Toda la seguridad que Ava había sentido cuando le dijo a Alessandro que aceptaba su propuesta había salido volando por la ventana. Ahora solo le quedaban inseguridades. Dudaba que hubiera estado pensando coherentemente cuando aceptó acostarse con él.
Ava miró más allá de su ventana mientras calculaba la probabilidad de poderse escapar. La noche era oscura, pero el jardín trasero estaba ligeramente iluminado por las luces que habían dispersas por el lugar. El jardín era grande y había algunos árboles de considerable tamaño en él. Atravesar todo el lugar le tomaría demasiado tiempo y sería difícil que seguridad no la notara. Aunque tenía a su favor que era buena haciendo estupideces. Solo tendría que salir de la casa, de preferencia a través de su ventana, y luego atravesar el jardín hasta llegar a los muros. Una vez allí
Ava se estaba sentando en el comedor, junto con los niños, cuando vio entrar a Alessandro. Sintió ganas de salir corriendo como una cobarde, pero se contuvo. La orden de Alessandro era que siempre debía comer con los niños en el comedor principal. Ella no podía escapar de sus obligaciones. Él le había dejado claro que durante el día ella no era más que su empleada. Cumpliría con sus funciones como debía y fingiría que la noche pasada no había sucedido nada. —Buenos días, Alessandro —saludo reuniendo todo el valor que pudo. Habría sido mejor llamarlo “señor”, eso la habría ayudado a mantener las distancias; pero órdenes eran órdenes. Además, era difícil dirigirse a él por su nombre después de la pasión compartida. —Buenos días, papá. —Buenos días, hijos. Alessandro se acercó a depositar un beso en la frente de cada uno de sus dos hijos. Ava regañó a su corazón por ponerse sentimental. Sí, él era un buen padre y sí, definitivamente era un buen amante. Pero era mejor no dejar q
Un quejido la sacó de sus sueños. Al principio no distinguió de dónde provenía el sonido. El lamento se volvió a repetir y se dio cuenta que venía a través del intercomunicador. Su cerebro hizo la conexión. Los niños estaban despiertos y al parecer llorando. La preocupación la puso en alerta. Encendió la lámpara sobre su buró y se colocó sus pantuflas, empezando a caminar mucho antes de terminar de colocarlos. Encontró que la puerta de la habitación de los niños estaba cerrada, eso quería decir que su papá no había venido. Lo más probable es que aún estuviera trabajando en su despacho. Al abrir la puerta, vio a los dos niños sentados en la cama del menor. La lámpara en medio de las dos camas estaba encendida, aun así prendió las luces para iluminar mejor la habitación. Piero estaba llorando inconsolable y su hermano trataba de consolarlo. Fabrizio levantó la cabeza cuando las luces iluminaron la habitación y la miró con súplica en los ojos. No estaba para nada sorprendida de
Ava no vio a Alessandro durante el desayuno. Fue un alivio después de haber pasado la noche en su cama y tener los pensamientos enredados. Aunque esto último era algo constante desde que había llegado a esa casa. Cuando no lo vio durante el desayuno creyó que él estaba escapando, pero resultó que solo era uno de esos días que tenía que ir a su empresa, temprano, para resolver algunos asuntos. A veces se preguntaba cómo hacía él para tener tiempo para sus hijos con tanto trabajo que hacer. Su empresa era una de las más grandes del país y estaba segura que Alessandro tenía muchas responsabilidades. Sin embargo, hasta ahora, siempre procuraba estar en todas las comidas de los niños o como mínimo en una de ellas. Eso era bastante bueno porque se podía ver que sus hijos estaban creciendo con amor y estabilidad pese a la circunstancias. Miró a los niños sentados a los lados de la mesa del comedor familiar. Había otro salón al otro lado de la casa que era para eventos grandes que se organ
Ava se dirigió a la oficina de Alessandro perdida en sus pensamientos. Era viernes cerca del mediodía. Los niños estaban en la escuela y dentro de un par de horas estarían en casa. Un par de semanas habían pasado desde su actuación y las cosas con Alessandro habían cambiado un poco desde entonces. Eran cambios pequeños, pero que le creaban confusiones respecto a sus sentimientos. Las noches que él no venía a su habitación porque estaba trabajando, ella le llevaba un café a su oficina y se quedaba allí tan solo haciéndole compañía por un rato. Él no parecía molesto por su presencia, incluso parecía disfrutar del gesto. Las bromas se habían vuelto más usuales entre ellos y cada vez se sentía más cómoda en su compañía. Los niños no habían tardado mucho en olvidar que su madre no los había ido a ver a su actuación. Aunque no habían dejado pasar la oportunidad para contarle lo bien que les había ido y como Ava los había premiado con sus postres favoritos. Marena no había hecho ningún
