Gimió sin siquiera tocarme. El sonido metálico de su cinturón me hizo curvar los dedos ansiosa, tomó mis caderas y sin contemplaciones se hundió en mí. Su recorrido me hizo aullar complacida.La palma de su mano me acarició la espalda, siguiendo la forma en la que me encontraba arqueada, hasta volver a mi trasero. Empujó con fuerza. Clavó sus dedos en mis caderas y comenzó un vaivén poderoso con sus caderas. —Verona, me vuelves loco.El tono de su voz me hacía creer que estaba fuera de sí, fascinado.¿Qué yo lo volvía loco? Dioses, ese hombre me había embrujado a mí. Lo sentía en todas partes, mi cuerpo parecía aclamarlo, lloraría por él. Gemí su nombre, sacudiéndome con un orgasmo atronador. Las manos de él terminaron sobre la cama, a cada lado de mi cuerpo.
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