Ava caminó a paso apresurado hacia la cocina, prácticamente estaba corriendo. Había escuchado la puerta de la oficina cerrarse al salir, pero no escuchaba los pasos de Alessandro tras de ella. Esperaba que se hubiera quedado en su despacho.
Necesitaba un poco de tiempo para recuperarse del primer encuentro con su jefe y de todas las emociones que bullían en su interior. Su corazón aún latía sin control y sus pensamientos eran un desastre.
Le costó mucho esfuerzo poner sus hormonas en orden, pero cuando llegó a la cocina ya estaba un poco más tranquila. Solo tenía que prepararse mejor para el siguiente encuentro. Ava no podía volver a comportarse como una muchachita tímida y callada, como lo había hecho.
Alessandro pensaría que había cometido un error al contratar a una mujer impresionable para cuidar de sus hijos. Perder su trabajo, no era una opción. Necesitaba el dinero, sus ahorros no se estaban haciendo más grandes, todo lo contrario, estaban desapareciendo a una velocidad sorprendente.
Beatrice no estaba por ningún lado cuando llegó a la cocina, así que dio media vuelta rumbo a su habitación. Necesitaba refrescarse un poco para terminar de volver a la realidad. Además la soledad también sería de gran ayuda.
Cuando entró a su habitación, no pudo evitar sorprenderse de nuevo por lo asombrosa que era.
Caminó directo al baño y allí abrió el caño. Salpicó un poco de agua a su rostro.
—¿Qué fue eso? —se preguntó mirándose al espejo.
Había un brillo en los ojos de la mujer que le devolvía la mirada a través del espejo.
Se sentía diferente.
Ava se espabiló y miró el reloj en su muñeca. Faltaba poco para que los niños llegaran.
Sacudió la cabeza para poder alejar de su cabeza cualquier pensamiento que no fuera adecuado y salió.
Escuchó un carro a la distancia justo cuando estaba por llegar a la puerta principal. Apresuró el paso y abrió la puerta en el preciso momento en que un auto se detenía. Bajó por las escaleras y esperó pacientemente a que los niños salieran del vehículo.
Dos hombres, asumió que eran los guardaespaldas, estaban parados a ambos lados de la puerta.
Fabrizio y Piero no tardaron mucho en notar su presencia. La observaron con mucha curiosidad, pero con recelo.
Ella estaba justo por presentarse cuando Alessandro apareció haciéndose cargo de la situación.
No pudo evitar comparar al recién llegado con los otros dos hombres, que sin dudar también eran atractivos. Pero había algo en Alessandro que atraía su mirada hacía él.
—I miei figli —saludó él, en italiano, a sus hijos.
Si creyó que su voz sonaba seductora antes, pues en italiano la cosa era peor… peor para ella que sintió un escalofrío recorrer su columna.
El italiano de Ava era bueno, pero no tenía esa cadencia seductora que poseía el de Alessandro.
—Papá
Los dos niños corrieron a abrazar a su padre. Él no dudó en depositar un beso en la cabeza de sus dos hijos.
—Ella es la señorita Ava será su nueva niñera —les informó Alessandro, después.
Ellos se dieron la vuelta sin soltar las piernas de su papá y la analizaron con la mirada. Pasaron unos pocos segundos antes de que ambos le dieran un esbozo de una sonrisa. No era la recepción más entusiasta, pero lo tomó como algo bueno, teniendo en cuenta todo lo que habían pasado esos niños.
—Es un gusto conocerlos, caballeros —saludó ella con una sonrisa enorme en el rostro.
Ambos chicos rieron ante el apodo que ella les dio.
Ava se acercó al par. Primero le extendió la mano al mayor quién miró a su padre, quien, luego de un asentimiento por parte este, tomó su mano. Después de sacudir la mano de Fabrizio, pasó a Piero quién la sujetó más rápido.
—¿Qué les parece si pasamos a comer? —Ella se puso en cuclillas para estar a la altura de los niños y bajó la voz antes de continuar—. Solo los estábamos esperando a ustedes. Estuve en la cocina cuando Beatrice preparaba esa deliciosa comida y tenía ganas de comermelo todo antes de vuestra llegada. Fueron afortunados de que decidiera esperarlos. —Extendió las dos manos, una para cada niño—. Vamos a dejar vuestras cosas y a lavarnos las manos.