Después de tomar una ducha, se sentía un poco más humana aunque su cabeza aun dolía un poco y sentía que sus fuerzas no eran las de siempre. Se abrigó tan pronto como salió de la ducha para no recaer. Encontró a Alessandro esperándola en su habitación. Él también había tomado una ducha, tenía el cabello húmedo. Estaba conversando por teléfono con alguien. Al verla él se despidió y terminó la llamada. —¿Hoy no irás a trabajar? —preguntó Ava cuándo se dio cuenta que no llevaba su típica ropa de oficina. —No. —Él no dio más explicaciones. —Bueno, debo apurarme, los niños se levantarán pronto para ir a su club de natación. Gracias por lo de anoche. —Lo que debes hacer es desayunar y tomar tus pastillas. Llamé al club e informé que los niños no irían hoy. —No debiste hacer eso. —Por tu rostro, creo que tomé la decisión correcta. Aprovecharemos el día para pasarla en casa tranquilos. —No creí que conocieras el significado de esas palabras. —Así que cuando estás enferma eres muy at
Ava se observó, por última vez, en el espejo de su habitación antes de salir en busca de Alessandro. Llevaba un vestido de noche color azul que llegaba hasta sus tobillos con un cuello de barco. Su cabello, lacio por naturaleza, caía en ondas. Se había puesto un poco de maquillaje, nada llamativo, pero un poco más de lo común. Soltó un último suspiro y se aventuró hacia afuera. La noche había llegado demasiado rápido. Seguía sin poder comprender que había motivado a Alessandro a invitarla a una cita. Pero lo que le causaba más confusión era el hecho que aún no estaba segura de porque ella había aceptado. Las cosas solo se estaban tornando complicadas y sus sentimientos más profundos. Existían tantas cosas en contra y no habían hablado ni siquiera de la mitad de ellas. Pero, por un momento, quería disfrutar un poco. Después de todo por lo que había pasado, se lo merecía. O eso se dijo para no arrepentirse. Sus tacones resonaron al llegar a la sala. Encontró a su cita parado cerca
Incluso antes de abrir los ojos, Ava sabía que se encontraba sola en la cama. Su cuerpo podía reconocer la presencia de Alessandro con tan solo estar en una misma habitación. Aunque tratara de negarlo, estaba conectada a él más allá del aspecto físico. Durante la noche había aceptado que estaba total e irrevocablemente enamorada de él. Había tenido que contenerse para no decírselo. Estiró su brazo a su costado y lo encontró aún tibio, lo que le indicó que Alessandro no hacía mucho que se había levantado. Inhaló su aroma de la almohada y luego se sentó en la cama, le costó un poco de esfuerzo. Sentía dolor en muchas partes de su cuerpo. El dolor le recordó la maravillosa noche que habían pasado. Una sonrisa adornó su rostro y no había nada que la pudiera borrar. Eso era lo que el amor hacía. Hizo a un lado las sábanas para levantarse y fue al baño, donde cogió un albornoz para cubrirse. Era mejor que caminar hasta su habitación con su vestido de la noche pasada. Si los niños la veí
Ava aún estaba tratando de descifrar lo que Alessandro quería decir cuando los niños regresaron. Agradeció la distracción que suponían, pero también deseó haber tenido un poco más de tiempo para aclarar las cosas. —¡Papá! —dijo el menor dando brinquitos. Era claro que estaba emocionado por algo. Alessandro le lanzó una última mirada antes de volverse a sus hijos. —Vimos un pájaro hermoso. Está parado en uno de los árboles por allá. —El niño apuntó hacia el borde del bosque. —¿Sí? —preguntó Alessandro alentando a su hijo a contarle todo. —Sí —afirmó Piero—. Era muy grande. Aunque parecía un poco triste. ¿Por qué crees que estará triste? La pregunta del niño le sacó a Ava una ligera sonrisa. Era increíble cómo trabajaba la cabeza de los niños. Era muy probable que de hecho él ya hubiera inventado una triste historia de porque el pájaro estaba triste. —Tal vez no se siente bien. —Yo creo que quizás se siente solo —sugirió Fabrizio mirando de reojo a su hermano. Los dos compartie