Solos, rodeados de oscuridad y silencio.
Habían terminado en la vieja iglesia a las afueras de la ciudad; esa misma que se encontraba abandonada desde hacía más de cincuenta años y que la naturaleza se estaba encargando de absorber. Caminaron entre los pasillos creando eco con sus pasos y rodeándose de una capa de polvo que se levantaba del piso a cada paso que daban. Las aves se colaban por entre los ventanales ahora ya sin cristales, revoloteando sobre sus cabezas antes de ocupar sus lugares entre las vigas del techo y un par de ratas se colaban entre sus piernas, corriendo presurosas a los agujeros que se encontraban en el muro detrás del altar, sobresaltando un poco al menor.
Llegaron hasta una de las pocas bancas delanteras que aún quedaban completas y se sentaron, colocándose los abrigos en seguida al sentir una baja de temperatura repentina. El verano hacía poco que había quedado atrás
El mundo atravesaba por una crisis moral y de justicia. Ahora, todos vivían en medio de acciones automatizadas, olvidándose de detenerse si quiera a respirar y ver a su alrededor aunque fuese de reojo. Todos se quejaban de todo cuanto se atravesara frente a ellos y, sobre todo, se lamentaban de que las nuevas generaciones se estuviesen perdiendo en un mundo materialista y sin sentido... pero no hacían nada por solucionarlo o siquiera por averiguar a dónde había ido a parar tanto sentimiento que creyeron haber tenido antes en sus vidas. Tal vez, si hubiesen sido un poco atentos, podrían haberse dado cuenta que aunque vivían día a día con eso llamado "sentimientos", nunca los valoraron ni comprendieron del todo su significado, ni comprendieron el valor puro y verdadero que conllevaban. Estaban matando lentamente la memoria de los Antiguos que les dieron la vida y les cedieron sus conocimientos. Ahora ya todo se basaba en el hecho de "tener más para ser alguien.
Inclusive con el paso de los años, Sueño y Locura les frecuentaban para asegurarse de que estuvieran bien. Todo mundo pudo haberse olvidado de aquellos pequeños que escaparon una tarde de casa por miedo a ser separados, menos ellos dos. Cada vez que les visitaban, les llevaban uno que otro presente y pasaban horas hablando de cuanta cosa les cruzara por la cabeza, así fueran solamente tonterías sin sentido con tal de hacerlos reír. Y es que amaban verles felices y alegres; amaban verles sonriendo, porque en esos gestos se reflejaba la armonía que esperaban para el resto del mundo.Lástima que sus visitas tendrían que cesar repentinamente. Ahora Sueño se encontraba solo, buscando por las zonas más alejadas de las viviendas a su fiel y despistado amigo pues hacía una semana que lo había visto por última vez, cuando le confió el lugar donde sabía se encontraban escondi
El último suspiro de Locura había logrado llegar hasta oídos de Sueño del otro lado de la ciudad gracias a la ligera brisa que pudo pasar a escondidas entre Control y sus cómplices.Los ojos del joven se cristalizaron al instante. Aquella noticia le acababa de partir el alma. Su amigo y hermano... aquel chico siempre feliz que hacía de la vida un circo para que todo el que se encontrara con él pudiese disfrutar de las pequeñas cosas que les rodeaban y siempre tuvieran un pensamiento optimista sobre el futuro, estaba muerto. Ese mismo chico que tantas veces le hizo rabiar por sus travesuras y que siempre terminaba perdonando, ya no estaba más a su lado. Ya no podría ver su sonrisa y escuchar sus molestos comentarios; ya no estaría ahí para animarlo siempre que su mente le obligara a recordar todos esos buenos tiempos que ya no volverán ni tendría a quien sermonear despu&eacu
