—Suéltame, ahora —le advertí con determinación —¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Ayuda! —bramé con todas mis fuerzas, intenté forcejear con aquel enorme hombre, pero apenas lograba moverlo un centímetro, aun así, estaba dispuesta a intentarlo —¡Ayuda!Solo necesitaba que una sola persona me mirara y corriera en mi auxilio o que gritara a mi lado para asustar al policía, así llamando la atención de todos.Pero, para mi mala suerte mis palabras se las llevó el viento como un cruel villano; nadie me escuchaba, nadie, absolutamente nadie nos prestaba atención, a excepción de un perro al otro lado de la calle, que ladraba mostrando sus colmillos con furia.Con sus grandes patas sacudía las rejas de metal, provocando un ruido infernal; estaba tan cabreado que en cualquier momento podría destrozar el portón sin tanto problema, sin embargo, su devastadora furia, no era capaz de ayudarme.Forcejeé aún más, sintiendo como mi cuerpo cedía involuntariamente a su agarre, no obstante,
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