No había mucho qué decir: las cosas simplemente se fueron inclinando a aquello y Matías no estaba ahí para defenderlo.
Ethan y los gemelos Smith le habían acorralado en la parte trasera de los baños, viendo burlonamente la manera en cómo jugueteaba nervioso con sus manos y bajaba la mirada, esperando que alguien llegara y los alejara de él.
— ¿Qué pasa? ¿Esperas que llegue el inútil de Matías a salvarte? —no respondió. Se mantuvo con la vista baja, pidiendo en silencio que lo sacaran de ahí— Vamos, no tienes por qué ponerte nervioso, solamente quiero platicar contigo. Nada más queremos jugar contigo.
— ¿Jugar? —preguntó bajo, viéndolo con miedo.
Ethan asintió, mientras Cedric y su hermano reducían su espacio en el muro.
— ¿Sabes? Mi padre te vio... y me d
Acababa de pelear con Ethan Almeida, el chico más alto y mayor de la clase, quien ahora yacía sobre la única camilla de la enfermería con el rostro hinchado.Matías estaba sentado frente a la dirección, esperando a sus tíos. Los habían mandado llamar después que lo detuvieron de camino a su clase al lado de sus amigos y Vlad. A ellos les dejaron ir tras pedirles explicaciones de lo sucedido, y aunque el menor no quería dejarlo tuvo que alejarse y volver solo al salón, donde todas las miradas le atacaron acusantes y silenciosas y donde en más de una ocasión bolitas de papel aterrizaban en su cabeza, con la corta frase "marica problema" escrita en su interior.Por su parte, el tiempo mataba lentamente a Mat; no porque temiera a los regaños o el castigo que de seguro le impondrían, sino porque le preocupaba que Vlad estuviera solo, a merced de los Smith y todos aquello
— Mat —se acercó por detrás, alargando despacio el brazo hasta rozarle el hombro—, ¿estás bien?Relajó un poco el cuerpo, bajando la cabeza y limpiando rudamente las lágrimas que ya resbalaban por sus mejillas.— Todo bien. No te preocupes. —dibujó una sonrisa floja, apenas perceptible, en un intento de hacerse el fuerte.No estaba acostumbrado a quebrarse por las cosas que sucedían frente a sus ojos. Ni siquiera se dejó vencer por la tristeza ni el odio puro cuando su madre murió... ¿por qué lo haría ahora?Respiró profundo y levantó la cabeza despacio, topándose con el menor de frente al abrir los ojos.Vlad no dijo nada. Tomó una de sus manos que hasta ahora se habían mantenido a los costados después de limpiar sus lágrimas y la aferró contra su pecho, acercándose
Cerró la puerta tratando de no distraerlos de su discusión. Pasó de largo frente a Vlad y, tomando ambas mochilas para vaciarlas sobre la cama sin importarle que algunos de los libros cayeran al suelo y se estropearan, las llenó a prisa con varias mudas de ropa escogidas al azar; una lamparilla y un par de abrigos al tiempo que las lágrimas volvían a brotar de sus ojos.— ¿Qué pasa? —el menor le vio preocupado sin moverse de la cama.— Tenemos que irnos.— Pero Sophie...— Quieren separarnos, Vlad. No entienden... no pueden entender nada. Y yo no puedo dejar que nos alejen.Le tomó de la mano, saliendo con él al pasillo tras asegurarse de que ambos adultos se había ido, y cruzaron la casa hasta la salida, viendo a Sophie sentada de espaldas a ellos en la sala, con la mirada perdida en el muro. Se despidieron de ella en silencio y salieron al f
Solos, rodeados de oscuridad y silencio.Habían terminado en la vieja iglesia a las afueras de la ciudad; esa misma que se encontraba abandonada desde hacía más de cincuenta años y que la naturaleza se estaba encargando de absorber. Caminaron entre los pasillos creando eco con sus pasos y rodeándose de una capa de polvo que se levantaba del piso a cada paso que daban. Las aves se colaban por entre los ventanales ahora ya sin cristales, revoloteando sobre sus cabezas antes de ocupar sus lugares entre las vigas del techo y un par de ratas se colaban entre sus piernas, corriendo presurosas a los agujeros que se encontraban en el muro detrás del altar, sobresaltando un poco al menor.Llegaron hasta una de las pocas bancas delanteras que aún quedaban completas y se sentaron, colocándose los abrigos en seguida al sentir una baja de temperatura repentina. El verano hacía poco que había quedado atrás
