El impacto de la cachetada fue brutal, tanto así que doblo la cabeza de Emily a un lado, dejando el conocido rastro de dolor y calor que la acompañaba.
Sus ojos celestes se llenaron de lágrimas mientras volvía el rostro hacia su padre.
—¡Como pudiste! —grito el hombre iracundo, con su rostro redondo enrojecido ante la rabia.
—Lo lamento, padre—comenzó a susurrar ella con un hilo de voz, mientras colocaba una mano sobre su propio rostro intentando amortiguar el dolor—, pero lo amo.
Un error, Emily acababa de cometer el segundo error de aquella noche. Por desgracia, se dio cuenta demasiado tarde, cuando el impacto de la segunda bofetada se instauró en su propio rostro.
Dolor, vergüenza y desesperación, todo su mundo se estaba viniendo abajo ante sus ojos.
—No me hables de amor, no con un maldito bastardo como el, Emily—dijo su padre con un odio feroz, brutal—. Te utilizo… ahora no eres mejor que una cualquiera.
—¡El me ama! —arremetió ella con las lagrimas cayendo por sus mejillas, al mismo tiempo que se colocaba el anillo de compromiso que escondía celosamente en su bolsillo—. Nos vamos a casar.
Aquello fue demasiado. Su padre se preparo para volver a abofetearla, pero su madre se interpuso. Eso no fue ni por asomo mejor que el golpe de su padre.
Cuando los ojos de su madre se clavaron finalmente en su rostro, había vergüenza y humillación allí. Ella la había traicionado, echando por tierra todos sus esfuerzos por colocarla dentro de los círculos sociales mas altos, a los que pertenecían.
Emily era la heredera de la familia mas rica de la ciudad, su matrimonio había sido arreglado con un tonto hombre rico de la alta burguesía. Pero ella no lo amaba, su corazón ya había sido entregado a un hombre en quien confiaba, y cuyos sentimientos eran recíprocos.
Pero para desgracia de ambos, su amado no tenia un solo centavo en sus bolsillos, lo cual lo volvía un partido imposible para ella. Aun así, ante toda adversidad, el amor había nacido entre ambos, llegando incluso a consumar su amor luego de comprometerse.
Todo se fue al demonio cuando sus padres se enteraron, y ahora, Emily estaba lidiando con las consecuencias de sus actos.
—Me das asco—escupió con desprecio su madre, cuyo rostro era el reflejo futuro del suyo—, tu no eres mi hija.
Aquellas palabras doblaron las rodillas de Emily, arrojándola al suelo de su lujosa mansión. La ultima vez que la tocaría, y aun no lo sabía.
—Mami—suplico ella, de rodillas, rogándole por piedad.
Pero la mujer ante ella simplemente retrocedió un paso, apartándose de su hija, mientras le daba vuelta el rostro, incapaz de sostener su mirada un solo segundo más.
—Ya la escuchaste—arremetió su padre con el mismo tono iracundo y asqueado de su madre—¡Vete de aquí!
El corazón de Emily latía con tanta fuerza que parecía a punto de estallar. Aquello era real, estaba ocurriendo, estaba pasando.
—Por favor, papá—volvió a suplicar ella, aunque sabia perfectamente que sus palabras eran inútiles. Nada era capaz de conmover a un corazón tan frio como el de su padre.
Los ojos del hombre se clavaron en los de ella con verdadero asco y desprecio. No era de extrañar, a fin de cuentas, les acababa de hacer perder una fortuna.
—Yo no tengo hijos—escupió su padre, mientras la sujetaba con fuerza de los pelos y la arrastraba por el suelo.
Emily forcejeo, grito, suplico y lloro, pero no sirvió de nada. Los sirvientes y guardias allí presentes simplemente observaron la situación sin moverse de sus puestos un solo centímetro.
Su padre la arrastro hasta el vestíbulo, donde ordeno que abrieran la puerta principal, a través de la cual arrojo a Emily sin la menor pizca de arrepentimiento.
