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Todos los capítulos de Querido señor Müller: Capítulo 41 - Capítulo 50
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La hora de cenar
—¿Tienes miedo, Morgan o simplemente te doy asco? —inquirió.Yo deseaba tener una tijera entre mis manos para poder cortar la tensión que crecía entre ambos, además, debía pensar muy bien mis palabras, no deseaba ser hiriente o grosera, pero la verdad, no poseía ni una pizca de miedo, no obstante, sentía lástima, mucha lástima por él; muy divertido jugar a ser malo, pero llega un momento cuando miras a tu alrededor y el recuerdo constante del daño que has provocado por "tu trabajo" empieza a torturar tu cabezaY el que el señor Müller deseara ser atrapado por el oficial solo confirmaba mi teoría; él no podía más con la culpa que cargaba.—¿En qué piensas? —indagó con más urgencia, parecía desesperado por saber mi opinión.—Yo… Yo no pretendo juzgarte por t
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Por la puerta de atrás
No parecía divertirle que le negara algo. Eso solo lograba que su furia sexual creciera y yo empezaba a amar que se enojara durante el sexo… quería jugar con su enojo.Me apretó más contra la pared, rozando todo su miembro contra mi coño, grité sin esperarlo, no había notado lo desesperada que también me hallaba.Sentirlo duro y latir frenéticamente en mi boca era una experiencia de otro mundo, pero tenerlo en mi entrepierna, azotando con suavidad mi clítoris, con su verga húmeda y dura, era de otra galaxia.—Hace unas semanas —hablé jadeante, su mano se había posado en mi garganta aplicando la suficiente presión para electrificar todo mi cuerpo. No sabía si estaba correcto confesarle mi fantasía de masturbación, no obstante, quería hacerlo. Quería que me cogiera como lo había soñado en la ducha &md
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Consecuencias
Era lunes por la mañana, ya había pasado un día desde la noche apasionada en la que me entregué en cuerpo y alma al señor Müller, simplemente fue algo magnífico que nunca en mi vida podría olvidar. Las marcas de sus besos tatuaban mis pechos, sus manos masculinas se apoderaron de una manera sobrenatural, Müller había logrado enloquecer mi ser.Al final de cuentas, esto era lo que necesitaba, dejarme llevar por la lujuria y el deseo. Caer en sus garras y ser devorada por una bestia hambrienta, todo eso en secreto… uno que nos seguiría hasta la tumba.Aun, no recibía ninguna carta suya y lo comprendía, debía estar ocupado resolviendo el problema del policía. Sin embargo, una parte de mí deseaba que se alejara, que la comunicación entre nosotros se cortara para siempre y otra parte de mi cuerpo, ya lo extrañaba. No sabía qué p
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Mentiras y más mentiras
El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera. —Alexander Pope. Encerrada en el pequeño cubículo del baño, inhalando el aroma a desinfectante barato. Sintiendo como el corazón se me desborda y las manos no me dejan de titiritar. No hay ni un solo ruido exterior, solo yo, una mujer desesperada escuchando a la chica que llamó alguna vez su amiga, destrozada y rota, porque ha perdido su trabajo por culpa mía, sin ella saberlo.Estaba claro que quemar aquellos papeles traería consigo una serie de consecuencias, pero jamás me pude imaginar que lo pagaría Adeline, ella era muy dedicada en su trabajo y estaba dispuesta a ayudarme en el mío sin recibir nada a cambio; siempre había estado para mí y yo le había fallado.—Lo siento mucho —
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Mentiras y más mentiras, segunda parte
El reloj que colgaba en la pared encima del ascensor marcaba ya las 6:30 a.m. y mi cabeza solo repetía una misma duda ¿Ya se habría ocupado del policía? Se trataba de un pensamiento frívolo, lo sabía claramente, pero mi mente constantemente se llenaba de pena al recordar el beso que le robé al policía… en su rechazo y el bochorno por el cual pasaba cada vez que me lo cruzaba.Además, saber que podría ponerme en peligro o arruinarme la vida provocaba algo dentro de mí, difícil de explicar, solo deseaba que desapareciera de mi vida.Pensar en el oficial me ponía muy nerviosa, mi cabeza lo observaba como una amenaza y ya, no podía mirarlo de otra forma…Las puertas del ascensor se abrieron revelando al jefe; su cabeza tupida de cabello se empezaba a teñir con mechones blancos, recordándole al mundo su mortalidad, a pesar de ser todo un magna
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Un mal día para ser Morgan