El mundo atravesaba por una crisis moral y de justicia. Ahora, todos vivían en medio de acciones automatizadas, olvidándose de detenerse si quiera a respirar y ver a su alrededor aunque fuese de reojo. Todos se quejaban de todo cuanto se atravesara frente a ellos y, sobre todo, se lamentaban de que las nuevas generaciones se estuviesen perdiendo en un mundo materialista y sin sentido... pero no hacían nada por solucionarlo o siquiera por averiguar a dónde había ido a parar tanto sentimiento que creyeron haber tenido antes en sus vidas. Tal vez, si hubiesen sido un poco atentos, podrían haberse dado cuenta que aunque vivían día a día con eso llamado "sentimientos", nunca los valoraron ni comprendieron del todo su significado, ni comprendieron el valor puro y verdadero que conllevaban. Estaban matando lentamente la memoria de los Antiguos que les dieron la vida y les cedieron sus conocimientos. Ahora ya todo se basaba en el hecho de "tener más para ser alguien.
Inclusive con el paso de los años, Sueño y Locura les frecuentaban para asegurarse de que estuvieran bien. Todo mundo pudo haberse olvidado de aquellos pequeños que escaparon una tarde de casa por miedo a ser separados, menos ellos dos. Cada vez que les visitaban, les llevaban uno que otro presente y pasaban horas hablando de cuanta cosa les cruzara por la cabeza, así fueran solamente tonterías sin sentido con tal de hacerlos reír. Y es que amaban verles felices y alegres; amaban verles sonriendo, porque en esos gestos se reflejaba la armonía que esperaban para el resto del mundo.Lástima que sus visitas tendrían que cesar repentinamente. Ahora Sueño se encontraba solo, buscando por las zonas más alejadas de las viviendas a su fiel y despistado amigo pues hacía una semana que lo había visto por última vez, cuando le confió el lugar donde sabía se encontraban escondi
El último suspiro de Locura había logrado llegar hasta oídos de Sueño del otro lado de la ciudad gracias a la ligera brisa que pudo pasar a escondidas entre Control y sus cómplices.Los ojos del joven se cristalizaron al instante. Aquella noticia le acababa de partir el alma. Su amigo y hermano... aquel chico siempre feliz que hacía de la vida un circo para que todo el que se encontrara con él pudiese disfrutar de las pequeñas cosas que les rodeaban y siempre tuvieran un pensamiento optimista sobre el futuro, estaba muerto. Ese mismo chico que tantas veces le hizo rabiar por sus travesuras y que siempre terminaba perdonando, ya no estaba más a su lado. Ya no podría ver su sonrisa y escuchar sus molestos comentarios; ya no estaría ahí para animarlo siempre que su mente le obligara a recordar todos esos buenos tiempos que ya no volverán ni tendría a quien sermonear despu&eacu
Elevó la mirada al toparse con la pared derruida de uno de los tantos edificios del centro. Él conocía muy bien ese muro; las cuarteaduras y la pintura desgastada de la fachada: era el mismo lugar que su hermana ocupaba desde que Control logró convencerla de acompañarle. El mismo lugar que Locura le describiera días antes.Limpió su rostro y respiró hondo antes de subir las escaleras. No se hablaban desde que recogió las almas de Amor y Celos y no se veían desde que Control logró traerla a la Tierra, pero era justo despedirse también de ella. Era tiempo de arreglar la relación ahora que podía.Subió despacio las escaleras, con paso cansado y el rostro bajo. Prefirió la larga escalinata que usar el ascensor. Necesitaba tiempo para pensar y cambiar su gesto triste por uno de tranquilidad para poder enfrentarla.Detuvo sus pasos frente a la habitaci&oacut