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¿Y esa carta?
Tres días después.“Las protestas se han vuelto más violentas, el número de muertos y heridos no deja de aumentar con creces; después de la muerte del alcalde un grupo de ciudadanos se ha unido en busca de justicia y con una única misión derrocar a la mano derecha del exalcalde, quien según se rumora no solo pretende tomar el puesto vacío, sino que hay evidencias de que se ha robado una buena cantidad de dinero” —continuó hablando la periodista, las imágenes mostradas en pantalla resultaban desgarradoras y trágicas; tanto como abuso de poder de parte de los oficiales como personas atacándolos sin control.—Mamá, creo que el otro día dejé en tu automóvil mi libreta —mencionó Matías, llevaba el cabello despeinado y aún usaba su pijama, a pesar de ser ya las once de la mañana. Agradecía su c
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¿Una señal?
Mi cuerpo estaba tenso, pero al menos, agradecía que no hubiera leído lo escrito en la carta, de lo contrario, mi vida se arruinaría para siempre… Jamás podría explicarle lo que Müller o como se llame, lo que ocasiona en mí.Observé la carta, asegurándome de que Matías no volviera a entrometer sus manos en ella o que, saltara hacia mí arrebatándome el trozo de papel.Mi corazón saltaba y golpeaba mi pecho con ímpetu ¿Cómo se suponía que debía reaccionar si todo mi cuerpo entraba en corto circuito al recordarlo? Y aún más, cuando volvía a recordar el inicio de todo.“Tal vez, usted es lo que necesito para apagar el incendio dentro de mí. Lo siento mucho por haber huido la otra noche, pero si acepta le prometo que eso no volverá a suceder. Déjeme arder en su infierno, señor Mü
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Todo menos una señal
Besos suaves y húmedos.Gemidos leves cargados de lascivia.Tenía una chispa de envidia al no ser yo quien estuviera ahí dentro; temiendo a ser atrapada, sin embargo, siendo incapaz de detenerme… embriagada por la lujuria e imaginando como mis labios navegan por su piel desnuda en busca de que aquello tan prohibido que mi cuerpo anhelaba probar. Me torturaba su presencia y el pensarlo, no podía evitar fantasearlo cada vez que mis ojos se cerraban… me moriría de ganas de confesarle lo que pensaba y que él, lo volviera realidad.Un gemido cortado se escapó de la boca de alguna de las mujeres, se oían desesperadas y hambrientas, la timidez que una de ellas poseía, parecía que se había espumado gracias la creciente pasión.Hacía mucho calor en los vestidores, tanto que la ropa formal del trabajo iniciaba a estorbar; mi cerebro ardía en llamas y un e
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La fiesta
No muy segura de mí misma me di los últimos retoques; aún no creía lo que estaba haciendo, iba en contra de mi instinto y de todas las posibles opiniones de mi familia si supieran quien es realmente el señor Müller…Por ahora, me abstenía a responder preguntas sobre él e inmediatamente cambiaba de tema; como era de esperarse Matías no se había podido contener y le comentó a mi madre, quien ahora también me acosaba constantemente con el asunto, pero no era tan malo como parecía y para mi suerte ninguno de los dos lo relacionó con el Müller que mantuvo aterrado al vecindario por unos cuantos días.De hecho, creían que por yo llamarle “señor” ya era un hombre millonario de la ciudad y sin dudarlo, mi madre le había dado el visto bueno…—¡Mamá! —gritó Matías desde el pasillo,
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Compórtate bien
Lo escuché esbozar una sonrisa cerca de mi mejilla a la vez, que su cuerpo entero se relajaba al igual que el mío. Nos hallábamos envueltos en una burbuja cargada de tensión y no precisamente por disgustos, oyendo como los grillos nos sumergían más y más en una prisión de la cual luego nos costaría escapar.—¿Nos vamos? —pronunció, permitiéndose el privilegio de poseer mis caderas entre sus largos dedos, sin embargo, no era capaz de mantenerse quieto en un solo lugar y con lentitud y suavidad trazó un nuevo camino desde mis nalgas hasta mi espalda alta —¿estás preparada?—He… lo estaría si usted dejara de manosearme —espeté sin poder contener una risita, no obstante, una pequeña pizca de miedo arrasó conmigo ¿y si alguien nos veía? ¿O Matías volvía? Lo mejor era marcharno
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Complicidad
