. Fruncí el ceño, siguiéndola sin cuestionarlo demasiado. La conocía lo suficiente para saber que si hacía algo así, tenía sus razones.Llegamos a su casa y observé cómo aparcaba su moto con rapidez antes de bajarse. Yo salí del auto y me acerqué a ella, pero antes de que pudiera decir algo, se giró hacia mí con prisa en su expresión.—Me voy a cambiar y dejaré la moto. Iré cont
El trayecto en el auto transcurrió en un silencio tranquilo, cargado de anticipación. No era un silencio incómodo, sino uno que hablaba por sí solo. Mis dedos acariciaban suavemente la mano de Valery, disfrutando de su calidez y la suavidad de su piel. De vez en cuando, ella entrelazaba nuestros dedos o los apretaba levemente, como si quisiera asegurarse de que estuviera ahí. Miré de reojo su perfil, observando cómo la tenue luz del atardecer iluminaba su rostro con delicadeza.Al llegar a la casa, estacioné y bajamos del auto. La brisa de la tarde trajo consigo el aroma fresco de las flores del jardín, mezclado con el sutil perfume de Valery, que me envolvió al instante.—¿Y ahora? —preguntó, llevándose un mechón de cabello rubio detrás de la oreja.Sonreí, encantado por la naturalidad de su gesto.—Sígueme —dije, tomándola suavemente de la mano.La guié alrededor de la casa, hasta llegar al jardín trasero.Al doblar la esquina, el escenario se reveló ante nosotros. El enorme árbol
El beso se volvió más profundo, cargado de un calor que se filtraba hasta la piel. De repente, Valery se incorporó y, sin despegar nuestros labios, se subió a horcajadas sobre mí, con sus manos sujetando mi rostro. Mi respiración se volvió más pesada cuando comenzó a moverse sutilmente sobre mí, haciendo que nuestros cuerpos chocaran con una fricción tan deliciosa como desesperante.Mis manos se posaron en su cintura, sujetándola con fuerza mientras ella continuaba con esos movimientos lentos y circulares que desafiaban mi control. Tragué saliva, sintiendo cómo mi cuerpo reaccionaba inevitablemente a su roce.Su vestido, ligero y suave al tacto, se había subido ligeramente con sus movimientos. Mi mano recorrió su pierna con caricias apenas perceptibles, ascendiendo de manera discreta. El aire entre nosotros se volvió denso cuando nos separamos solo lo justo para recuperar el aliento.—Adeus… —su voz era apenas un susurro entrecortado cuando nuestros sexos chocaron con más presión. Sus
"Yo quiero a todo el mundo. Algunos mucho, a otros lejos y a otros mandar a la mierda. Pero lo importante es que los quiero"Los primeros rayos del sol se filtraron suavemente entre las cortinas, despertándome lentamente. Al principio, todo parecía borroso, pero pronto las sombras del entorno empezaron a despejarse. Parpadeé varias veces, tratando de adaptarme a la luz que me daba en la cara. Mi cuerpo se sentía pesado, pero al mismo tiempo, una calma profunda recorría cada rincón de mi ser. Los eventos de la noche anterior seguían vivos en mi mente, tan vívidos, como si los hubiera vivido por primera vez. Ayer… le entregué a Adeus algo que nunca había perdido en ninguna de mis vidas.Lo miré a mi lado, aún dormido en la cama improvisada que él había hecho con tanto cuidado. Era la primera vez que me sentía tan vulnerable y, al mismo tiempo, tan segura. Lo miraba allí, tan sereno, y me di cuenta de que no me importaba entregarle mi confianza. Me había llevado tanto tiempo llegar a est
Llegué a la mansión y dejé la moto en la entrada, deteniéndome un momento para observar la imponente fachada de la casa. Cada rincón de ese lugar parecía estar diseñado para imponer respeto, pero en mi interior solo sentía una presión insoportable que me apretaba el pecho. Bajé de la moto y me dirigí hacia la puerta, sabiendo lo que debía hacer, pero sin poder evitar sentir el peso de las decisiones que se avecinaban. A veces, las elecciones no eran tan claras, y, sin embargo, sabía que ya no había vuelta atrás.Entré al recibidor sin hacer ruido, y mis pasos resonaron levemente en el mármol. Busqué entre los hombres que patrullaban la mansión, hasta que vi a Bechet. Cuando me vio, sus ojos se suavizaron solo por un instante antes de que su rostro adoptara esa expresión impasible que tanto me molestaba y, al mismo tiempo, me tranquilizaba. Sabía que su calma no era por desdén, sino por su manera de mantener la compostura en medio del caos.—¿Bechet? —lo llamé, mi voz sonando más tens
"Te llaman muerte y eres vida"Salí a toda velocidad de los terrenos de Bechet, sin perder tiempo, y me dirigí al punto de encuentro de la carrera de hoy. Afortunadamente, había tomado algo de dinero y Xavier tenía algo más de las carreras anteriores.Conduje a la máxima velocidad, apretando los puños mientras sentía cómo la moto rugía bajo mí. La dirección estaba clara: el puente *****, donde tendría lugar la carrera de esa noche. Xavier me había avisado que la Parca había solicitado una carrera exclusiva contra mí.Eso me caía como anillo al dedo: solo él y yo, menos gente en la carretera y una mayor oportunidad de poner a prueba mi velocidad.Llegué rápidamente y estacioné cerca del bullicio de la multitud que me esperaba. Aunque aún era temprano, todos se reunían con antelación para estas carreras exclusivas. Me quité el casco y lo guardé en la moto, luego saqué mi teléfono. Un vistazo rápido me mostró tres mensajes de Adeus.Adeus: Me entristecí cuando no te vi a mi lado esta ma
Él iba a mi lado, lo sabía, el trabajaba para esa mujer que quería acabar con lo único que había considerado bueno en mi existencia.Ser hija de la muerte no era algo grato, jamás lo fue.Siempre tuve que cargar con esa maldición, con ese peso que me perseguía por la sangre que recorría mis venas, y ahora esa mujer, esa figura sombría en mi vida, quería destruir todo lo que significaba algo para mí. La idea de que él estuviera al servicio de ella, siendo parte de su mundo oscuro, me consumía por dentro. Pero no tenía tiempo para procesarlo; no con la carrera acercándose, no con la adrenalina ya hirviendo en mis venas.Crucé rápidamente la calle baja del puente, sintiendo cómo mi moto rugía bajo mí, haciendo eco en el aire denso de la mañana. Mis manos estaban firmemente sujetas al manillar, pero había algo en el aire, algo que no podía entender. Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos sin previo aviso, sin razón aparente. No podía frenarlas, y, de alguna manera, no quería. La sens