No tuvieron que pedirle permiso a René para que aquellos dos extraños entraran. Parecían buenos chicos a pesar del extravagante estilo que ahora ostentaba Andrew con su cabello teñido de rojo en las puntas.
Ambos caminaron detrás de los pequeños, sonriendo al verlos entrelazar sus manos de manera adorable, como si temieran perderse en el corto trayecto de regreso al estudio.
— Creí que habían llegado por ustedes —Aymé terminaba de alistar el escritorio con todos esos apuntes que su padre había preparado desde vacaciones para que pudiera utilizarlos durante sus tareas—. ¿Quiénes son ellos?
— Oh, permíteme presentarnos. Mi nombre es Andrew, pero puedes llamarme "Sueño." Y él es...
— André —se inclinó a manera de reverencia, tomando su pequeña mano para besar el dorso como si se tratara de alguna pr
André cerró el libro de golpe y le vio asombrado.— ¿Dónde has escuchado eso, pequeño?— Es lo que yo creo. —sonrió amplio, desviando unos segundos la mirada a Matías, quien se sonrojó ligeramente.Los mayores cruzaron miradas sonriendo de forma cómplice sin que Aymé entendiera todo ese silencio y el juego de las miradas misteriosas en el que ella no tenía lugar.El rubio se le acercó, entregándole el libro e inclinándose sobre su hombro.— No dejes que nadie te quite el gusto por saber las historias de los antiguos, preciosa. —besó su mejilla y apuró a su compañero para que se levantara y se fueran, alegando que tenían pendientes que atender.Tras despedirse y prometer que volverían a verlos, salieron de la casa sonriendo e imaginando que probablemente el orden del mundo estar&iac
Había seguido los consejos de Aymé: un peluche que acababa de comprar con sus ahorros en una tienda a unas calles de casa era toda la compañía que tenía ahora, esperando impaciente el regreso de Vlad.Las horas pasaban y él aún no regresaba del médico, lo que le daba tiempo para pensar en la manera de decirle las cosas de una manera en que pudiera entenderlas.Veía el reloj y después el peluche; regresaba la mirada al reloj y después a la reciente foto que les habían tomado a ambos en el parque, donde él le sonreía mientras lo rodeaba con un brazo. Se preguntaba una y otra vez si estaba bien lo que estaba por hacer y si le gustaría el panda que le acababa de comprar; si se pondría tan nervioso como él se encontraba en ese momento y si le respondería lo que imaginaba.De pronto, un par de voces le regresó a la realidad; su coraz&oac
Todos quedaron en silencio, preguntándose el porqué de su reacción. Todos menos Vlad, quien al escuchar el ruido de la puerta cerrándose de golpe, se sobresaltó.— Iré a hablar con él.— Mat está enojado contigo. Si vas a verlo, se enojará más.— Vlad tiene razón, Aaron. Conozco a mi hijo. Después de un rato se le pasará. Sólo necesita un momento a solas.Pasaron unos minutos más antes de que los adultos retomaran el tema, como si se volvieran ajenos a lo mal que la estaba pasando Matías. Vlad se sentó en el suelo, abrazando con fuerza el peluche; asimilando las cosas en un segundo: Aaron pasaría a ser su nuevo padre y se lo llevaría lejos. Tendría que alejarse de Mat.Una lágrima bajó por su mejilla. No se imaginaba cómo sería su vida lejos de él, solamente
Giraron en la esquina, caminando a prisa y en silencio; escuchando pasos presurosos que les seguían. Aferraron sus manos y se pegaron más el uno al otro, buscando protección entre ellos, ya que la calle a su alrededor parecía desierta.De pronto, un grito por parte del pequeño rompió el silencio y la tensión que les rodeaba en ese momento. Una mano que le había tomado ligeramente del hombro le hizo sobresaltarse y llenarse de miedo. Cerró los ojos y se abrazó a Matías, buscando refugio seguro entre sus brazos. En su mente se imaginaba que era algún secuestrador que intentaba alejarlo del lado de su querido chico de rastas; o tal vez sería alguno de los hombres que por tantos años le habían mantenido atado a sus maltratos, pero una risilla leve y el reclamo de Mat le tranquilizó un poco, diciéndole que era una persona conocida la que le había tocado y q
