Llegaron antes que los demás. Aaron se tiró al sofá a ver tele como siempre hacíapor las tardes, mientras su sobrino desaparecía en el jardín.
Se acercó a los rosales, sentándose en el suelo y jugando con las hojas; repitiéndose las palabras que su tío y ese tal André le habían dicho hacía rato. Preguntándose qué se sentiría estar enamorado de verdad y si lo que sentía al estar cerca de Vlad se podía comparar con eso.
Se dejó caer sobre el pasto con los brazos extendidos viendo las nubes pasar, y suspiró justo cuando su padre le tapó la vista.
— Hacía mucho que ya no salías solo al jardín.
— Me gusta estar cerca de las rosas. Siento como si mamá todavía estuviera con nosotros —sonrió—. Creí que te habían mandado a otro lugar.
Nuevo día, nuevo ciclo escolar.Sophie despertó mucho antes que Aaron, quien aún dormía plácidamente envuelto entre las mantas. Trató de despertarlo pero solamente logró que se diera la vuelta y pidiera "otros cinco minutos", cual niño pequeño, lo que la hizo reír tiernamente antes de levantarse tras dejar un beso sobre su frente.Ese era un aspecto que la enamoraba: él, su amado novio, mantenía el espíritu inquieto, travieso y alegre de un niño. Y, en ocasiones, sacaba a relucir ese lado inocente que mantenía oculto la mayor parte del tiempo.Después de una ducha rápida y tras tocar a las puertas de las habitaciones de los chicos, se dirigió a la cocina sin esperar respuestas; pasando por la sala donde se detuvo al verlos dormidos, abrazados en el suelo. Se quedó recargada en el muro, viéndolos con ternura.Se acerc&
— ¡Matías Miller! —la señorita Rizzo le recriminó, gritándole indignada. De todos los años que llevaba de conocerlo a él y a su familia, nunca le había visto enfadado ni que insultara a alguien. Normalmente, él era uno de los alumnos más tranquilos y no solía insultar a alguien aun cuando le diera razones para hacerlo. Vlad se sobresaltó ligeramente al escucharla levantar la voz; Mat volteó a verla, relajando su gesto poco a poco, disculpándose— Y usted, joven Almeida, si no quiere pasar su primer día de clases en la dirección, será mejor que se mantenga callado —se giró a Vlad, quien mantenía la cabeza baja—. Perdona la mala bienvenida, pequeño. Espero que te acoples bien al grupo. Mat —le vio más tranquila, invitándolos a pasar a sus lugares—, espero que cuides bien de él.El
Los días pasaban sin mucha novedad: las compañeras de su curso prestaban muchísima atención al pequeño moreno quien, aún tímido y un poco temeroso, apenas si les devolvía las sonrisas que le dedicaban, mientras los chicos le creaban rumores y se encargaban de regar la noticia de que no era más que un huérfano a quien, por lástima, la familia Miller había adoptado. Tal vez aquellos rumores no hubiesen afectado en nada, pero los niños suelen ser demasiado crueles a veces y cuando se ensañan con alguien crean mentiras y rumores que empiezan siendo como bromas crueles y hieren mucho más de lo esperado.Matías hacía de todo para que aquellas palabras y los sobrenombres con los que empezaban a etiquetarlo no llegaran a sus oídos: distraerlo o cambiar de tema cuando alguno tocaba el tema. Y si hubiese podido, él mismo hubiera utilizado sus manos para i
No tuvieron que pedirle permiso a René para que aquellos dos extraños entraran. Parecían buenos chicos a pesar del extravagante estilo que ahora ostentaba Andrew con su cabello teñido de rojo en las puntas.Ambos caminaron detrás de los pequeños, sonriendo al verlos entrelazar sus manos de manera adorable, como si temieran perderse en el corto trayecto de regreso al estudio.— Creí que habían llegado por ustedes —Aymé terminaba de alistar el escritorio con todos esos apuntes que su padre había preparado desde vacaciones para que pudiera utilizarlos durante sus tareas—. ¿Quiénes son ellos?— Oh, permíteme presentarnos. Mi nombre es Andrew, pero puedes llamarme "Sueño." Y él es...— André —se inclinó a manera de reverencia, tomando su pequeña mano para besar el dorso como si se tratara de alguna pr
André cerró el libro de golpe y le vio asombrado.— ¿Dónde has escuchado eso, pequeño?— Es lo que yo creo. —sonrió amplio, desviando unos segundos la mirada a Matías, quien se sonrojó ligeramente.Los mayores cruzaron miradas sonriendo de forma cómplice sin que Aymé entendiera todo ese silencio y el juego de las miradas misteriosas en el que ella no tenía lugar.El rubio se le acercó, entregándole el libro e inclinándose sobre su hombro.— No dejes que nadie te quite el gusto por saber las historias de los antiguos, preciosa. —besó su mejilla y apuró a su compañero para que se levantara y se fueran, alegando que tenían pendientes que atender.Tras despedirse y prometer que volverían a verlos, salieron de la casa sonriendo e imaginando que probablemente el orden del mundo estar&iac
Había seguido los consejos de Aymé: un peluche que acababa de comprar con sus ahorros en una tienda a unas calles de casa era toda la compañía que tenía ahora, esperando impaciente el regreso de Vlad.Las horas pasaban y él aún no regresaba del médico, lo que le daba tiempo para pensar en la manera de decirle las cosas de una manera en que pudiera entenderlas.Veía el reloj y después el peluche; regresaba la mirada al reloj y después a la reciente foto que les habían tomado a ambos en el parque, donde él le sonreía mientras lo rodeaba con un brazo. Se preguntaba una y otra vez si estaba bien lo que estaba por hacer y si le gustaría el panda que le acababa de comprar; si se pondría tan nervioso como él se encontraba en ese momento y si le respondería lo que imaginaba.De pronto, un par de voces le regresó a la realidad; su coraz&oac
Todos quedaron en silencio, preguntándose el porqué de su reacción. Todos menos Vlad, quien al escuchar el ruido de la puerta cerrándose de golpe, se sobresaltó.— Iré a hablar con él.— Mat está enojado contigo. Si vas a verlo, se enojará más.— Vlad tiene razón, Aaron. Conozco a mi hijo. Después de un rato se le pasará. Sólo necesita un momento a solas.Pasaron unos minutos más antes de que los adultos retomaran el tema, como si se volvieran ajenos a lo mal que la estaba pasando Matías. Vlad se sentó en el suelo, abrazando con fuerza el peluche; asimilando las cosas en un segundo: Aaron pasaría a ser su nuevo padre y se lo llevaría lejos. Tendría que alejarse de Mat.Una lágrima bajó por su mejilla. No se imaginaba cómo sería su vida lejos de él, solamente
Giraron en la esquina, caminando a prisa y en silencio; escuchando pasos presurosos que les seguían. Aferraron sus manos y se pegaron más el uno al otro, buscando protección entre ellos, ya que la calle a su alrededor parecía desierta.De pronto, un grito por parte del pequeño rompió el silencio y la tensión que les rodeaba en ese momento. Una mano que le había tomado ligeramente del hombro le hizo sobresaltarse y llenarse de miedo. Cerró los ojos y se abrazó a Matías, buscando refugio seguro entre sus brazos. En su mente se imaginaba que era algún secuestrador que intentaba alejarlo del lado de su querido chico de rastas; o tal vez sería alguno de los hombres que por tantos años le habían mantenido atado a sus maltratos, pero una risilla leve y el reclamo de Mat le tranquilizó un poco, diciéndole que era una persona conocida la que le había tocado y q