El ambiente era más tranquilo y los niños cogieron sus manos con confianza antes de encaminarse.
La voz de Alessandro llamándola por su nombre los detuvo a mitad de las escaleras.
Ava volvió la cabeza y él le dio un asentimiento que ella tomó como agradecimiento. Respondió con una sonrisa y continuó caminando.
La presencia de los niños la habían ayudado a controlar mejor sus emociones, por un rato incluso había podido concentrarse en algo más que en lo nerviosa que la ponía Alessandro.
—Necesitaré que ustedes me guíen a vuestra habitación. ¿No les gustaría que me perdiera en esta enorme casa? ¿Verdad?
—No —respondieron al unísono los dos sacudiendo la cabeza de lado a lado.
—Eso pensé. Así que, ahora que estoy a salvo podemos continuar con nuestra travesía.
Los niños hincharon el pecho y la dirigieron al segundo piso. Podía ver que sentía como si una misión de suma importancia se les hubiera sido encomendada. Caminaron con paso seguro. Eran una versión en pequeño de su padre.
Se detuvieron frente a una de las tantas puertas. La casa era realmente grande y, aunque antes había bromeado sobre perderse, había una gran probabilidad de que eso fuera a sucederle en algún momento mientras se acostumbraba.
En la habitación les indicó que guardaran su mochila y los llevó a lavarse las manos. Se encargó de supervisarlos mientras ellos se lavaban minuciosamente y luego les entregó toallas a cada uno.
—¿Listos para comer?
—¡Sí! —gritaron en medio de brincos.
Fabrizio y su hermano corrieron hacia afuera. Pasaron por un costado de su padre que estaba apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados en el pecho.
Ava no estaba segura desde cuando estaba allí y el nerviosismo comenzó a apoderarse de ella otra vez.
—Les agradas.
—Eso parece. —Ava trató de sonreír. Sin los niños volvía a sentirse indefensa ante su presencia.
Se acercó a la puerta para poder salir de la habitación. Lo admitía estaba tratando de escapar.
Alessandro se paró en medio de la salida y ella no tuvo más opción que detenerse. Maldito fuera su corazón que no podía controlarse ante su presencia. En sus cinco años de relación con Marc él nunca había tenido ese efecto en ella.
—¿Hay algo más con lo que pueda ayudarle? —preguntó con cortesía.
—¿Quién eres?
Su pregunta la dejó confundida. Antes de que pudiera cuestionarlo, él se hizo a un costado.
—Deberías alcanzarlos —ordenó Alessandro—. Esos traviesos pueden causar un desastre en tan solo unos segundos.
Él todavía la miraba de una manera extraña cuando pasó por su costado y se alejó por el mismo lugar que los pequeños se habían ido momentos antes. Los encontró en el comedor, listos para comer y poco después Beatrice atravesó las puertas con una bandeja con comida.
—Beatrice, trae la comida de Ava a la mesa. Ella comerá con nosotros —ordenó Alessandro apareciendo detrás de ella.
Le sorprendió la orden. No era usual que el servicio comiera en la misma mesa que los jefes.
—Yo puedo comer después. No se preocupe, se… —él alzó una ceja—. Alessandro —se corrigió.
—Beatrice —insistió él.
—Está bien, señor.
—Tomé asiento, por favor. —La firmeza en la voz de Alessandro no dejaba lugar a discusiones.
Decidió que lo mejor era obedecer.
Pasaron la comida hablando y riendo.
Ava aprovechó para averiguar todo sobre el día de los niños y sobre sus gustos mientras el padre de estos solo la miraba atentamente. Al principio se sintió incómoda, pero, según avanzaba el tiempo, se relajó y se concentró en los niños.
De rato en rato su mirada se encontraba con la de Alessandro; sin embargo, ella desviaba sus ojos tan pronto como eso sucedía.
Los niños no parecían percatarse de nada de esto y seguían concentrados hablándole de su día.
Sin importar la innegable atracción que sentía por Alessandro, sería una mala idea actuar en consecuencia. Incluso si Alessandro también había sentido la misma atracción, era su jefe. Además, no había pasado mucho tiempo desde que terminó su relación de años y no se sentía capaz de soportar otra decepción tan pronto. Ahora solo tenía que comunicárselo a su cuerpo que parecía no recibir el mensaje.
