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Todos los capítulos de Querido señor Müller: Capítulo 11 - Capítulo 20
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No tengo miedo ¿o si?
Suspiré, esta vez, pensándomelo un poco mejor, pero, aun así, el alcohol continuaba impulsándome en esta tremenda estupidez.—Ay, dios —susurré para mis adentros. Abajé mis manos con sutileza, no quería que se sintiera amenazado y mucho menos, que una bala terminara en mi pecho. Desabroché el botón del pantalón y acto seguido comencé a desnudarme. Él no apartaba su vista ni por segundo, su rostro había cambiado, lo notaba a pesar de la distancia que nos separaba ¿acaso le estaba empezando a gustar todo esto?Una vez con el pantalón fuera, procedí a quitarme mi ropa interior, no sabía que haría después cuando me encontrara completamente desnuda ante el sujeto, no tenía planes y el hombre no me ayudaba mucho en todo esto.El efecto del licor se empezaba a evaporar y ahora, me sentía avergonzada, pero no lo s
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El presente
Restriego mis tetas sobre el vidrio, imaginando que la situación había sucedido de manera diferente. Imaginando como se sentiría rozarlas contra su dureza. Me había negado por días en pensar en aquel encuentro, me sentía avergonzada y cobarde, porque en el fondo, yo si deseaba ser poseída por él. Recordé la intensa mirada del señor Müller, ahora el calor que me había abrasado hace unos minutos se convertía en llamas y el chorro de agua se transformaba en su glande, en esa cabecita rosada que comenzaba a hacerme delirar. Con los parpados cerrados me dejé llevar por la imaginación, la fantasía que yo hubiera aceptado su propuesta indecente.Sueño con el señor Müller, aquí, a mi lado, en la ducha, mirándome lascivamente. Inclino la cabeza hacia atrás, arqueando la espalda mientras mi clítoris palpitante es asedi
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Malas intenciones
Apagué la cocina y guardé las patatas en su lugar. No tenía sentido cocinar cuando en unos minutos tendría la oportunidad de comer en un restaurante con Adeline. Volví acercarme a la ventana, aún no había rastro de los hombres fortachones y eso me alegraba, probablemente nunca más los volvería a ver. No obstante, preferí meter el cuchillo más filoso de mi cocina en mi bolso, seguidamente introduje mi gas pimienta y el dinero que utilizaría hoy. Antes de salir casa me aseguré de cerrar todas las ventanas, puertas y guardé las cosas valiosas en un lugar donde nadie podría encontrarlas.Mejor prevenir que lamentar, salí de la casa despacio sin prisa, parecía paranoica, pero no me fiaba de los hombres del señor Müller. Corrección, no me fio del señor Müller.Abrí la puerta de mi viejo automóvil y entré en
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Oh, querido señor Müller
Salí del local, aferrándome con fuerza a mi pequeño bolso, pero mortal. Si ellos intentaban moverse o algo que me hiciera dudar, no tendría miedo en sacarles el cuchillo.En mi vida jamás había visto a alguien morir, ni mucho menos yo he hecho algo así, pero esperaba en el fondo tener la fuerza para poder ejecutar tal acción si las cosas llegaban a subir de tono.—¿Su jefe nos les dijo que pasaría se volvían acercar a mí? —los sujetos no se movieron de su sitio, pero por sus ojos pude notar que estaban alarmados. Me empezaba arrepentir de mis palabras, mi triste gas pimienta no lograría librarme de las garras del señor Müller —¿Cómo me encontraron? —pregunté con recelo. Ellos volvieron a mantenerse en silencio ¿es que acaso el gato se les comió la lengua —¿pueden dejarme de seguir o al menos respo
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Tic -tac
11 de agosto del 2021Querida señorita Fischer.¿Puerco asqueroso? Me ha dejado sin palabras, Morgan. Esperaba cualquier cosa, excepto esto.Wau, respondiendo sus otras preguntas, no sé si tengo una clase de fetiche con las mujeres mayores, la verdad nunca he probado una fruta madura, pero, no tengo dudas que su sabor debe ser exquisito y bobo debe ser el hombre que no las respete, las amé y las haga gozar en la cama.Pero sabes, Morgan, tú tal vez si tienes una fascinación por los hombres un poco menores que tú ¿o debo recordarte la noche en la que te desnudaste para mí? Y no pienses mal, no me estoy quejando, me encantó verte, Morgan, aunque fue una lástima que hayas huido. Posiblemente, te hubiera ayudado gritar como una pequeña gatita… Soy experto apagando incendios, si no me crees puedo demostrártelo… No tengo problemas con ello…Deb
