Los reyes escudriñaban incrédulos el cuello de Leela, entonces la reina se acercó a ella y la examinó suspicaz. Leela se sentía como gatito acorralado y la miraba de soslayo con extrañeza. —¡No puedo aceptar esto! —Movía la cabeza en negación y lamento—. Mi hijo, el príncipe, él... —miró a Leela con desprecio—, él no se puede casar con esta mujer. Yo no lo acepto, no acepto a esta mujer como esposa de mi hijo. —No es su decisión, señora. —El anciano replicó de mal gusto—. Más que asuntos de apariencia, títulos y diferencias sociales, está en juego la estabilidad de los mundos. Pero creo que esta unión será una gran lección para ustedes. Solo les importa sus títulos y sus clases sociales, pero no miran más allá de las apariencias. &i
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