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Señor
No lo había pensado. No era un tema que me importara, sin embargo, me acusaba intriga ¿señor Müller? ¿Por qué lo llamaba por su apellido, si claramente me sabía su nombre? Todos conocían su nombre ¿Por qué señor? No estaba casado, no tenía hijos ni mucho menos los cuarenta años le estaban pisando los talones, pero todo se resumía que me excitaba llamarlo así “señor” “amo”Me abofeteé mentalmente, lo que empezaba a pensar ya no tenía sentido alguno, no obstante, era interesante idealizarlo como una fiera salvaje apasionado del BDSM y un amante estupendo. Mordí mi labio inferior, tenía miedo de que mis fantasías se convirtieran en una horrible pesadilla. Y ante mí no estuviera esa fiera, al contrario, me encontrara frente a un bobo enamoradizo, eso solo empeoraría la situación. No solo porqu
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Euforia
La euforia es un estado mental y emocional en el que una persona experimenta sentimientos intensos de bienestar, felicidad, excitación y júbilo. Pero a mi lado, esa palabra se quedaba pequeña; estaba asustada, pero no lo suficiente como para detenerlo, también me sentía tan feliz, tan emocionada, excitada con la adrenalina recorriendo mi cuerpo entero. Todas las personas a mi alrededor me aterraban, más con sus miradas oscuras y sus murmullos. Aun mi mente se seguía sintiendo insegura, pero en cuestión de minutos pude darme cuenta de que a nadie le importaba. Nos les interesaba en lo absoluto verme al lado del hombre alto y con capucha. Además, personas un poco más mayores que yo reía alegremente. Mi cerebro estaba lleno de falsas ideas de que en esta clase de eventos encontraría solo jóvenes ricachones, pero estaba tan equivocada; hombres y mujeres de todas las edades, tatuadas y sin tatuar,
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El beso
Sentí como la sangre se me subía a la cabeza, el fuego nos embriagaba en una urgente necesitad de poseernos. Era extraño y mágico, era como estar en una especie de sueño. No quería escapar.—¿Has pensando en aquella noche? —le pregunté sin apartar mis ojos de los suyos. Era hipnotizante tenerlo tan cerca.—Sí, mucho —habló casi sin aliento.—¿Te gustó verme desnuda?—Mucho —su pecho subía con dificultad y su aliento acariciaba mi rostro —no tienes idea a de cuantas noches he fantaseado con estar así contigo—las cosquillas en mi entrepierna volvieron a hacer acto de presencia, impulsándome a continuar. Sin poder contenerme, rompí la distancia que nos separaba con un beso. Mis miedos desaparecieron en sus labios. Eran tan suaves, carnosos que sin controlarme le mordisqueé el labio inferi
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Una fantasía cumplida
—¿Qué tiene en mente, Morgan? —no le respondí. Fingiendo ser toda fiera me acerqué a él. Resultaba un poco incómodo estar los dos juntos; él a pesar de todo era robusto y yo, bueno, tampoco era muy delgada de que digamos. Pero con esfuerzo logré acomodarme en su regazo. Mis manos comenzaron su recorrido desde su cabeza, quitándole aquella capucha que ocultaba sus mechones rizados. Enredé los dedos jalando de ellos con fuerza, un jadeo volvió a escapar de sus labios impulsándome a continuar. Mis manos prosiguieron su camino bajando por su cuello hasta entrar aquello duro que tan deseaba poseer —¿Qué pretende? —me interrumpió, su mano atrapó la mía forzándola alejarse de su arma.—Nada malo, señor Müller —me obligó a levantar los brazos chocando contra el techo de su automóvil. Solté un
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Que descanse
Paso el antebrazo sobre sus hombros y hundo mi rostro en su cuello. Tengo el olfato agudizado y puedo sentir su olor corporal combinado con loción. Huele tan bien. Su cercanía se siente tan bien.Él continúa acariciándome con sus dedos, pero no es suficiente, nada es suficiente. Arrastro su mano y la coloco sobre mis nalgas, sin mucho esfuerzo me elevo, su pene esta tan duro que como por arte de magia se levanta en busca de mi sexo. Lo dejo entrar, sintiendo esa presión tan deliciosa al sumergirse en mí. Suspiro, obligándome a hundirme en él hasta el fondo.—Separa más las piernas… Oh sí —gimió, me permití abrir los ojos y enfrentarme a mi realidad. Müller tenía la cabeza hacia atrás, delirantemente sexy. Pude notar como la manzana de Adam subía y bajaba, sin poderme contener me incliné para dedicarle un beso allí y volv&
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Al borde de la locura
