El príncipe se levantó con ardor en los ojos. Nunca antes había llorado, por lo menos no de esa manera. Después de aquel abuso cuando tenía catorce años, se encerró en sí mismo y cubrió sus sentimientos con una barrera protectora que le servía de fachada ante los demás. Pero tuvo que conocer a Leela. Esa chica insolente e impulsiva que derribó aquella barrera, poco a poco. Una inusitada, pero agradable sensación cubría su pecho, ¿sería aquello paz? Era extraño que desde que empezó a hacerse cercano a Leela, sus traumas se sentían menos pesados y hasta disfrutaba el contacto físico con ella. A decir verdad, se estaba volviendo adicto a sus besos y muestras de cariño. Lástima que no disfrutaría más de aquello, lástima que ella nunca sería su mujer. *** Búho
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