Su boca se abrió demostrando asombro, estaba claro que no esperaba una respuesta así de mi parte ni siquiera, yo sabía cómo fui capaz de hacerlo. Simplemente me sentía agotada de su presencia, quería un poco de soledad por unos minutos, que tan difícil podía ser estar lejos de mi jefe, de mis pensamientos y de la culpa. No sabía si volvería a ser capaz de volver a ver a Adeline a los ojos, ella me odiaría si supiera la verdad, pero para mi suerte, sería otro secreto que me llevaría a la tumba.—Así que, te deseo suerte y que te diviertas llevándole el chismecito al “jefecito” —mi cuerpo vibró al ritmo del relámpago, el clima se volvía más violento y aterrador. El cielo gris oscuro anunciaba malos presagios para aquellas personas como yo, las cuales buscaban refugió entre los vastos árboles inestables —
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Las cenizas del alcalde
Probablemente se trataba del karma instantáneo dándome un poco de mi propia medicina o simplemente se reducía en un golpe de mala suerte.Como fuese, me sentía humillada siendo el centro de atención de aquel espectáculo; mojada de pies a cabeza, con largas y frías gotas de agua deslizándose por mi rostro removiendo poco a poco el maquillaje y las cenizas del muerto, sin embargo, mi traje, por más mojado que se hallara parecía encariñado con las cenizas, porque se aferraba a ellas con intensidad.La gente no dejaba de mirarme con curiosidad, al parecer, yo no era la única que se había visto afectada por el enfado de la mujer. Varias personas, al igual que yo, lamentaban su ropa sucia, sus zapatos, hasta sus pertenencias teñidas de aquel gris tan particular.Lo peor, es que lo presentía. Una parte de mí se lo imaginaba y se lo esperaba, aun así, q
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Atrapada
—Suéltame, ahora —le advertí con determinación —¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Ayuda! —bramé con todas mis fuerzas, intenté forcejear con aquel enorme hombre, pero apenas lograba moverlo un centímetro, aun así, estaba dispuesta a intentarlo —¡Ayuda!Solo necesitaba que una sola persona me mirara y corriera en mi auxilio o que gritara a mi lado para asustar al policía, así llamando la atención de todos.Pero, para mi mala suerte mis palabras se las llevó el viento como un cruel villano; nadie me escuchaba, nadie, absolutamente nadie nos prestaba atención, a excepción de un perro al otro lado de la calle, que ladraba mostrando sus colmillos con furia.Con sus grandes patas sacudía las rejas de metal, provocando un ruido infernal; estaba tan cabreado que en cualquier momento podría destrozar el portón sin tanto problema, sin embargo, su devastadora furia, no era capaz de ayudarme.Forcejeé aún más, sintiendo como mi cuerpo cedía involuntariamente a su agarre, no obstante,
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Para siempre
Un disparo desconocido ¿había acertado o fallado? ¿Venía en mi dirección o en la de Derek?¿Acaso aún seguía viva? Mi mente era un lío completo, me estaba costando más de lo esperado recuperarme; mis dedos se sentían extraños y para ser exacta, irreales.Mi cuerpo entero no parecía ser real, se sentía ligero y transparente, era como estar envuelta en una pesadilla de la cual no sabía escapar.¿Dónde estaba? ¿Estaba pensando o hablando? Mi cabeza se hallaba perdida y sumergida en las relajantes caricias que me propiciaba una mano amable; era inusual, pero lograba distinguir con tanta facilidad el calor emergiendo de su palma y la callosidad de la yema de sus dedos con extrema claridad. Su presencia me relajaba, a la vez que aliviaba la presión que sentía mi cerebro.—No te detengas —le susurré con di
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Desconocido
—Por favor —bufé despidiendo el aire por mi boca en el intento de no volver a caer dormida —no hagas esto más difícil, ni siquiera te conozco; no sé cuál es tu nombre real o de dónde vienes. Lo único que sé dé ti es que eres un traficante de armas y que mataste a tus “amigos” y que un loco me secuestró porque pensaba que tu amigo Koch continuaba vivo ¿acaso debo soportar otro secuestro, ya sea por odio a ti o por el de tus amigos muertos?—Claro que no —repuso con timidez, no era capaz de mirarme a los ojos, parecía apenado y frustrado. En realidad, Müller no era tan malo como se murmuraba o como él intentaba hacerlo creer, o al menos, esa era mi impresión.—¿Entonces? ¿Pretendes que confíe en alguien que no conozco? —proseguí, forzándome a ignorar el intenso dolor de cabeza que n
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