—Suéltame, ahora —le advertí con determinación —¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Ayuda! —bramé con todas mis fuerzas, intenté forcejear con aquel enorme hombre, pero apenas lograba moverlo un centímetro, aun así, estaba dispuesta a intentarlo —¡Ayuda!
Solo necesitaba que una sola persona me mirara y corriera en mi auxilio o que gritara a mi lado para asustar al policía, así llamando la atención de todos.
Pero, para mi mala suerte mis palabras se las llevó el viento como un cruel villano; nadie me escuchaba, nadie, absolutamente nadie nos prestaba atención, a excepción de un perro al otro lado de la calle, que ladraba mostrando sus colmillos con furia.
Con sus grandes patas sacudía las rejas de metal, provocando un ruido infernal; estaba tan cabreado que en cualquier momento podría destrozar el portón sin tanto problema, sin embargo, su devastadora furia, no era capaz de ayudarme.
Forcejeé aún más, sintiendo como mi cuerpo cedía involuntariamente a su agarre, no obstante,
Un disparo desconocido ¿había acertado o fallado? ¿Venía en mi dirección o en la de Derek?¿Acaso aún seguía viva? Mi mente era un lío completo, me estaba costando más de lo esperado recuperarme; mis dedos se sentían extraños y para ser exacta, irreales.Mi cuerpo entero no parecía ser real, se sentía ligero y transparente, era como estar envuelta en una pesadilla de la cual no sabía escapar.¿Dónde estaba? ¿Estaba pensando o hablando? Mi cabeza se hallaba perdida y sumergida en las relajantes caricias que me propiciaba una mano amable; era inusual, pero lograba distinguir con tanta facilidad el calor emergiendo de su palma y la callosidad de la yema de sus dedos con extrema claridad. Su presencia me relajaba, a la vez que aliviaba la presión que sentía mi cerebro.—No te detengas —le susurré con di
—Por favor —bufé despidiendo el aire por mi boca en el intento de no volver a caer dormida —no hagas esto más difícil, ni siquiera te conozco; no sé cuál es tu nombre real o de dónde vienes. Lo único que sé dé ti es que eres un traficante de armas y que mataste a tus “amigos” y que un loco me secuestró porque pensaba que tu amigo Koch continuaba vivo ¿acaso debo soportar otro secuestro, ya sea por odio a ti o por el de tus amigos muertos?—Claro que no —repuso con timidez, no era capaz de mirarme a los ojos, parecía apenado y frustrado. En realidad, Müller no era tan malo como se murmuraba o como él intentaba hacerlo creer, o al menos, esa era mi impresión.—¿Entonces? ¿Pretendes que confíe en alguien que no conozco? —proseguí, forzándome a ignorar el intenso dolor de cabeza que n
Tres días después.“Las protestas se han vuelto más violentas, el número de muertos y heridos no deja de aumentar con creces; después de la muerte del alcalde un grupo de ciudadanos se ha unido en busca de justicia y con una única misión derrocar a la mano derecha del exalcalde, quien según se rumora no solo pretende tomar el puesto vacío, sino que hay evidencias de que se ha robado una buena cantidad de dinero” —continuó hablando la periodista, las imágenes mostradas en pantalla resultaban desgarradoras y trágicas; tanto como abuso de poder de parte de los oficiales como personas atacándolos sin control.—Mamá, creo que el otro día dejé en tu automóvil mi libreta —mencionó Matías, llevaba el cabello despeinado y aún usaba su pijama, a pesar de ser ya las once de la mañana. Agradecía su c