Sus ojos, ese era el verdadero problema; no sus músculos definidos, ni su capacidad de sonrojarme o mojarme a su antojo. Tampoco, la delicadeza y la brutalidad de su tacto sobre mi piel o el peligroso poder de hacerme olvidar todos mis enojos, problemas y tristezas cuando está a mi lado. Era su mirada obscura, posesiva y dominante, la única culpable de hacerme caer en un agujero sin salida, de ceder a todos sus sucios apetitos sin dudarlo, de hipnotizarme y convertirme en una persona completamente distinta.Así que si, la forma en la que me observaba me estaba llevando a la locura. Nunca en vida hubiera permitido que dos hombres me mirarán de aquella manera o que jugaran con mi mente como ellos lo hacían; sabían que estaba nerviosa y, aun así, se aprovechaban de ello para hacerme enloquecer.Conversaban con normalidad y de repente, alguno de ellos soltaba una pregunta referente a los leves espasmos que causaban la
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Algo extraño
Como era de esperarse su amigo soltó una risita, relajando su rostro, al igual que sus músculos y después, mordió su labio inferior sin dejar de sonreír. Yo esperaba que se tratara de una simple broma, pero era imposible que lo fuera; notaba el leve temblor de sus manos que solía surgir cuando hallaba excitado, su voz y su conducta, habían cambiado, tornándose gruesa y grave, con una personalidad juguetona. —Te conozco hace años, Dom y aún no me canso de recordarte que estás chiflado —avanzó unos cuantos pasos con timidez, como si temiera ser rechazado por mí.—Eres un rogado, no es la primera vez que hacemos esto —reveló Müller sonriendo, a la vez que de reojo divisaba a las personas nos observaban a lo lejos.—¡Yo, exijo contexto! —exclamé, girándome sobre mi propio eje y tomando a Müller con ímpe
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¿Con dos?
Avanzamos despacio hacia el interior de la acogedora habitación; esta se hallaba cálida y algo obscura. No tenía mucho que resaltar, solo una cama matrimonial con sabanas blancas y algunas almohadas que daban la impresión de ser cómodas; también, había un sofá mediano color beige cerca del muro delante de mí. Toda la fachada resplandecía de un color blanco opaco y el techo estaba hecho de madera clara como el mismo piso. Asimismo, a mi derecha, se alzaba una televisión de 50 pulgadas colgada en la pared poco adornada y, justo debajo de ella una cómoda café con detalles cincelados.Tomé asiento en la cama, y pude apreciar la calidad del colchón al instante, era como estar sentada en las nubes o en una pila de algodón. Esto era exactamente lo que necesitaba mi cuerpo entero y mi mente; relajarse de los acosadores pensamientos e imágenes perturbadoras. Me sentía segura, gracias a Müller y amaba esa peligrosa sensación de confort que solo él lograba transmitirme.Cerré los ojos po
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No apto para todo publico
Estaba a punto de lograrlo o eso creía. Los nervios me jugaban una mala pasada ¿y como no hacerlo? Ambas miradas dominantes me observaban cada uno de mis movimientos; por un lado, estaba Müller quien me miraba con ternura y lujuria, inspirándome confianza y el impulso necesario para proseguir.Luego, estaba William, su amigo; no había ternura en su mirada, solo una profunda seriedad que encajaba tan bien con el fuego de sus ojos ¿con quién debía iniciar?Inhalé e instintivamente estiré mi mano izquierda hacia Müller; deslizando mis dedos por su dureza y por aquel bulto hinchado que deseaba probar, le sonreía con malicia, demostrándole que yo también podía ser una chica mala si me lo proponía.Resultaba exquisito el movimiento de mis dedos por encima del oscuro pantalón me entusiasmaba, me llenaba de orgullo, pero no era suficiente… Neces
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No apto para todo publico 2
Debía estar loco cómo para destrozarme el vestido en un lugar desconocido, rodeada de personas desconocidas y, sí que lo estaba ¿Cómo se suponía que volvería a casa? O ¿saldría de la habitación sin sentir que el alma se me escapa de las manos?Mi idea era pasar desapercibida, pero esto… Estaba asombrada.Sin palabras, observando como mis pezones se endurecían poco a poco, apuntando amenazantes hacia Müller, quien no le importaba en lo absoluto mi vestimenta desgarrada o mi creciente enojo.Bueno, aún no sabía si estaba de verdad enfadada, porque, pese a, que mi cerebro gritaba cualquier tipo de grosería, mi cuerpo, en cambio, ansiaba ser tomado ahora mismo por ambos hombres, en especial por él ¿a quién debía obedecerle? ¿A mi cerebro o a mis hormonas?—Eres un desgraciado —pronuncié, avanzando
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