—¡No sabes cuánto te esperé, cuánto soñé este momento!—Clarita, Clareta mía —Lo escuchaba mientras cerraba sus brazos alrededor de mí, con una emoción grave y fuerte que me conmovió, besando mi pelo, mi frente y yo me sentía segura y protegida como en un estuche, entre esos brazos grandes y su cuerpo que me cubría—. Fui un idiota al no haberte buscado, debí haber hecho más por ti y no lo hice, no merezco que me quieras así...—No digas eso, no lo digas, Adal —susurré, poniendo un dedo en su boca bella y sensual—. Al fin de cuentas sí llegaste. Aquel sobre me devolvió la vida, aunque tu carta me la quitó...—Debí buscarte cuando la aceptaste, pero dudaba de mí, de ti, de tu amor por mí, solo deseé que fueras libre y pudieras vivir una vida donde todo fuera n
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