Mi cuerpo estaba tenso, pero al menos, agradecía que no hubiera leído lo escrito en la carta, de lo contrario, mi vida se arruinaría para siempre… Jamás podría explicarle lo que Müller o como se llame, lo que ocasiona en mí.Observé la carta, asegurándome de que Matías no volviera a entrometer sus manos en ella o que, saltara hacia mí arrebatándome el trozo de papel.Mi corazón saltaba y golpeaba mi pecho con ímpetu ¿Cómo se suponía que debía reaccionar si todo mi cuerpo entraba en corto circuito al recordarlo? Y aún más, cuando volvía a recordar el inicio de todo.“Tal vez, usted es lo que necesito para apagar el incendio dentro de mí. Lo siento mucho por haber huido la otra noche, pero si acepta le prometo que eso no volverá a suceder. Déjeme arder en su infierno, señor Mü
Besos suaves y húmedos.Gemidos leves cargados de lascivia.Tenía una chispa de envidia al no ser yo quien estuviera ahí dentro; temiendo a ser atrapada, sin embargo, siendo incapaz de detenerme… embriagada por la lujuria e imaginando como mis labios navegan por su piel desnuda en busca de que aquello tan prohibido que mi cuerpo anhelaba probar. Me torturaba su presencia y el pensarlo, no podía evitar fantasearlo cada vez que mis ojos se cerraban… me moriría de ganas de confesarle lo que pensaba y que él, lo volviera realidad.Un gemido cortado se escapó de la boca de alguna de las mujeres, se oían desesperadas y hambrientas, la timidez que una de ellas poseía, parecía que se había espumado gracias la creciente pasión.Hacía mucho calor en los vestidores, tanto que la ropa formal del trabajo iniciaba a estorbar; mi cerebro ardía en llamas y un e
No muy segura de mí misma me di los últimos retoques; aún no creía lo que estaba haciendo, iba en contra de mi instinto y de todas las posibles opiniones de mi familia si supieran quien es realmente el señor Müller…Por ahora, me abstenía a responder preguntas sobre él e inmediatamente cambiaba de tema; como era de esperarse Matías no se había podido contener y le comentó a mi madre, quien ahora también me acosaba constantemente con el asunto, pero no era tan malo como parecía y para mi suerte ninguno de los dos lo relacionó con el Müller que mantuvo aterrado al vecindario por unos cuantos días.De hecho, creían que por yo llamarle “señor” ya era un hombre millonario de la ciudad y sin dudarlo, mi madre le había dado el visto bueno…—¡Mamá! —gritó Matías desde el pasillo,
Lo escuché esbozar una sonrisa cerca de mi mejilla a la vez, que su cuerpo entero se relajaba al igual que el mío. Nos hallábamos envueltos en una burbuja cargada de tensión y no precisamente por disgustos, oyendo como los grillos nos sumergían más y más en una prisión de la cual luego nos costaría escapar.—¿Nos vamos? —pronunció, permitiéndose el privilegio de poseer mis caderas entre sus largos dedos, sin embargo, no era capaz de mantenerse quieto en un solo lugar y con lentitud y suavidad trazó un nuevo camino desde mis nalgas hasta mi espalda alta —¿estás preparada?—He… lo estaría si usted dejara de manosearme —espeté sin poder contener una risita, no obstante, una pequeña pizca de miedo arrasó conmigo ¿y si alguien nos veía? ¿O Matías volvía? Lo mejor era marcharno
Sus ojos, ese era el verdadero problema; no sus músculos definidos, ni su capacidad de sonrojarme o mojarme a su antojo. Tampoco, la delicadeza y la brutalidad de su tacto sobre mi piel o el peligroso poder de hacerme olvidar todos mis enojos, problemas y tristezas cuando está a mi lado. Era su mirada obscura, posesiva y dominante, la única culpable de hacerme caer en un agujero sin salida, de ceder a todos sus sucios apetitos sin dudarlo, de hipnotizarme y convertirme en una persona completamente distinta.Así que si, la forma en la que me observaba me estaba llevando a la locura. Nunca en vida hubiera permitido que dos hombres me mirarán de aquella manera o que jugaran con mi mente como ellos lo hacían; sabían que estaba nerviosa y, aun así, se aprovechaban de ello para hacerme enloquecer.Conversaban con normalidad y de repente, alguno de ellos soltaba una pregunta referente a los leves espasmos que causaban la