Después de casi tres horas una enfermera me lleva a donde está Renata.—¿Cómo te sientes?— le toco la rodilla lentamente.—Bien— musita con voz débil —estoy bien.—¿Y el bebé?— ¿Mi bebé? Imposible, yo siempre usé preservativos. —Está bien, sobrevivió —habla con pena y con miedo.—No podía permitir que te golpeara — me acerco más a ella, esta vez no se voltea ni me evita con la mirada.—No debiste, ese hombre es mi esposo —mi mira por primera vez a los ojos,— él es el papá de mi bebé, no tú así que no te hagas ilusiones. Eres un niño mimado, cuna de oro, mira tu ropa y tu auto, tú no eres pars mí. Eres solo un niño ridículo, entiendeme, solamente te usé para divertirme.—Tú me juraste amor, todo lo que me decías no parecía mentira, Renata, yo doy todobpor ti, entiendelo. Dime, ¿quieres vivir conmigo? No te faltará nada, te trataré como lo que eres, una mujer que vale oro.
Leer más