Elevó la mirada al toparse con la pared derruida de uno de los tantos edificios del centro. Él conocía muy bien ese muro; las cuarteaduras y la pintura desgastada de la fachada: era el mismo lugar que su hermana ocupaba desde que Control logró convencerla de acompañarle. El mismo lugar que Locura le describiera días antes.Limpió su rostro y respiró hondo antes de subir las escaleras. No se hablaban desde que recogió las almas de Amor y Celos y no se veían desde que Control logró traerla a la Tierra, pero era justo despedirse también de ella. Era tiempo de arreglar la relación ahora que podía.Subió despacio las escaleras, con paso cansado y el rostro bajo. Prefirió la larga escalinata que usar el ascensor. Necesitaba tiempo para pensar y cambiar su gesto triste por uno de tranquilidad para poder enfrentarla.Detuvo sus pasos frente a la habitaci&oacut
Caos y Noche habían engendrado un pequeño tan hermoso como la madre: cabellos negros y lacios; piel bronceada como la del padre y ojos vivarachos y mirada curiosa, dotado con bellísimas alas blancas. Él, el nuevo integrante de la pequeña familia, tendría la tarea de crear ilusiones en todos aquellos seres mientras descansaran y, si alguno de ellos se negaba a caer rendido entre sus brazos, tenía el permiso de seducirlo al punto de que se dejara arrastrar por esas ilusiones. Podía recorrer los mundos una y otra vez a placer para crear escenarios y criaturas de fantasía que poblaran las ilusiones a gusto de los seres a quienes regalaba los sueños.No era un trabajo cansado ni del que tuviera alguna queja. Amaba regalar ilusiones hermosas a las criaturas que poblaban los diversos mundos del Universo... pero (siempre existe un "pero" en toda historia, grande o pequeña) sentía una necesidad de habl
No pudo soportarlo mucho. Regresó a la habitación secando las lágrimas que bajaban por sus mejillas tras la partida de su hermano y, botando la sábana sobre la cama, se vistió con lo primero que encontró. Recogió su cabello con un listón y salió del departamento al tiempo que Control entraba y trataba de detenerle.— ¿A dónde crees que vas?— A despejarme un poco —respondió distraídamente, librándose del brazo que le mantenía presa—. Quiero olvidar la mala noticia que me acaban de dar para poder verte de nuevo a la cara sin sentir ganas de matarte.Él simplemente la dejó ir sin decir nada de por medio. Ese gesto tan furioso y el tono de voz tan frío y cortante le decían que ya sabía el final que le acababa de dar a Locura, así que no había excusa que la mantuviera con él por el mo
— No estoy solo —sonrió, balanceando las puntas de los pies de un lado a otro—. Vivo con Mat. Entre los dos nos cuidamos.— ¿Mat? ¿Es tu hermano o algún familiar? —preguntó con ingenuidad.— Es mi novio —respondió en una enorme y brillante sonrisa, viéndole con la mirada llena de dulzura—. Hace años que vivimos aquí.— Ya veo —ahora se daba cuenta que era cierto: Celos y su hermano habían reencarnado en la Tierra. Por dentro le llenaba de felicidad el que ahora sí pudiesen estar juntos, pero otra parte le pedía que comprobara si aquello no era algo superficial; si el sentimiento tan puro y fuerte que representaba el pequeño no se había perdido con todos los miles de años que habían estado dormidos. Tenía que asegurarse que sus sentimientos no estaban corrompidos por la superficialidad d
— No entiendo por qué has cortado tantas rosas —preguntó el mayor al entrar con aquel cargamento a la casa—. Deben ser más de veinte.— Es que los floreros se ven tristes sin flores —respondió en una sonrisa poniéndolos sobre la mesa, dejándole espacio a las rosas—. Y sabes que me encanta tener flores por toda la casa.— Sí, sí. Lo sé —se sentó en una de las sillas, viendo atento el cómo cortaba los tallos y las acomodaba delicadamente en aquellos cuatro enormes jarrones—. Si no tienes cuidado, un día de éstos las espinas volverán a hacerte daño.Vlad sonrió ampliamente, negando.— Las rosas ya no me volverán a herir.— ¿Cómo estás tan seguro?— Sólo hieren a los que no saben escucharlas. Ellas saben de quién defenderse