Ella se lamentó un momento por sus deseos de saber más sobre él, y seguir esas conversaciones profundas y correspondidas, donde detrás de cada respuesta o comentario había un análisis que como él había dicho era «igual al momento posterior a mover una pieza en el ajedrez». Le había hecho ignorar la soledad que los dos sentían, pero con él fuera, había vuelto a hacer estragos.
-Volverá. -Le dijo Juan José, y María Victoria se cuestionó si en esa casa todos podían diagnosticar sentimientos o pensamientos con la mirada.
-¿A dónde fue?
-A Buena Vista, a correr quebrada abajo saltando de piedra en piedra, o por la montaña por caminos improvisados. Él dice que no hay otra forma de sentirse más libre. Y luego irá a seguir con nuestro oficio, está planeando algo grande, donde ni a mí me
Pasados tres meses y dieciocho días de la muerte de Luna Andreina se mantenía serio, sin decir una palabra, con el plan listo de su venganza para el asesino de su novia, pero con la caja del corazón incómoda y obstinada, sin fuerzas para ejecutarlo. A veces gritaba tan fuerte que las paredes hubieran querido tapar sus oídos, cuando despertaba luego de haber soñado con ella. Encendía la televisión y veía las noticias de asesinatos, guerras, masacres, problemas económicos y políticos que siempre terminaban en muerte, y le agradaba «Humanos de mierda, mientras más mueran mejor» decía, y profesaba el día en que los humanos se matarían unos a otros por placer, ni si quiera como los zombis que según lo hacen para comerse a otros, o como los gladiadores que según lo hacían por deporte. Su vida le repugnaba, por eso a veces hablaba con las paredes, o con
Justo Lara quiso saber por qué había sentido morir y él le contó que un catorce de Julio, dos años después del asesinato de Verónica Triana, estaba en un parque turístico con su esposa Natalia y su hija Valery de siete años. Relató que hicieron carreras, rodaron por la grama y montaron a caballo. Había poca gente por ser miércoles y estaba empezando a oscurecer:-“Papi, Papi, un conejo Papi es un conejo, allá míralo”. Dijo mi hija. Lo recuerdo perfectamente porque fueron las últimas palabras que escuché de ella.Abiel siguió contando, que la niña corrió colina abajo emocionada sin que ellos pudieran reaccionar rápido porque estaban acostados «Le gritamos al mismo tiempo que no corriera» narraba. Pero cuando su hija llegó a los arbustos, un hombre salió de la maleza, la cargó y corri&oacu
Justo Lara miró a María Victoria y Juan José concentrados en sus reflexiones después de su profunda conversación, y bajó, sereno, a dar indicaciones precisas a sus moderadores.María Victoria lo esperó durante una hora en el balcón, sin poder sacarse esas palabras de la mente.-Dijiste que estarías fuera por una semana.- le recordó la detective a su delincuente cuando se sentó a su lado.-Ese era el tiempo supuesto, pero no calculé la falta que le haría a estos ojos tu sonrisa de niña seria. –Allí se quedaron hablando.Por órdenes de Justo Lara, Juan José había bajado para que Valeria América y Edward Mejía le contaran el nuevo ejercicio a realizar, para que se encargara con William Chacín de llevarlo al Plano de perfección. Perdomo había salido refunfuñando de la casa despu&ea
Los moderadores de Justo Lara más los quince que se ofrecieron a ayudar en el ejercicio tomaron posiciones de defensa: Siete con rifles de mira telescópica en ventanas y azoteas, y el resto con fusiles de asalto en las entradas. Frank Pierre esta vez fue cuidadoso y apostó sus fuerzas alrededor del hospital para que no tuvieran por donde salir. A la media hora el ambiente estaba exponencialmente tenso a las afueras, el Zombi buscaba un medio de comunicación para iniciar negociaciones «No tienes nada que ofrecerme» Fue lo que le dijo Justo Lara la única vez que le contestó. El camarógrafo enfocó ese momento, pero se concentraba más en ir detrás del Pastor desesperado que caminaba de arriba a abajo mirando a los pacientes que le rogaban que les remediara sus males, a lo que él respondía huyendo, por la pena que sentía al enfrentarse con un escenario real. Juan José le segu&iac
-Padre nuestro que estás en el cielo, por favor ayúdame a cumplir esta misión, ayúdeme a apuntar al lugar adecuado para acabar con esa peligrosa mujer. Perdona mis pecados… perdona mis pecados… perdona mis pecados… Oraba el tirador a veces en susurros otras veces con la voz muda del pensamiento. Con su ojo derecho buscaba a través de su mira telescópica, con el izquierdo la foto de su familia, que detrás tenía escrito un «¡Por favor no falles!» con letra de su hija. Imaginar a su hija diciendo esas palabras como súplica, aceleraba su corazón, y por eso había tomado tres comprimidos de calmantes, porque su pulso no lo podía traicionar.-Ella es una mala persona. Padre nuestro que estás en el cielo, dame
Era muy temprano en la mañana para estar pensando en Verónica Triana, pero antes de cada golpe la recordaba. El mundo dormía, bueno, el mundo normal. Justo Lara estaba de pie, inmóvil en una esquina, con ropa a la moda de jóvenes de alta sociedad, y en sus manos sostenía un teléfono celular de los más costosos. Su atención estaba dirigida completamente a la pantalla del móvil. Como es frecuente en Fórmica, un cazador rondaba las calles buscando conejos que saquear. Justo Lara sintió el antebrazo de un hombre que sostuvo con fuerza su cuello y la punta de su arma por los lados de su órgano respiratorio derecho. El cazador le ordenó estar tranquilo, y le hizo saber que lo único que quería era su aparato electrónico. El delincuente le preguntó si había entendido, y la presa, Justo Lara, aprovechó su oportunidad de hablar usando la voz más g&
Seguramente fue que Justo Lara no cupo dentro de su ira y se resignó. El único humano capaz de asumir ser diferente había sido contagiado por el virus del mundo sin sentido. Se había convertido en un humano promedio. Un día pasó, y el cuerpo de Saúl Evíes yacía amarrado en el cuarto definitorio, pero de pronto sintió que podía moverse. Le incomodaba un pegoste en el cuello y parte del cuero cabelludo. Trató de zafarse con todas sus energías, respirando tan fuerte como si hubiera durado cinco minutos debajo del agua, « ¿Será que así es el infierno? ¿Será que este es mi infierno?» pensó desconcertado, rodeado de la oscuridad que vendaba sus ojos. Forcejeó por más de una hora, hasta que algo cortó levemente su a
-¡TODAS LAS UNIDADES A MI POSICION! - Gritó David Guédez.-No tienes necesidad de exaltarte, ni tiene sentido pedir ayuda, amigo. Solo yo te escucho en este momento. Ahora desecha los nervios y busca la calma, porque necesito que sigas mis instrucciones. Camina rápidamente a la esquina norte de la cuadra y cruza a la derecha.David Guédez no se movía de su sitio, Justo Lara le confesó que no disfrutaba usar a la fuerza ni amenazar, pero para ser precavido se anticipaba a los hechos y tenía en posición sus dos francotiradores. Cuando el policía se enteró de esto y tomó en cuenta la fama de los planes perfectos de las personas con las que estaba tratando, caminó en silencio a las direcciones dadas, hasta que cruzó la puerta donde se encontraba quien le hablaba. Este estaba sentado con la cabeza inclinada hacia el piso pero con los ojos puestos en el policía. El sitio e