Las clases de religión se habían convertido en un insaciable juego de miradas entre Jace y yo, aunque la mitad de las veces era yo tratando de no sentirme intimidada con su mirada.«Alabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorJuan vio el número de los redimidosY todos alababan al SeñorUnos cantaban, otros orabanY todos alababan al SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorTodos unidos, alegres cantamosGlorias y alabanzas al SeñorGloria al Padre, gloria al HijoY gloria al Espíritu de amorAlabaré, alabaré, alabaré,
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