Ava se estaba sentando en el comedor, junto con los niños, cuando vio entrar a Alessandro. Sintió ganas de salir corriendo como una cobarde, pero se contuvo. La orden de Alessandro era que siempre debía comer con los niños en el comedor principal. Ella no podía escapar de sus obligaciones. Él le había dejado claro que durante el día ella no era más que su empleada. Cumpliría con sus funciones como debía y fingiría que la noche pasada no había sucedido nada. —Buenos días, Alessandro —saludo reuniendo todo el valor que pudo. Habría sido mejor llamarlo “señor”, eso la habría ayudado a mantener las distancias; pero órdenes eran órdenes. Además, era difícil dirigirse a él por su nombre después de la pasión compartida. —Buenos días, papá. —Buenos días, hijos. Alessandro se acercó a depositar un beso en la frente de cada uno de sus dos hijos. Ava regañó a su corazón por ponerse sentimental. Sí, él era un buen padre y sí, definitivamente era un buen amante. Pero era mejor no dejar q
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