Los ojos me pesaban y mi cuerpo se sentía cansado. Mi mente era todo un lío, pero de emociones ¿estaba feliz, abrumada? No me lograba comprender, tantas cosas me ocurrían que no sabía por dónde comenzar. El sol se filtraba por mi ventana anunciándome que ya posiblemente eran pasadas de las doce del mediodía, pero me sentía tan a gusto entre mis sabanas que me negaba a la idea de levantarme. Hoy iniciaban mis vacaciones y de una manera u otra, me deprimía estar sola en casa. No había mucho que hacer, solo rezar para Adeline me ayude a seguir al día con mi trabajo y poder sobrevivir a la soledad. Me encontraba tan acostumbrada a trabajar diariamente que el estar en casa resultaba extraño, pero le sacaría provecho a la situación, aún tenía que buscar algún auto usado o convencer a Matías de uno no tan caro, sino, tendría que hallar la manera para que el banco me acepté un préstamo. Aparte de eso, debía hacer las compras, pagar él internet y la electricidad antes que ambos recib
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Algo extraño sucede aquí
El corazón amenazaba con salirse de mi pecho en cualquier momento. Todos me miraban aún peor; una mujer en pijama, con una fea y abultada bufanda alrededor de su cuello en pleno mediodía no era algo precisamente normal, pero para empeorar la situación. Las bolsas no habían sido suficientes para ocultar a la bestia. Aún no tenía señales de los gorilas del señor Müller, aún peor, aún no me había tomado mi píldora. Era urgente que lo hiciera no podía quedar embarazada de un hombre más joven que yo, tampoco podía arriesgar mi vida ni la de un bebe en un embarazo de alto riesgo. Continué esforzándome en algo no tenía mucho sentido, probablemente era más fácil estacionarlo en otra parte que no fuera mi casa, por ejemplo, en un restaurante o pagar para que lo vigilen. Asentí repetitivamente, llamando a un más la atenció
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Señor oficial
Mi familia tenía manera muy peculiar de solucionar los problemas. ¿Quedaste embarazada? Fiesta. ¿Estás deprimida? Fiesta. ¿No tienes futuro en la vida? Fiesta. ¿Estás loco? Fiesta. ¿Te rompiste una pierna? ¡Fiesta! Claro, no todas eran exclusivas y lujosas, la mayoría se realizaban entre la familia y se disfrutaba sin gastar mucho, sin embargo, un año sin fiestas sin sentido, no era posible en mi familia. Terminé de acomodar los vasos en la mesa, mis padres y algunos vecinos organizábamos una pequeña cena en honor al nuevo policía que se mudaba al vecindario. Era un hombre amable y de inmediato agrado a todos por su carisma. Él parecía honesto y al contrario de algunos policías de la localidad, estaba muy centrado en su deber. Habían transcurrido ya cinco días desde la caótica mañana en la que desperté con un superdeportivo en mi garaje, ahora, mirando atrás, todo parecía tan irreal. No había recibido ninguna carta del señor Mü
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A solas
Horas después... Me removí entre las sabanas, por algún motivo mi cuerpo sudaba excesivamente, tenía calor, demasiado calor. Intenté quitarme las sabanas, pero nada ayudaba. Me sentía ahogada al punto de no poder soportarlo. No tenía conciencia de la hora, pero por la oscuridad de la habitación deduje que aún era de noche. Había cedido a quedarme con mis padres, según ellos era peligroso caminar sola a mi morada a media noche, aunque nuestras casas quedaran a unas cuantas cuadras.  No me quejé mucho, agradecía cualquier tipo de compañía y retroceder en el tiempo resultaba melancólico. Mis padres no habían guardado todas mis cosas, sin embargo, los recuerdos aún permanecían aquí; bajo el techo estrellado de mi pieza. Me levanté somnolienta, sintiendo mi cuerpo pesado y adormilado. La casa estaba sumergida en la oscuridad y el único sonido provenía del gran reloj del salón que marcaba las tres de la madrugada. El típico tic-tac me hizo recordar al señor Mü
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La llamada
Era un error, lo sabía. Debería comportarme mejor, lo sabía. Debería respetar lo que le dije la última vez que lo vi, lo sabía. Debía de dejar de buscarlo, lo sabía. ¿Pero cómo le hacía comprender a mi cuerpo que nunca más volvería a sentir algo así? Y no, no me refería a sentimientos de amor ni nada de ello. Mi tortura era el imaginar no volver a sentir chispas por todo mi cuerpo, el sentir mi alma arder. Romperse en mil pedazos y bajar a lo más profundo de infierno cuando el orgasmo me abrace… Tenía miedo de no volverlo a sentir, algo dentro de mí me impulsaba a buscar esas emociones, sentía que las merecía que las necesitaba, era como una adictiva droga. Tal vez por eso, me sentía tan atraía al señor Müller, él a mis ojos resultaba peligrosamente prohibido, algo a lo que no debía acercarme, pero una parte pequeña mí, escondida en lo más profundo me impulsaba a hacerlo. —¿Por qué? —articuló la mujer con brusquedad, su
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