Pasados tres meses y dieciocho días de la muerte de Luna Andreina se mantenía serio, sin decir una palabra, con el plan listo de su venganza para el asesino de su novia, pero con la caja del corazón incómoda y obstinada, sin fuerzas para ejecutarlo. A veces gritaba tan fuerte que las paredes hubieran querido tapar sus oídos, cuando despertaba luego de haber soñado con ella. Encendía la televisión y veía las noticias de asesinatos, guerras, masacres, problemas económicos y políticos que siempre terminaban en muerte, y le agradaba «Humanos de mierda, mientras más mueran mejor» decía, y profesaba el día en que los humanos se matarían unos a otros por placer, ni si quiera como los zombis que según lo hacen para comerse a otros, o como los gladiadores que según lo hacían por deporte. Su vida le repugnaba, por eso a veces hablaba con las paredes, o con
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