—Entonces él me dijo que mi madre me había abandonado. —La mesa se tornó en un completo silencio.
Los niños suelen ser crueles, muchas veces sin intención, y ese era un claro ejemplo de eso.
—A veces los adultos tomamos decisiones según lo que creemos mejor para quien amamos —intervino ella al ver que Alessandro a punto de explotar—. Tu madre te quiere más de lo que puedes imaginar y eso es lo único que importa.
Ella no sabía mucho respecto a qué o cómo sucedieron las cosas entre sus padres; pero lo único que cualquier niño necesitaba saber es que sus padres lo amaban. Las excusas no importaban.
Sus palabras tranquilizaron a los niños y cambiaron de tema.
—Es hora de hacer los deberes —informó Ava a los pequeños al terminar de comer. Ellos comenzaron a quejarse apenas ella terminó de decirlo—. Entonces supongo que no les prepararé alguno de mis deliciosos postres hoy. Es una lástima porque quería hacer algo especial. —Soltó un suspiró de tristeza.
—Haremos nuestra tarea —dijo decidido el menor.
—Oh, entonces creo que puedo hacer unos cupcakes de chocolate —respondió ella moviendo un dedo sobre su barbilla para aparentar que aún se lo estaba pensando—. Solo no se lo digan a su padre —soltó en un susurro que, estaba segura, Alessandro pudo oír desde el otro lado de la mesa. Luego Ava, por acto reflejo, le guiñó un ojo al hombre que acababa de mencionar.
No se percató de lo que hizo hasta que fue demasiado tarde. Fue un gesto inocente, sin ninguna otra intención detrás y esperaba que él también lo tomara de esa manera.
Los niños agradecieron antes de levantarse y salir emocionados.
—Estaré con los niños —informó levantándose.
—Su madre y yo no tuvimos un divorcio muy amistoso —dijo Alessandro tomándola por sorpresa—. Mis hijos se vieron arrastrados a demandas de custodia. Ella no estaba tan interesada en quedarse con ellos como lo estaba por quedarse sin dinero si no obtenía la custodia —habló con mucha frialdad.
—Lo siento —dijo con total honestidad.
No era madre, pero no tenía que serlo para entender que, como madre, una debe dar todo de sí por sus hijos.
—Ellos no saben mucho de cómo sucedieron las cosas y preferiría que se quedé así hasta que sean lo suficientemente grandes para entenderlo. Es por eso que no me quedé con la custodia completa. Necesitan a su madre, aunque ella parece no necesitarlos. —Él se puso de pie y caminó hasta ella—. ¿Es costumbre de las mujeres no querer a nadie?
No se tomó su pregunta como algo personal.
Él aún estaba dolido, quizás incluso aún amaba a su esposa, pese a todo el daño que le había causado. Uno no podía elegir cuándo dejar de amar a alguien. No era tan fácil, menos cuando ya habías formado una familia con esa persona.
¡Genial! Si antes le parecía una locura fijarse en él, ahora estaba segura de que lo mejor que podía hacer era mantener las distancias.
—Hombres, mujeres. No tiene nada que ver con el género sino más con la persona —respondió Ava. Hablaba por propia experiencia.
Él alzó su mano y la llevó a su rostro, acunó su mejilla con delicadeza.
Ella trató de resistirse al efecto que tenía su contacto. Era difícil con sus ojos oscuros mirándola fijamente. Se sentía perdida en ese par de pozos profundos que guardaban secretos.
Alessandro comenzó a acercarse.
Sabía que la iba a besar y, aunque se decía que debía alejarse, su cuerpo no respondía a sus órdenes.
El tiempo se ralentizó y su corazón resonaba en sus oídos. Sus ojos se cerraron y sus labios aguardaron el contacto.
No entendía qué era lo que le sucedía, ni el efecto que provocaba en ella. Acababa de conocerlo, pero ya había hecho que su mundo de un giro de 360 grados.
—¡Ava! —se escuchó a lo lejos.
Abrió sus ojos y con un empuje se alejó de Alessandro lo más rápido que pudo. El horror tenía que verse en su rostro, estaba segura de eso.
¿Qué había estado a punto de hacer?
