Se aferró de igual manera a su cuerpo, como si temiera caer una vez más en uno de sus tantos profundos y oscuros abismos invisibles; como si temiera perderse, ésta vez, para siempre.
— Ya encontrarás tu propio ángel, pequeña. —por fin, el nudo en su garganta se minimizaba un poco para dejarle murmurar con voz suave.
— Encontré uno hace mucho...
— ¿Por qué no le pediste que se quedara contigo?
— Porque no puedes obligar a un ángel a quedarse con alguien a quien no quiere —respondió triste, tratando de tragarse el llanto—. Ellos también tienen derecho de rechazar a los demás.
— Oh, vamos, ¿quién no querría quedarse contigo? Eres una chica hermosa, amable, tranquila... lo único fastidioso es tu romanticismo. —bromeó, haciéndola sonreír un poco.
— N
Se deshizo de sus prendas empapadas, arrojándolas a un rincón y se vistió despacio. Necesitaría un espejo para asegurarse de cómo se veía... necesitaba estar segura de que se veía bien con aquellas prendas de chico porque aunque se sintiera cómoda, no le bastaba para estar satisfecha. Se giró a todos lados, sin encontrar uno. Acomodó mejor la camisa y suspiró una vez más, saliendo de la pieza luego de echar la ropa mojada en una bolsa que encontró sobre la mesilla de noche.Se sentó a la mesa, dejando que ahora Mat se perdiera dentro de la habitación y dejó que Vlad empezara a cuestionarle mientras se sentaba frente a ella.— Mat piensa que escapaste de casa —asintió—. ¿Por qué? ¿Tienes problemas con tu papá?— Si sólo fuera eso, hubiera ido con mi tía al otro lado de la ciudad y
Las telas que adornaban los muros de la casilla escondida entre la naturaleza a las afueras de la ciudad no se encontraban ya en su lugar: habían pasado a ser material para las prendas que Aymé misma confeccionaba a su medida. En los tres días que llevaba viviendo con ellos, su ánimo estaba un poco mejor a pesar de la monotonía de estar encerrada en casa a causa de la lluvia.Suspiró, acomodándose mejor cerca de la ventana, dejando de lado el trozo de tela a media conversión a falda para centrar la vista en las gotas de lluvia que se mecían temblorosas en el marco.— ¿Y ese suspiro? —Vlad se encontraba atento a la limpieza, tarareando una melodía dulce que interrumpió al escucharle suspirar.— No es nada.— Estabas pensando en alguien —una media sonrisa apareció en el rostro de ambos al instante—. Esos suspiros son los que vienen
— ¡¿Cómo que lo perdiste de vista?! —la mandíbula del mayor se tensó, sin perder de vista el reflejo del chico de ojos esmeralda— Lo viste; lo tuviste tan cerca... ¿y no fuiste capaz de si quiera cruzar palabras con él?— Control, entiende. No era fácil con ese idiota...— ¡No me vengas con excusas! —gritó furioso, girándose abruptamente; dejándolo callado y con la vista clavada en el piso ante las miradas de Dolor y Muerte— Pudiste traérmelo con engaños; pudiste sacarle la vuelta a ese crío impertinente... y todo lo que hiciste fue jactarte del rol que jugamos en éste mundo miserable. ¿Y vienes a decírmelo tres días después?— Es que... ha salido el tema de los odiosos hermanitos y pues...— ¡Debiste decírmelo de inmediato!— Cálmate
Un relámpago alumbró el cielo que se oscureció repentinamente, como la antesala de la desgracia que se venía, y un trueno retumbó en los cristales del negocio.— Algún día volverás a verlo. Quizá pronto. —susurró antes de desaparecer en un suspiro, como su hermano. Con la diferencia que, en lugar de desprenderse partícula por partícula para regresar a su mundo, solamente se difuminó y se trasladó hasta el punto donde había encontrado al pequeño Amor, topándose ésta vez con Aymé que había salido a estirar las piernas y se resguardaba de la lluvia con una vieja sombrilla que los chicos tenían escondida entre las cosas del armario.Muerte se acercó despacio, haciendo ruido al pisar una de las ramillas secas, llamando la atención de la chica, quien se sobresaltó un poco al verla de pronto.