El golpe de su cuerpo escaleras abajo fue secundario, en especial cuando la adrenalina de la situación bloqueaba cualquier sensación dolorosa.
Para el momento en que ella volvió a alzar la mirada, su padre ya se encontraba en el umbral de la puerta, con los dientes bien apretados.
>—¡Vete de aquí! Ya no eres bien recibida—gruño su padre antes de azotar la puerta principal con gran violencia.
Emily no lo sabía, pero aquella seria la ultima vez que ella vería a su padre en toda su vida.
Sin nada, solo con las ropas que llevaba puestas, Emily se puso de pie a duras penas, sintiendo como su corazón se apretaba en un puño. La acaban de echar de casa.
No conocía a nadie, no tenia otra familia, solo le quedaba su amado, en quien no dudo en recurrir ni un solo segundo.
o o o o
El viaje hacia la casa de su prometido había sido difícil, puesto que Emily jamás había ocupado el transporte público. Pero se acostumbraría, ella estaba segura que amaría su nueva vida.
Una vida sencilla y simple, junto a la persona que mas amaba en ese mundo.
Cuando finalmente llego a la casa de él, sus esperanzas habían sido renovadas gracias al deseo y la ilusión que habitaba en su corazón.
Emily llamo a la puerta de aquella modesta casa y aguardo, con su corazón latiendo desesperadamente. Aquella podría ser la primera noche que ambos durmieran juntos sin miedo a lo que podría ocurrir al amanecer.
Sin lugar a dudas, el próximo día sería el primero de su nueva vida. Una vida junto a el.
O al menos eso creyó Emily.
—Emily ¿Qué haces aquí a estas horas?—pregunto Jack, parpadeando reiteradas veces, como si no creyera lo que veía.
—Amor… mis padres se enteraron de todo y me echaron—comenzó a decir ella, reprimiendo las lágrimas—. No sabía a donde ir, y vine a ti… a mi hogar.
Ella avanzo hacia él, para abrazarlo. Necesitando ese abrazo mas que nunca en toda su existencia.
Pero Jack, su prometido, retrocedió un paso, manteniendo su mirada firme en ella. Había algo extraño en su rostro, algo que lo volvía mas distante de ella, incluso casi cruel.
—Cometiste un error, Emily—escupió el con frialdad.
—¿Qué ocurre, amor mío? —susurro ella con un hilo de voz, intentando aferrarse a las famélicas esperanzas que aun existían dentro suyo.
—No me llames así, yo no soy tu amor, Emily… y ciertamente tu no eres el mío—dijo finalmente Jack.
Con esas palabras, Emily comprendió que le había dado la posibilidad de arrancarle el corazón a ese hombre, algo que estaba haciendo en ese mismo instante.
Sin embargo, no solo le arrebataba su corazón, también sus sueños y esperanzas. Jack le estaba arrancando la vida sin asesinarla.
—Jack… te amo… nos vamos a casar y…—comenzó a decir ella entre susurros, como si recitara una fórmula mágica que reparara su vida desecha.
—Dame el anillo—arremetió su prometido avanzando un paso hacia ella—. El anillo, Emily.
Su labio inferior temblaba, pero no era por el frio, era a causa del dolor que recorría todo su cuerpo.
Un ruido blanco se instauro en su mente cuando se saco el anillo y lo coloco en la mano de Jack. El simplemente la observo mientras decía:
>—El plan no era que te apartaras de tus padres y su fortuna, Emily, pero tú tenías que arruinarlo todo, como siempre—escupió el con el ceño fruncido ante su propio futuro arruinado—. Te deseo suerte en esta nueva vida.
—¡Espera, Jack! —grito ella, mientras corría hacia él.
Pero el hombre cerro la puerta con firmeza, dejando a Emily sola, en ese mundo cruel que no conocía.
Ella golpeo la puerta del hombre que amaba con todas sus fuerzas, grito hasta bien entrada la noche, sin conseguir otra cosa que no fuera su voz ronca.
Con los ojos hinchados por tanto llorar, ella decidió caminar por la ciudad, buscando aclarar sus pensamientos mientras buscaba un lugar donde pasar la noche.