Ambos se miraron durante unos segundos. La mirada de él no le decía nada. Una máscara de indiferencia cubría cualquier emoción que él estuviera sintiendo o tal vez, lo que había estado a punto de pasar, no lo había afectado tanto como a ella.
—¡Ava! —volvieron a gritar los niños. No era una llamada de emergencia. Era más la de dos niños impacientes.
—Creo que debería de ir antes de que decidan venir.
Él no le respondió, solo asintió con la cabeza.
Se alejó dejándolo parado en medio del comedor.
—¡¿Qué demonios, Ava?! —se regañó ella caminando hacia la habitación de los niños.
Ava había sentido empatía por Alessandro y todo lo que le había pasado. Sin embargo, él parecía quererla para calmar su dolor y ese era el peor tipo de comienzo de cualquier tipo de relación, incluso de una basada en solo sexo… No es que algo fuera a suceder entre ellos.
Ava giró por décima vez entre las sábanas. Llevaba media hora sin poder dormir. No importaba si la cama era demasiado cómoda, ella seguía sin poder pegar un ojo. Habían pasado cuatro días desde su llegada a la casa de Alessandro. Las cosas no habían estado tan tensas como al principio. Esto se debía en gran mayoría a que, aparte de las horas de comida y el momento en que los niños se iban a la cama, ella no solía verlo con mucha frecuencia. El incidente del primer día había quedado en el olvido o eso parecía. En su mente ocurría todo lo contrario. Conforme los días pasaban ella sentía más y más real el casi beso entre ellos. Por momentos, incluso, le molestaba que él parecía no recordar lo que había estado a punto de suceder. ¿Es que no significaba nada para él? ¿O solo había sido alguna especie de juego? Por lo poco que había averiguado por parte de Beatrice, él no se involucraba a menudo con mujeres y si lo hacía nunca las traía a casa. Sus hijos eran su prioridad y no quería
Ava se pasó el resto del día pensando en la conversación que le esperaba. No ayudó que Alessandro se ausentara durante el almuerzo y la cena. No lo vio hasta la hora de acostar a los niños, donde, como todas las noches, vino a darles el beso de las buenas noches. No le dirigió una sola mirada a ella, incluso cuando le habló para decirle que la esperaba en su oficina. Usó cada gramo de fuerza antes de tener el valor de caminar hacia el despacho de Alessandro y pasó un buen rato antes de animarse tocar la puerta. Ella ya no era una adolescente impresionable, se dijo. Si tan solo no hubiera permitido que el beso de la noche anterior no sucediera, no estaría en ese enredo. —Adelante. Tomó un último respiro antes de girar la manilla de la puerta e ingresar. Cerró la puerta tras de ella y sintió que se estaba encerrando voluntariamente en la guarida del león. Alessandro estaba sentado trabajando en su laptop, pero en cuanto la vio se concentró en ella. —Toma asiento —ordenó—. Por
Ese día estaba tornándose el peor día de la existencia de Ava, incluso si consideraba el día en que había atrapado a su ex-novio engañándola, y ella había creído que nada podría superar esa experiencia. Marena le estaba demostrando cuán equivocada había estado. —¿Desde cuándo dices que estás trabajando aquí? —preguntó con su voz irritante. Estaba dudando seriamente si era tonta o solo se hacía. Porque aparte de ser la tercera vez que preguntaba eso, seguro que ella debería recordar que la semana anterior no había visto a Ava. Aunque no le sorprendería que nunca se acordara de un rostro que no fuera el que veía todas las mañanas en el espejo. —Desde el lunes, está fue mi primera semana. —Hizo un esfuerzo por sonar amable. Solo tenía que aguantar un poco más. Alessandro no tardaría en llegar. Miro el reloj en su muñeca, sin importarle si ella lo tomaba con un gesto de mala educación. Esa desagradable mujer no era su jefa y tampoco pagaba su salario. Sin contar que le estaba provo
Toda la seguridad que Ava había sentido cuando le dijo a Alessandro que aceptaba su propuesta había salido volando por la ventana. Ahora solo le quedaban inseguridades. Dudaba que hubiera estado pensando coherentemente cuando aceptó acostarse con él.Ava miró más allá de su ventana mientras calculaba la probabilidad de poderse escapar. La noche era oscura, pero el jardín trasero estaba ligeramente iluminado por las luces que habían dispersas por el lugar. El jardín era grande y había algunos árboles de considerable tamaño en él. Atravesar todo el lugar le tomaría demasiado tiempo y sería difícil que seguridad no la notara. Aunque tenía a su favor que era buena haciendo estupideces. Solo tendría que salir de la casa, de preferencia a través de su ventana, y luego atravesar el jardín hasta llegar a los muros. Una vez allí
