Desde el día de su promesa no había momento en que no estuvieran juntos: si tenían que salir, Mat no lo hacía si Vlad no los acompañaba y en todo el camino no se alejaban mucho el uno del otro, como si temieran perderse en un descuido. Incluso dormían juntos en la misma cama, abrazados como si temieran perderse durante el sueño, lo que fortalecía cada vez más el lazo invisible que los unía.No actuaban como hermanos. Mejor dicho, actuaban como uno mismo. Cada uno era completamente diferente, pero se complementaban: el de rastas era fuerte, alegre y entusiasta, mientras el pequeño pelinegro era callado, tímido, delicado, frágil... Y con gustos totalmente opuestos.Leonard había sido transferido a una ciudad diferente y, dado que no podía alejar a su hijo de la nueva vida que ahora tenía y a la que parecía adaptarse por fin del todo, decidió dejar
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