Marco solo necesitó avanzar una decena de metros, guiado por los gritos. No se necesitaba mucha imaginación para saber qué era lo que estaba a punto de suceder, y no estaba dispuesto a permitirlo. En el suelo la muchacha luchaba con todas las fuerzas que tenía, y sobre ella, el maldito bastardo la golpeaba sin poder controlarla. Marco cerró el puño y lo descargó contra la mandíbula, haciendo que el hombre volara un par de metros antes de caer, maldiciendo de dolor. Pudo terminarse ahí, uno noventa y dos de estatura y noventa kilos eran más que suficientes para intimidar y mantener la pelea a raya,
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