Aquella idea que Ethan tenía acerca del moreno de piel blanquecina pronto se esparció por la escuela en los días venideros, trayéndole problemas.
En el diario recorrido de la casa a la escuela, todos los ojos se posaban sobre él, haciéndole sentir incómodo, y aunque los más pequeños aún le veían con dulzura, las miradas de los mayores llenas de desaprobación e incluso de repulsión le lastimaban.
Nunca decía nada. No quería ver a Matías enfadado; no quería que se metiera en problemas por su culpa... aunque el trato empeorara en el instituto.
Sus libros ahora tenían las hojas marcadas con letreros enormes llamándolo "tonto" o "enfermo." Nunca supo por qué de la noche a la mañana el insultarlo se estaba convirtiendo en una especie hábito, así como jamás supo por qué precisamente él era la víctima. Ahora las niñas ya no se detenían a dedicarle sonrisas o desviaban la atención de la clase para voltear a verle en silencio; ya no le buscaban para que les explicara l
Vlad sonrió. No hacía falta que completara la frase porque imaginaba perfectamente lo que quería decir, aunque no por eso negaría que le hubiera gustado escucharlo... aunque todo lo que salía de sus labios eran palabras entrecortadas y frases que se veían entorpecidas por el tartamudeo. Y aquello hubiera seguido de la misma forma si no hubiera sido por el pequeño dedo que se posó sobre sus labios para silenciarlo.— Eres lindo cuando no sabes qué decir —sonrió dulcemente, haciéndole sonrojar y mantener la mirada fija en sus ojos—. ¿Estás seguro de lo que me estás pidiendo? —no dijo nada, para no parecer aún más idiota. Estaba seguro que, de abrir la boca de nuevo, volvería a tartamudear sin poder decir siquiera un triste "sí."Se quedó un momento en silencio, mordiendo su labio y bajando la mirada, pensando. Era ci
La mañana les despertó gentilmente asomando los escasos rayos de sol por la ventana que habían olvidado cerrar. Los ojos del mayor se abrieron trabajosamente, intentando no maldecir como acostumbraba al verse despierto por los cálidos rayos de luz. Le eran agradables, pero no soportaba el despertar de esa manera. Se movió un poco, pero al sentir el peso de Vlad sobre su pecho se detuvo. Le observó detalladamente, perdiéndose en los labios sonrosados que el menor mantenía entreabiertos y su rostro que simulaba estar hecho de porcelana: tan blanco, tan suave y delicado... tan frágil que era todo él.Era frágil y delicado, como una rosa de esas que tanto le gustaba apreciar. Y él se sentía con el deber de protegerlo a toda costa. No dejaría que nada le afectara; no permitiría que alguien le dañara siquiera con el pensamiento. Lástima que no podía leer ni
Vlad tomó aire, cerrando los ojos, tratando de llenarse de valor para decírselo.— ¿A ustedes también se les hizo tarde para la escuela? —antes de que cualquier palabra saliera de sus labios, Aymé asomó la cabeza desde el auto de su padre, interrumpiendo sus pensamientos.Ambos giraron a verle, saludándole con sonrisas que ocultaron al instante lo que estaban por discutir. Saludaron de igual manera a su padre y subieron al auto después que les convencieran para que los acompañaran, porque a pie no llegarían a tiempo.Todo el camino trataron de no pensar en la plática que tenían pendiente; prefirieron hablar con la pequeña de las tareas que habían dejado el día anterior y bromear con las actitudes de los profesores, haciendo reír al hombre de eterno gesto serio cuando estaba detrás del escritorio de la dirección.Llegaro