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A las puertas del infierno
Con nerviosismo introduje la carta en la guantera. No entendía muy bien cómo actuar ahora, él mencionó que les hiciera cualquier gesto a sus hombres, pero sonaba más fácil de lo que era. Yo soy una cobarde nata desde siempre, solo el alcohol lograba sacar un poco salvajismo de mi interior, pero ahora, solo contaba con una jaqueca enorme y un deseo desmedido sobre tal propuesta.Cerré mis ojos pensando en el señor Müller, recordando la sensualidad que ese hombre emanaba, terriblemente atractivo, terriblemente peligroso. Pero ese era su encanto. Como arte de magia abrí un poco las piernas y me relajé. Respirando con dificultad y apretando de vez en cuando mi candente coño. No sabía que estaba a punto de hacer, pero la idea de estar aquí acariciándome un poco me volvía loca. Tal vez, necesitaba reconsiderar mi decisión y dejarle claro mis sentimientos a Mülle
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Tabú
El aire apenas llegaba a mis pulmones, la llamada misteriosa me hacía pensar que tal vez, el señor Müller se había tomado por fin la decisión de comprarse un celular.¿Pero cómo consiguió mi número? —pensé —¿eso importa? Además ¿por qué no hablaba? A través del teléfono escuchaba los autos pasar y personas a lo lejos conversar, algo que me resultaba aún más misterioso. Me animé hablar primero, si era el señor Müller no quería desaprovechar la oportunidad de ser sincera con él.— Señor Mü…—¡Mamá! ¿Me oyes? ¿Hola? —gritó una voz masculina, la reconocí de inmediato, me sentí aliviada, pero al mismo tiempo defraudada.—¿Matías? ¿Cambiaste de número? —le pregunté
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Una noche atípica
Me levanté más temprano que nunca. Estaba a punto de explorar de la emoción. Quería que el día pasara rápido y para mi suerte, así fue. En un cerrar y abrir de ojos ya me encontraba sentada en el sofá pensando en todas las posibilidades. ¿Tal vez era un error asistir? O tal vez no, aun mi cabeza seguía perdida en las palabras de mi hijo ¿Y si se llegaba a enterar? Dios, de seguro odiaría… todo este asunto resultaba más difícil de lo que parecía. ¿Cómo lo lograba Elizabeth? Siempre tenía una sonrisa en su rostro, hacia ejercicio todas las mañanas, trabajaba, es madre y, aun así, lograba disfrutar de su sexualidad de una manera responsable. ¿Y yo? Pues, tenía que empezar a buscar ideas de como carajos le iba a dar un carro a mi hijo. Es verdad que mi salario es bastante estable ¿pero lo suficiente para comprar un auto que vale más que todo lo que tengo? Nunca le había negado nada a Matías, pero ahora empezaba a ser más difícil mantener todo esto. <
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¿Hola?
Los taxis empezaban a irse, las tiendas alrededor cerraban sus puertas y los jóvenes enamorados recogían sus cosas para marcharse a casa. Había pasado mucho tiempo ya, no tenía ni idea de cuanto, pero ya el frio volvía a traspasar mi ropa. Me sentía asustada de estar tan sola en el parque y de volver a casa caminando. No había nadie cerca que me prestara su teléfono para llamar a algún vecino, taxi o algo… empezaba a preocuparme.¿Por qué Müller me hizo venir hasta aquí si no pensaba presentarse?Me sentí decepcionada, abrumada con unas inmensas ganas de llorar. Me sentía engañada y tonta, pero con la toda mi fuerza me levanté de la banca, miré ambos. No era buena idea volver a casa y pasar nuevamente el espeso bosque sola. Debía buscar algún lugar abierto, probablemente allí me ayudarían. Tomé con fuerza
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Santo delirio
Subí al automóvil sin ni siquiera pronunciar una sola palabra. Todo esto me resultaba tan extravagante, tan extraño... y tan sensual como el hombre delatante de mí; llevaba puesto un suéter con pucha de color gris y unos pantalones jeans un poco flojos y rotos, por primera vez noté que llevaba consigo un reloj dorado, este no movía sus manecillas.Él me sonrió abriéndome campo en la espaciosa camioneta, nos acomodamos de manera que ambos quedáramos frente a frente, eso en definitivamente no ayudaba en nada a mis nervios. La chica me sonrió por última vez antes de cerrar la puerta con un fuerte golpe. Pude darme cuenta que el vidrio no solo por fuera se encontraba forrado con aquel papel negro, desde adentro no se podía observar nada hacía fuera. Eso me estremeció aún más cuando la rodilla de Müller rozó con la mía. Intentaba llamar m
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