Shasta se acercó a ella lentamente, esforzándose por dar cada paso, mirándola de arriba abajo una y otra vez, analizando cada rotura en sus ropas, cada moretón, siguiendo con los ojos cada lágrima. Le costaba moverse, sentía el cuerpo pesado y duro. Amira no echó a correr; se mantuvo inmóvil en un principio, trémula pero resignada, clavándole los ojos mientras una cantidad inmensa de sentimientos pasaba por ellos. Lo odiaba, probablemente. Pero, sobre todo, le tenía miedo. En cuanto estuvieron frente a frente, ella dio un tembloroso paso hacia atrás. -No te me acerques- exigió con severidad y su voz fue lo único que no tembló. Sonaba furiosa, asustada y exhausta, y su mente parecía debatirse entre esas emociones. Shasta volvió a observarla de arriba abajo, esforzándose por no demostrar nada en su rostro, tan inexpresivo como siempre pero, tal vez, un poco más lento, más aturdido. -¿Te…?- Se detuvo al darse cuenta de que su voz sonaba ronca, de que no le salían las pa
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