— Tú no puedes saber eso —una chispa de esperanza porque cerrara de una vez la boca, pareció en el pequeño al escuchar a su novio y verle separarse de él en un movimiento brusco—. Tú no puedes saber lo que lo lastima y lo que no. Tú no puedes saber lo que pueden provocar las palabras.— Vamos. ¿Acaso crees que alguien a quien le molestan estaría tan tranquilo y con esa cara? —se acercó al menor, señalándole el rostro y, enseguida, tirándole del cuello de la camisa— Si le molestara, por lo menos te hubiera dicho desde antes, ¿no? Pero al parecer no pudo hacer ni siquiera eso.— Eso no...— ¿Me vas a decir que no significa nada? Mat, te diré algo: no deberías permitir que este "marica" se siga juntando contigo. Ya te está dando mala reputación sin que tú lo sepas. Si sigues a su lado, l
No había mucho qué decir: las cosas simplemente se fueron inclinando a aquello y Matías no estaba ahí para defenderlo.Ethan y los gemelos Smith le habían acorralado en la parte trasera de los baños, viendo burlonamente la manera en cómo jugueteaba nervioso con sus manos y bajaba la mirada, esperando que alguien llegara y los alejara de él.— ¿Qué pasa? ¿Esperas que llegue el inútil de Matías a salvarte? —no respondió. Se mantuvo con la vista baja, pidiendo en silencio que lo sacaran de ahí— Vamos, no tienes por qué ponerte nervioso, solamente quiero platicar contigo. Nada más queremos jugar contigo.— ¿Jugar? —preguntó bajo, viéndolo con miedo.Ethan asintió, mientras Cedric y su hermano reducían su espacio en el muro.— ¿Sabes? Mi padre te vio... y me d
Acababa de pelear con Ethan Almeida, el chico más alto y mayor de la clase, quien ahora yacía sobre la única camilla de la enfermería con el rostro hinchado.Matías estaba sentado frente a la dirección, esperando a sus tíos. Los habían mandado llamar después que lo detuvieron de camino a su clase al lado de sus amigos y Vlad. A ellos les dejaron ir tras pedirles explicaciones de lo sucedido, y aunque el menor no quería dejarlo tuvo que alejarse y volver solo al salón, donde todas las miradas le atacaron acusantes y silenciosas y donde en más de una ocasión bolitas de papel aterrizaban en su cabeza, con la corta frase "marica problema" escrita en su interior.Por su parte, el tiempo mataba lentamente a Mat; no porque temiera a los regaños o el castigo que de seguro le impondrían, sino porque le preocupaba que Vlad estuviera solo, a merced de los Smith y todos aquello
— Mat —se acercó por detrás, alargando despacio el brazo hasta rozarle el hombro—, ¿estás bien?Relajó un poco el cuerpo, bajando la cabeza y limpiando rudamente las lágrimas que ya resbalaban por sus mejillas.— Todo bien. No te preocupes. —dibujó una sonrisa floja, apenas perceptible, en un intento de hacerse el fuerte.No estaba acostumbrado a quebrarse por las cosas que sucedían frente a sus ojos. Ni siquiera se dejó vencer por la tristeza ni el odio puro cuando su madre murió... ¿por qué lo haría ahora?Respiró profundo y levantó la cabeza despacio, topándose con el menor de frente al abrir los ojos.Vlad no dijo nada. Tomó una de sus manos que hasta ahora se habían mantenido a los costados después de limpiar sus lágrimas y la aferró contra su pecho, acercándose
Cerró la puerta tratando de no distraerlos de su discusión. Pasó de largo frente a Vlad y, tomando ambas mochilas para vaciarlas sobre la cama sin importarle que algunos de los libros cayeran al suelo y se estropearan, las llenó a prisa con varias mudas de ropa escogidas al azar; una lamparilla y un par de abrigos al tiempo que las lágrimas volvían a brotar de sus ojos.— ¿Qué pasa? —el menor le vio preocupado sin moverse de la cama.— Tenemos que irnos.— Pero Sophie...— Quieren separarnos, Vlad. No entienden... no pueden entender nada. Y yo no puedo dejar que nos alejen.Le tomó de la mano, saliendo con él al pasillo tras asegurarse de que ambos adultos se había ido, y cruzaron la casa hasta la salida, viendo a Sophie sentada de espaldas a ellos en la sala, con la mirada perdida en el muro. Se despidieron de ella en silencio y salieron al f