La pareja se tumbo en la cama deseosos porque aquel ritual se completará. Chantel dejándose llevar por su instinto le saco la camisa a Arquímedes, para luego volver a retomar sus labios con fiereza. Los deseos más oscuros del lobo estaban a un paso de salir a flote. Nuevamente volvía a sentir esa imperiosa necesidad de tomarla, morderla, marcarla y hacerla suya por siempre. Chantel expedía un aroma exquisito, uno que siempre lo volvía loco. Ella se metió en el hueco de su cuello, probando su piel con besos, las uñas se clavaban en su piel como si fuera espuma. Era un dolor exquisito, le gustaba aquella rudeza. Y sinceramente ya no podía detenerse.Así que sus manos por
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