Ava se estaba sentando en el comedor, junto con los niños, cuando vio entrar a Alessandro. Sintió ganas de salir corriendo como una cobarde, pero se contuvo. La orden de Alessandro era que siempre debía comer con los niños en el comedor principal. Ella no podía escapar de sus obligaciones. Él le había dejado claro que durante el día ella no era más que su empleada. Cumpliría con sus funciones como debía y fingiría que la noche pasada no había sucedido nada. —Buenos días, Alessandro —saludo reuniendo todo el valor que pudo. Habría sido mejor llamarlo “señor”, eso la habría ayudado a mantener las distancias; pero órdenes eran órdenes. Además, era difícil dirigirse a él por su nombre después de la pasión compartida. —Buenos días, papá. —Buenos días, hijos. Alessandro se acercó a depositar un beso en la frente de cada uno de sus dos hijos. Ava regañó a su corazón por ponerse sentimental. Sí, él era un buen padre y sí, definitivamente era un buen amante. Pero era mejor no dejar q
Un quejido la sacó de sus sueños. Al principio no distinguió de dónde provenía el sonido. El lamento se volvió a repetir y se dio cuenta que venía a través del intercomunicador. Su cerebro hizo la conexión. Los niños estaban despiertos y al parecer llorando. La preocupación la puso en alerta. Encendió la lámpara sobre su buró y se colocó sus pantuflas, empezando a caminar mucho antes de terminar de colocarlos. Encontró que la puerta de la habitación de los niños estaba cerrada, eso quería decir que su papá no había venido. Lo más probable es que aún estuviera trabajando en su despacho. Al abrir la puerta, vio a los dos niños sentados en la cama del menor. La lámpara en medio de las dos camas estaba encendida, aun así prendió las luces para iluminar mejor la habitación. Piero estaba llorando inconsolable y su hermano trataba de consolarlo. Fabrizio levantó la cabeza cuando las luces iluminaron la habitación y la miró con súplica en los ojos. No estaba para nada sorprendida de
Ava no vio a Alessandro durante el desayuno. Fue un alivio después de haber pasado la noche en su cama y tener los pensamientos enredados. Aunque esto último era algo constante desde que había llegado a esa casa. Cuando no lo vio durante el desayuno creyó que él estaba escapando, pero resultó que solo era uno de esos días que tenía que ir a su empresa, temprano, para resolver algunos asuntos. A veces se preguntaba cómo hacía él para tener tiempo para sus hijos con tanto trabajo que hacer. Su empresa era una de las más grandes del país y estaba segura que Alessandro tenía muchas responsabilidades. Sin embargo, hasta ahora, siempre procuraba estar en todas las comidas de los niños o como mínimo en una de ellas. Eso era bastante bueno porque se podía ver que sus hijos estaban creciendo con amor y estabilidad pese a la circunstancias. Miró a los niños sentados a los lados de la mesa del comedor familiar. Había otro salón al otro lado de la casa que era para eventos grandes que se organ
Ava se dirigió a la oficina de Alessandro perdida en sus pensamientos. Era viernes cerca del mediodía. Los niños estaban en la escuela y dentro de un par de horas estarían en casa. Un par de semanas habían pasado desde su actuación y las cosas con Alessandro habían cambiado un poco desde entonces. Eran cambios pequeños, pero que le creaban confusiones respecto a sus sentimientos. Las noches que él no venía a su habitación porque estaba trabajando, ella le llevaba un café a su oficina y se quedaba allí tan solo haciéndole compañía por un rato. Él no parecía molesto por su presencia, incluso parecía disfrutar del gesto. Las bromas se habían vuelto más usuales entre ellos y cada vez se sentía más cómoda en su compañía. Los niños no habían tardado mucho en olvidar que su madre no los había ido a ver a su actuación. Aunque no habían dejado pasar la oportunidad para contarle lo bien que les había ido y como Ava los había premiado con sus postres favoritos. Marena no había hecho ningún