El viernes a las dos de la tarde todos los estudiantes de mi año, maletas en mano, salieron del internado en fila india ante la atenta mirada del resto.Habíamos hecho dos columnas. Johanna, arrastrando una maleta con ruedas de color granate se encontraba a mi lado, y justo delante de mí estaba mi rubio amigo con tan solo una mochila negra sencilla, vistiendo jeans y camisa a cuadros, la melena alborotada como de costumbre. Junto a él una preciosa azabache de melena brillante con lejeans negros, una blusa ceñida de tirantes color rosa pálido y sobre ella una casaca jean. Ella, al igual que Johanna, arrastraba consigo una maleta rodante.Iban a paso elegante, tomados de la mano. Yo por mi parte no pude evitar observar sus dedos entrelazados. Ella, toda piel tersa y suave, uñas pintadas de rojo oscuro y un bonito anillo dorado en el anular izquierdo, unida con la mano de él, varonil y considerablemente gran
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