De pronto, Mat reaccionó como si sus palabras hubieran sido la clave para traerle de regreso a la realidad. Sacudió enérgicamente la cabeza y se separó de él, viéndole con enojo.— ¡Ya una vez me lo quitaste! No dejaré que vuelvas a hacerle daño.Pensando en que se refería a cuando quisieron encerrarlo en Andrómeda, se sobresaltó.— ¿Es que... es que aún me guardas rencor por eso? ¡Tú fuiste el único culpable de morir! Si no te hubieras arrepentido a última hora...— ¿Morir? —le vio de manera extraña, dando un paso atrás— ¡Tú mataste a Vlad! Me llamabas hermano... como ahora... y lo mataste. ¡Y ahora sales de nuestras pesadillas dispuesto a hacerlas realidad! ¿Qué clase de monstruo eres? ¡Los demonios deben quedarse encerrados en las pesadillas
Muerte asintió con pesadez, dejando que la tomara del brazo, la levantara y la empujara hacia adelante para que le dirigiera por donde los había dejado escapar. Corrió sintiendo de pronto el cuerpo muy pesado y con el corazón latiendo a prisa, como si quisiera escapársele del pecho.Adelante, Mat aferraba lo más fuerte que podía la mano del menor quien, asustado y nervioso, trataba de seguir su ritmo, aferrando a su vez la mano de Aymé. Pero ni el haberse sujetado con fuerza de los dos le fue suficiente para no caer. De un momento a otro ya se encontraba en medio de un charco de lodo y había manchado las ropas de la chica.— ¿Te has lastimado? —preguntó preocupado el mayor, apresurándose a tomarlo entre sus brazos.— Duele, Mat... —se quejó, tomándose la pierna.— Creo que se la ha torcido. —Aymé le observó pr
— Tú, chiquillo molesto, no te atreverías a matarme ni aunque tu vida dependiera de ello —se acercó con paso lento, haciendo crujir las pocas ramas secas a sus pies—. No podrías matarme, porque no eres más que un débil humano ahora.Su sonrisa se amplió despacio al ver el nacimiento de ese toque rojizo en sus pupilas. Ese toque rojo carmesí que tanto le gustaba ver en él, porque era señal de que seguía siendo el mismo chico con el que se crió en el mundo de sus padres. Era muestra de que su esencia no había muerto y se mantenía intacta tal y como él lo recordaba.Aymé sacudió enérgicamente la cabeza y al verle pasar de largo, ignoró el dolor causado por las heridas al caer, y se abalanzó sobre él, tratando de detenerlo mientras le gritaba a Mat que tomara al menor en brazos y huyera.— No dejar
Control tomó al pequeño por el cuello para hacerlo callar, y presionó con fuerza, viéndole con el ceño fruncido mientras sus pequeñas manos se aferraban a sus brazos y sus hermosos ojos almendrados le veían suplicantes.— Siempre tienes que arruinar todo, Amor. —bufó, estrellando su cuerpo contra el grueso tronco de uno de los tantos árboles que les rodeaban para poder sostenerlo con una sola mano mientras perdía la otra en su bolsillo, sacando la navaja.Los ojos de Muerte se abrieron al máximo, sintiendo que el temor se apoderaba de ella sin que la dejara si quiera apartar la mirada de la escena; sólo pudiendo pedirle en silencio que se detuviera; que no le hiciera daño al pobre Amor.Control empuñó bien la navaja dispuesto a rasgarlo en dos para ver su sangre brotar y echarse, entonces, a reír triunfal. Pero nada salió tal y como