Diciembre, 2001. Un tal Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León ha perdido la final del torneo local, y la gente llora con desesperación. Entiendo poco de qué va el juego, pero me resulta imposible no sentirlo, no vivirlo, ir ajeno a la pasión. La ilusión sale por la puerta trasera y mi familia lo sabe. Digo mi familia para que Martha Laura, Ludivina, Gerardo y Daniela no se sientan excluidos, pero solo el otro Gerardo: el grande -que buen lugar tendrá en esta pieza- y Martina entienden de lo que hablo. Yo no sé si entiendo del todo, pues a los siete años uno navega entre la fantasía y la realidad. Situemonos en medio. Una canción jamás escuchada me eriza la piel, me obliga a cantarla. Sé que es un himno, sé que es de Tigres, pero… ¿por qué reproducirlo?, ¿para qué presumir la derrota? Lo lógico
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