‘’…son las tres de la mañana. Estoy parado frente a ella, cuando un fuerte dolor de cabeza me eriza la piel. Es un dolor distinto, ajeno a la migraña que de niño padecí. Quiero correr, pero mis piernas no funcionan. Caigo de bruces en el intento, entonces me convenzo de lo peor. Voy a morir. Nadie me ha contado de los colores que hoy tengo frente a mis ojos. Son brillantes, pero queman. Un fuerte escalofrío me recorre todo el cuerpo, mientras lucho contra el miedo, la confusión y la ilusión. La ilusión de que este sea el fin de una vida digna de acabar así: entre mitos y misterios. La ilusión, también, de toparme con mis padres…—¿Cómo diste conmigo? —pregunta Gabriela con mirada inquieta, irrumpiendo estas ideas que pienso redactar en la noche.—No fue muy difícil. Busqué el sitio por internet y apareciste de inm
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