No sé en qué momento perdí la cabeza, o el ‘’juicio’’, como diría mi abuela. Sin embargo, voy consciente de mi loquera mientras me aferro a una botella y a los recuerdos de dos mujeres: la que me dio la vida, y la que endulzó mis días.
Mi nombre lo olvidé hace semanas, meses o años después del borrón y cuenta nueva. Quizás aún no lo olvido, y ni siquiera me doy cuenta. Voy perdido en un mar cuya profundidad desconozco, pero me aferró a la lancha para no correr riesgos.
Ciertos lapsos de lucidez me dicen al oído que no estoy sólo, que a mi lado hay quien perdió la batalla y que juntos jugamos una peculiar partida de demencia bandida. Ni sé, ni me interesa.
Esta mañana recib&iacu
Olvidemos el año. Da igual si estamos en los mil o en los dos mil. ¿La causa? Limitemonos a decir que el orgullo jugó partida, poniendo a dos naciones a luchar por un cachito de agua.No acostumbro a darle nombre y apellido a mis villanos, pero en este cuento la omisión va más allá de la manía. Si no menciono sus nombres, no es por defenderles. Pasa que desconozco quién es el bueno y quién es el malo en esta historia.El territorio le pertenecía a los dos. En un mundo perfecto podrían compartirlo, mas no en el nuestro que se parece mucho al de este invento. ¿Para que lo querían? Turismo no daba, tampoco belleza estética ni honra nacional. O quizás sí, pero no de la real. ¿Entonces? Describo la batalla -enseguida narrada- como un gol marcado por la razón. Esa que odiamos
11 de septiembre…La gente aplaude, y el mundo merece poco de mí. Quizás una sonrisa malograda y algún gesto desigual. Rasco la guitarra al son de una melodía que suena, que gusta aunque sea fea. Me ajusto a la gente, y ella se entrega a mi soberbia. Al llegar a casa, la cosa en nada cambia. Soy el callado que todos escuchan cuando habla. Soy el hermano comprensivo y el hijo ejemplar. Soy eso y más, pero todo lo contrario en el mundo real. Me llamo Fernando, y esta es mi historia.Siempre he sido diferente. Algunos culpan a mi signo zodiacal, otros a una arrogancia que aún no detecto. Yo simplemente soy como quiero ser. Eso sí, cada seis meses quiero algo distinto. Primero el juego y ahora la guitarra. Voy alma gitana y clavada. Perpetuo enamorado; desde el primero hasta el último grado. Sostengo un noviazgo en el que soy feliz, pero…16 d
La única mentira que Dios no castiga ni cuestiona es aquella arrojada para el sacrificio de una más grande. ¿O no? Da lo mismo. El cordón va bien fijo a mi cuello, la cafetera pilla de lo vacía que está y la cajetilla de cigarros sin uno solo me confirma la suerte. Estoy a punto de suicidarme. Que el barbas me perdone.Cinco años antes¿Te acuerdas cuando nos quisimos? Eran tiempos de prosperidad, días de esperanza en los que me atrevía a esperar lo mejor de las cosas. Claro que no fue sencillo. ¿Olvidas la mañana en la que estuve a nada de matarte? Ibamos rumbo a la escuela, cuando manos y lengua se echaron a dormir en plena hora pico. Recuerdo que te paraste en carril de alta velocidad y más de uno saludó a tu madre sin saber que estabas a punto de morir.En aquellos días no fumabas, aunque abusabas de la b
Están las vulgares, por no llamarles comunes y restarles mito a sus labores. Ellas se entregan al placer ajeno por mero gusto al dinero, necesidad o amor al arte. Están las encubiertas, que muy distintas no son a las vulgares. Llegaron ocultando su investidura policiaca, mas el tiempo les cambió la cara.Muchas han muerto en el camino, otras botaron las placas y cambiaron de oficio. Las que se mantuvieron firmes a la causa, fracasaron. Hoy no tienen cabida ni en la mentira ni en la amarga realidad. De más está decir que ellas son las diosas más tristes.Un buen amigo ha cuestionado ene veces mi manía por divinizarlas. ¿Cómo no hacerlo? -pregunto con desespero- si ellas entregan lo mejor que tienen; la corona íntima a quien ni plebeyo merece ser.Es molesto
Diciembre, 2001. Un tal Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León ha perdido la final del torneo local, y la gente llora con desesperación. Entiendo poco de qué va el juego, pero me resulta imposible no sentirlo, no vivirlo, ir ajeno a la pasión.La ilusión sale por la puerta trasera y mi familia lo sabe. Digo mi familia para que Martha Laura, Ludivina, Gerardo y Daniela no se sientan excluidos, pero solo el otro Gerardo: el grande -que buen lugar tendrá en esta pieza- y Martina entienden de lo que hablo. Yo no sé si entiendo del todo, pues a los siete años uno navega entre la fantasía y la realidad. Situemonos en medio.Una canción jamás escuchada me eriza la piel, me obliga a cantarla. Sé que es un himno, sé que es de Tigres, pero… ¿por qué reproducirlo?, ¿para qué presumir la derrota? Lo lógico
Todo comenzó con la explosión. Papá traía entre manos crear un nuevo planeta, poblarlo con alguna especie rara y ver si el enésimo intento le salía bien. Le salió. ¿El secreto? Diseñar seres lo más parecido a nosotros.Hizo replicas exactas de Mamá Luz y mi hermana Lucifer. Así nació la mujer. Mas no fue la primera creación, tampoco la segunda. La primera fue una mezcla entre mi hermano Jesús y yo. Tenía su fisionomía y mi condena, su nobleza y el aíre supremo de lo que fui. La segunda fueron las bestias peludas.El pueblo creció, Papá volvió a fallar. Cometió el mismo error que le ha costado no tener un mundo coherente y correcto como el de sus hermanos, por eso va tan enojado. Yo, a diferencia de la familia, no pierdo el sueño cuando
No recuerdo si éramos cuatro o treinta amigos, si bebíamos cerveza o escocés. Los detalles me son irrelevantes, como irrelevante fue aquella noche, antes de que el menos amigo de los amigos cometiera el sacrilegio de abrirse frente a un escritor en decadencia.Primero narró una experiencia que no llamó mucho mi atención. Era sobre una chica que le tocó parir en una agencia de autos, con la sutil novedad de que no sabía que estaba embarazada. Me sonó a mentira, pero los detalles fueron tan naturales que le di el beneficio de la duda.La segunda fue sobre algo relacionado con el juego. La tercera sobre chicas. La cuarta sobre música. Para la quinta ya todos estábamos en nuestros temas, ignorando a ese tipo que no sabíamos muy bien qué hacía entre nosotros.-Soy un artista sin ta
Todo comenzó en un lugar donde debía comenzar nada. El protagonista de la pieza se permitió ser feliz en la oficina, evidentemente las cosas no saldrían bien. ¿O sí?Mi nombres es el del autor de este libro, pero he de confesarles que no somos uno mismo. Él se divierte mintiendo, incluso lucra con ello. Yo soy más del corte reservado. Hablo poco, pero lo que hablo realmente pasó. Yo me involucro nada con la gente, y si de mujer se trata tengo una señal preparada para cualquier emergencia. Él parece disfrutar meterse en líos con los críos de Lucifer. Y de uno de esos críos -a quien seguramente el cornudo botó de su paraíso- es de quien quiero hablarles.¿Se imaginan lo bonito que ha de ser tener la destrucción de tu enemigo al alcance de tu mano? La oportunidad de s&oacu