No pudo soportarlo mucho. Regresó a la habitación secando las lágrimas que bajaban por sus mejillas tras la partida de su hermano y, botando la sábana sobre la cama, se vistió con lo primero que encontró. Recogió su cabello con un listón y salió del departamento al tiempo que Control entraba y trataba de detenerle.
— ¿A dónde crees que vas?
— A despejarme un poco —respondió distraídamente, librándose del brazo que le mantenía presa—. Quiero olvidar la mala noticia que me acaban de dar para poder verte de nuevo a la cara sin sentir ganas de matarte.
Él simplemente la dejó ir sin decir nada de por medio. Ese gesto tan furioso y el tono de voz tan frío y cortante le decían que ya sabía el final que le acababa de dar a Locura, así que no había excusa que la mantuviera con él por el mo
— No estoy solo —sonrió, balanceando las puntas de los pies de un lado a otro—. Vivo con Mat. Entre los dos nos cuidamos.— ¿Mat? ¿Es tu hermano o algún familiar? —preguntó con ingenuidad.— Es mi novio —respondió en una enorme y brillante sonrisa, viéndole con la mirada llena de dulzura—. Hace años que vivimos aquí.— Ya veo —ahora se daba cuenta que era cierto: Celos y su hermano habían reencarnado en la Tierra. Por dentro le llenaba de felicidad el que ahora sí pudiesen estar juntos, pero otra parte le pedía que comprobara si aquello no era algo superficial; si el sentimiento tan puro y fuerte que representaba el pequeño no se había perdido con todos los miles de años que habían estado dormidos. Tenía que asegurarse que sus sentimientos no estaban corrompidos por la superficialidad d
— No entiendo por qué has cortado tantas rosas —preguntó el mayor al entrar con aquel cargamento a la casa—. Deben ser más de veinte.— Es que los floreros se ven tristes sin flores —respondió en una sonrisa poniéndolos sobre la mesa, dejándole espacio a las rosas—. Y sabes que me encanta tener flores por toda la casa.— Sí, sí. Lo sé —se sentó en una de las sillas, viendo atento el cómo cortaba los tallos y las acomodaba delicadamente en aquellos cuatro enormes jarrones—. Si no tienes cuidado, un día de éstos las espinas volverán a hacerte daño.Vlad sonrió ampliamente, negando.— Las rosas ya no me volverán a herir.— ¿Cómo estás tan seguro?— Sólo hieren a los que no saben escucharlas. Ellas saben de quién defenderse
— Es que tú eres diferente —suspiró Edgar—. ¿Sabes? Están pensando en prohibir incluso la palabra que los define —quisieron echar a reír cuando vieron en la cara de Mat la confusión, como si fuera un pequeño que no sabía absolutamente nada del tema del que le hablaban—. El que tan sólo menciones la palabra "gay" te hará merecedor a multa o a unos días en la cárcel, depende de lo que decidan "allá arriba."— Si no es que primero te encuentran los intolerantes extremistas que los exterminan.— ¿Exterminarlos en qué forma?— Ya sabes: los llevan a lugares apartados y les golpean. O los secuestran y después de haberlos hecho sufrir, los matan.Imágenes que solamente había visto en libros de historia donde se retrataban escenas de las guerras, donde pilas de muertos llenaban las calles y v
Las horas pasaban y ella seguía sentada en el piso de su habitación, con la vista clavada en el reloj que colgaba sobre su escritorio y el delineador corrido a causa de las lágrimas que acababa de derramar tras pelear por milésima vez con su padre por haber escogido el trabajo en el albergue para niños sin hogar en lugar del curso de ballet o el de teatro como cada año, además de otro mal entendido. ¿Es que le era tan difícil aceptar que ya tenía edad para tomar sus propias decisiones? Ya no era una niña a la que tenía que cuidar y estar detrás de ella siempre. Estaba a unos días de cumplir catorce y era consciente de que no era lo suficiente madura para ser independiente del todo, pero sí para tomar su propio camino. Era demasiado madura para su edad; era consciente de la responsabilidad que representaba el dejar las actividades en las que le esperaba un futuro exitoso para ayud
Se aferró de igual manera a su cuerpo, como si temiera caer una vez más en uno de sus tantos profundos y oscuros abismos invisibles; como si temiera perderse, ésta vez, para siempre.— Ya encontrarás tu propio ángel, pequeña. —por fin, el nudo en su garganta se minimizaba un poco para dejarle murmurar con voz suave.— Encontré uno hace mucho...— ¿Por qué no le pediste que se quedara contigo?— Porque no puedes obligar a un ángel a quedarse con alguien a quien no quiere —respondió triste, tratando de tragarse el llanto—. Ellos también tienen derecho de rechazar a los demás.— Oh, vamos, ¿quién no querría quedarse contigo? Eres una chica hermosa, amable, tranquila... lo único fastidioso es tu romanticismo. —bromeó, haciéndola sonreír un poco.— N
Se deshizo de sus prendas empapadas, arrojándolas a un rincón y se vistió despacio. Necesitaría un espejo para asegurarse de cómo se veía... necesitaba estar segura de que se veía bien con aquellas prendas de chico porque aunque se sintiera cómoda, no le bastaba para estar satisfecha. Se giró a todos lados, sin encontrar uno. Acomodó mejor la camisa y suspiró una vez más, saliendo de la pieza luego de echar la ropa mojada en una bolsa que encontró sobre la mesilla de noche.Se sentó a la mesa, dejando que ahora Mat se perdiera dentro de la habitación y dejó que Vlad empezara a cuestionarle mientras se sentaba frente a ella.— Mat piensa que escapaste de casa —asintió—. ¿Por qué? ¿Tienes problemas con tu papá?— Si sólo fuera eso, hubiera ido con mi tía al otro lado de la ciudad y
Las telas que adornaban los muros de la casilla escondida entre la naturaleza a las afueras de la ciudad no se encontraban ya en su lugar: habían pasado a ser material para las prendas que Aymé misma confeccionaba a su medida. En los tres días que llevaba viviendo con ellos, su ánimo estaba un poco mejor a pesar de la monotonía de estar encerrada en casa a causa de la lluvia.Suspiró, acomodándose mejor cerca de la ventana, dejando de lado el trozo de tela a media conversión a falda para centrar la vista en las gotas de lluvia que se mecían temblorosas en el marco.— ¿Y ese suspiro? —Vlad se encontraba atento a la limpieza, tarareando una melodía dulce que interrumpió al escucharle suspirar.— No es nada.— Estabas pensando en alguien —una media sonrisa apareció en el rostro de ambos al instante—. Esos suspiros son los que vienen
— ¡¿Cómo que lo perdiste de vista?! —la mandíbula del mayor se tensó, sin perder de vista el reflejo del chico de ojos esmeralda— Lo viste; lo tuviste tan cerca... ¿y no fuiste capaz de si quiera cruzar palabras con él?— Control, entiende. No era fácil con ese idiota...— ¡No me vengas con excusas! —gritó furioso, girándose abruptamente; dejándolo callado y con la vista clavada en el piso ante las miradas de Dolor y Muerte— Pudiste traérmelo con engaños; pudiste sacarle la vuelta a ese crío impertinente... y todo lo que hiciste fue jactarte del rol que jugamos en éste mundo miserable. ¿Y vienes a decírmelo tres días después?— Es que... ha salido el tema de los odiosos hermanitos y pues...— ¡Debiste decírmelo de inmediato!— Cálmate