La mañana les despertó gentilmente asomando los escasos rayos de sol por la ventana que habían olvidado cerrar. Los ojos del mayor se abrieron trabajosamente, intentando no maldecir como acostumbraba al verse despierto por los cálidos rayos de luz. Le eran agradables, pero no soportaba el despertar de esa manera. Se movió un poco, pero al sentir el peso de Vlad sobre su pecho se detuvo. Le observó detalladamente, perdiéndose en los labios sonrosados que el menor mantenía entreabiertos y su rostro que simulaba estar hecho de porcelana: tan blanco, tan suave y delicado... tan frágil que era todo él.
Era frágil y delicado, como una rosa de esas que tanto le gustaba apreciar. Y él se sentía con el deber de protegerlo a toda costa. No dejaría que nada le afectara; no permitiría que alguien le dañara siquiera con el pensamiento. Lástima que no podía leer ni
Vlad tomó aire, cerrando los ojos, tratando de llenarse de valor para decírselo.— ¿A ustedes también se les hizo tarde para la escuela? —antes de que cualquier palabra saliera de sus labios, Aymé asomó la cabeza desde el auto de su padre, interrumpiendo sus pensamientos.Ambos giraron a verle, saludándole con sonrisas que ocultaron al instante lo que estaban por discutir. Saludaron de igual manera a su padre y subieron al auto después que les convencieran para que los acompañaran, porque a pie no llegarían a tiempo.Todo el camino trataron de no pensar en la plática que tenían pendiente; prefirieron hablar con la pequeña de las tareas que habían dejado el día anterior y bromear con las actitudes de los profesores, haciendo reír al hombre de eterno gesto serio cuando estaba detrás del escritorio de la dirección.Llegaro
— Tú no puedes saber eso —una chispa de esperanza porque cerrara de una vez la boca, pareció en el pequeño al escuchar a su novio y verle separarse de él en un movimiento brusco—. Tú no puedes saber lo que lo lastima y lo que no. Tú no puedes saber lo que pueden provocar las palabras.— Vamos. ¿Acaso crees que alguien a quien le molestan estaría tan tranquilo y con esa cara? —se acercó al menor, señalándole el rostro y, enseguida, tirándole del cuello de la camisa— Si le molestara, por lo menos te hubiera dicho desde antes, ¿no? Pero al parecer no pudo hacer ni siquiera eso.— Eso no...— ¿Me vas a decir que no significa nada? Mat, te diré algo: no deberías permitir que este "marica" se siga juntando contigo. Ya te está dando mala reputación sin que tú lo sepas. Si sigues a su lado, l
No había mucho qué decir: las cosas simplemente se fueron inclinando a aquello y Matías no estaba ahí para defenderlo.Ethan y los gemelos Smith le habían acorralado en la parte trasera de los baños, viendo burlonamente la manera en cómo jugueteaba nervioso con sus manos y bajaba la mirada, esperando que alguien llegara y los alejara de él.— ¿Qué pasa? ¿Esperas que llegue el inútil de Matías a salvarte? —no respondió. Se mantuvo con la vista baja, pidiendo en silencio que lo sacaran de ahí— Vamos, no tienes por qué ponerte nervioso, solamente quiero platicar contigo. Nada más queremos jugar contigo.— ¿Jugar? —preguntó bajo, viéndolo con miedo.Ethan asintió, mientras Cedric y su hermano reducían su espacio en el muro.— ¿Sabes? Mi padre te vio... y me d
Acababa de pelear con Ethan Almeida, el chico más alto y mayor de la clase, quien ahora yacía sobre la única camilla de la enfermería con el rostro hinchado.Matías estaba sentado frente a la dirección, esperando a sus tíos. Los habían mandado llamar después que lo detuvieron de camino a su clase al lado de sus amigos y Vlad. A ellos les dejaron ir tras pedirles explicaciones de lo sucedido, y aunque el menor no quería dejarlo tuvo que alejarse y volver solo al salón, donde todas las miradas le atacaron acusantes y silenciosas y donde en más de una ocasión bolitas de papel aterrizaban en su cabeza, con la corta frase "marica problema" escrita en su interior.Por su parte, el tiempo mataba lentamente a Mat; no porque temiera a los regaños o el castigo que de seguro le impondrían, sino porque le preocupaba que Vlad estuviera solo, a merced de los Smith y todos aquello