Aquella idea que Ethan tenía acerca del moreno de piel blanquecina pronto se esparció por la escuela en los días venideros, trayéndole problemas. En el diario recorrido de la casa a la escuela, todos los ojos se posaban sobre él, haciéndole sentir incómodo, y aunque los más pequeños aún le veían con dulzura, las miradas de los mayores llenas de desaprobación e incluso de repulsión le lastimaban. Nunca decía nada. No quería ver a Matías enfadado; no quería que se metiera en problemas por su culpa... aunque el trato empeorara en el instituto. Sus libros ahora tenían las hojas marcadas con letreros enormes llamándolo "tonto" o "enfermo." Nunca supo por qué de la noche a la mañana el insultarlo se estaba convirtiendo en una especie hábito, así como jamás supo por qué precisamente él era la víctima. Ahora las niñas ya no se detenían a dedicarle sonrisas o desviaban la atención de la clase para voltear a verle en silencio; ya no le buscaban para que les explicara l
Vlad sonrió. No hacía falta que completara la frase porque imaginaba perfectamente lo que quería decir, aunque no por eso negaría que le hubiera gustado escucharlo... aunque todo lo que salía de sus labios eran palabras entrecortadas y frases que se veían entorpecidas por el tartamudeo. Y aquello hubiera seguido de la misma forma si no hubiera sido por el pequeño dedo que se posó sobre sus labios para silenciarlo.— Eres lindo cuando no sabes qué decir —sonrió dulcemente, haciéndole sonrojar y mantener la mirada fija en sus ojos—. ¿Estás seguro de lo que me estás pidiendo? —no dijo nada, para no parecer aún más idiota. Estaba seguro que, de abrir la boca de nuevo, volvería a tartamudear sin poder decir siquiera un triste "sí."Se quedó un momento en silencio, mordiendo su labio y bajando la mirada, pensando. Era ci
La mañana les despertó gentilmente asomando los escasos rayos de sol por la ventana que habían olvidado cerrar. Los ojos del mayor se abrieron trabajosamente, intentando no maldecir como acostumbraba al verse despierto por los cálidos rayos de luz. Le eran agradables, pero no soportaba el despertar de esa manera. Se movió un poco, pero al sentir el peso de Vlad sobre su pecho se detuvo. Le observó detalladamente, perdiéndose en los labios sonrosados que el menor mantenía entreabiertos y su rostro que simulaba estar hecho de porcelana: tan blanco, tan suave y delicado... tan frágil que era todo él.Era frágil y delicado, como una rosa de esas que tanto le gustaba apreciar. Y él se sentía con el deber de protegerlo a toda costa. No dejaría que nada le afectara; no permitiría que alguien le dañara siquiera con el pensamiento. Lástima que no podía leer ni
Vlad tomó aire, cerrando los ojos, tratando de llenarse de valor para decírselo.— ¿A ustedes también se les hizo tarde para la escuela? —antes de que cualquier palabra saliera de sus labios, Aymé asomó la cabeza desde el auto de su padre, interrumpiendo sus pensamientos.Ambos giraron a verle, saludándole con sonrisas que ocultaron al instante lo que estaban por discutir. Saludaron de igual manera a su padre y subieron al auto después que les convencieran para que los acompañaran, porque a pie no llegarían a tiempo.Todo el camino trataron de no pensar en la plática que tenían pendiente; prefirieron hablar con la pequeña de las tareas que habían dejado el día anterior y bromear con las actitudes de los profesores, haciendo reír al hombre de eterno gesto serio cuando estaba detrás del escritorio de la dirección.Llegaro