— Mat —se acercó por detrás, alargando despacio el brazo hasta rozarle el hombro—, ¿estás bien?Relajó un poco el cuerpo, bajando la cabeza y limpiando rudamente las lágrimas que ya resbalaban por sus mejillas.— Todo bien. No te preocupes. —dibujó una sonrisa floja, apenas perceptible, en un intento de hacerse el fuerte.No estaba acostumbrado a quebrarse por las cosas que sucedían frente a sus ojos. Ni siquiera se dejó vencer por la tristeza ni el odio puro cuando su madre murió... ¿por qué lo haría ahora?Respiró profundo y levantó la cabeza despacio, topándose con el menor de frente al abrir los ojos.Vlad no dijo nada. Tomó una de sus manos que hasta ahora se habían mantenido a los costados después de limpiar sus lágrimas y la aferró contra su pecho, acercándose
Cerró la puerta tratando de no distraerlos de su discusión. Pasó de largo frente a Vlad y, tomando ambas mochilas para vaciarlas sobre la cama sin importarle que algunos de los libros cayeran al suelo y se estropearan, las llenó a prisa con varias mudas de ropa escogidas al azar; una lamparilla y un par de abrigos al tiempo que las lágrimas volvían a brotar de sus ojos.— ¿Qué pasa? —el menor le vio preocupado sin moverse de la cama.— Tenemos que irnos.— Pero Sophie...— Quieren separarnos, Vlad. No entienden... no pueden entender nada. Y yo no puedo dejar que nos alejen.Le tomó de la mano, saliendo con él al pasillo tras asegurarse de que ambos adultos se había ido, y cruzaron la casa hasta la salida, viendo a Sophie sentada de espaldas a ellos en la sala, con la mirada perdida en el muro. Se despidieron de ella en silencio y salieron al f
Solos, rodeados de oscuridad y silencio.Habían terminado en la vieja iglesia a las afueras de la ciudad; esa misma que se encontraba abandonada desde hacía más de cincuenta años y que la naturaleza se estaba encargando de absorber. Caminaron entre los pasillos creando eco con sus pasos y rodeándose de una capa de polvo que se levantaba del piso a cada paso que daban. Las aves se colaban por entre los ventanales ahora ya sin cristales, revoloteando sobre sus cabezas antes de ocupar sus lugares entre las vigas del techo y un par de ratas se colaban entre sus piernas, corriendo presurosas a los agujeros que se encontraban en el muro detrás del altar, sobresaltando un poco al menor.Llegaron hasta una de las pocas bancas delanteras que aún quedaban completas y se sentaron, colocándose los abrigos en seguida al sentir una baja de temperatura repentina. El verano hacía poco que había quedado atrás
El mundo atravesaba por una crisis moral y de justicia. Ahora, todos vivían en medio de acciones automatizadas, olvidándose de detenerse si quiera a respirar y ver a su alrededor aunque fuese de reojo. Todos se quejaban de todo cuanto se atravesara frente a ellos y, sobre todo, se lamentaban de que las nuevas generaciones se estuviesen perdiendo en un mundo materialista y sin sentido... pero no hacían nada por solucionarlo o siquiera por averiguar a dónde había ido a parar tanto sentimiento que creyeron haber tenido antes en sus vidas. Tal vez, si hubiesen sido un poco atentos, podrían haberse dado cuenta que aunque vivían día a día con eso llamado "sentimientos", nunca los valoraron ni comprendieron del todo su significado, ni comprendieron el valor puro y verdadero que conllevaban. Estaban matando lentamente la memoria de los Antiguos que les dieron la vida y les cedieron sus conocimientos. Ahora ya todo se basaba en el hecho de "tener más para ser alguien.