No podía regresar con sus padres, no tenia a nadie mas en el mundo aparte de Jack, quien había dejado las cosas muy claras. Por primera vez en toda su existencia, Emily estaba sola en el mundo.
Vago por las calles de la ciudad sin un rumbo fijo hasta que finalmente encontró refugio en un banco de una plaza bien iluminada. Emily se sentó allí, hasta que finalmente, el cansancio, el dolor y la desesperanza la abrumaron lo suficiente como para arrancarle las pocas energías que aún conservaba.
Emily se quedo dormida allí, sola, en medio de esa plaza vacía. O al menos eso creyó ella.
—¿Por qué lloraste tanto, mariposa? —pregunto una mujer sentándose junto a ella en el banco, despertándola con amabilidad—¿Estás sola?
Cansada y medio dormida, Emily cometió el tercer error de aquella noche, confiando en que estaría a salvo porque se trataba de una anciana.
—Lloro porque estoy sola en este mundo… todos me abandonaron—explico ella con un susurro.
Pero en ese momento Emily cargaba consigo una inocencia que pronto le seria arrebatada.
Ella había crecido creyendo en cuentos fantásticos donde los monstruos eran seres despreciables; pero nadie le había enseñado que las caras amigables podrían esconder las peores pesadillas.
El sonido vibrante de la música era embriagador y excitante. Atravesaba su cuerpo en una frecuencia de ondas ensordecedoras, segadoras, que iban al ritmo de las luces de aquel lugar.Después de un año, Emily había aprendido a no solo habitar ese lugar, sino que también se había vuelto parte de el de un modo que muy pocos lograban comprender, o siquiera se molestaban en intentarlo.Toda su vida había sido la hija perfecta, la heredera ideal, la novia soñada; toda su maldita existencia había estado normada y reglada desde el momento en que abría los ojos en la mañana hasta que los cerraba por la noche al dormir. Pero allí, en la guarida del lobo, como solían llamar a ese lugar decadente, ella había encontrado la libertad que tanto anhelaba.Emily contoneaba su cuerpo semi desnudo al compas de la música, la cual parecía brotar de cada poro de su cuerpo, mientras se deslizaba de manera sensual a través del rubo de metal.Los hombres a su alrededor aullaban enardecidos mientras la observab
Emily escucho aquellas palabras que sobria atención, mientras sentía como su respiración se volvía mas densa, como si estuviera debajo del agua con una roca alrededor de su pecho.Su mirada se clavo en los ojos de Samuel ante ella, congelada y rígida como una escultura de un museo. Un solo movimiento de su rostro, incluso su respiración, podría generarle serios problemas.—¿Tienes a alguien en la mira? —susurro ella lentamente con un hilo de voz. Intento sonar firme, convincente, pero sus palabras se quebraron, dándole un tono de inseguridad que ella aborrecía.Samuel acaricio el costado de su rostro, examinando su rostro sin mirarlo realmente.—Claro que sí, siempre estoy un paso por delante—respondió con aquella arrogancia que tanto lo caracterizaba, mientras se reclinaba hacia atrás, apartándose de ella por completo.Aquellas palabras, muy lejos de tranquilizarla, solo aumentaron el terror en el corazón de la bella bailarina. Si Samuel ya tenia un objetivo en mente, eso significaba
Su cabeza dolía demasiado, mientras abría los ojos, saliendo de aquel estado de bruma cegadora que parecía someter todos sus sentidos.—Bueno… la princesa se despierta al fin—se burlo el extraño del bar, inclinándose sobre ella. Su rostro desdibujándose bajo los efectos exotéricos de la poca luz del lugar.La droga comenzaba a salir de su cuerpo, dándole mayor control sobre su cuerpo. Pero ella no lo demostró. Se mantuvo quieta, fingiendo estar aun bajo el brutal efecto de las toxinas.Se encontraba atada de manos a una silla oxidada. Los tontos habían dejado sus piernas libres.—¿Qué mierda me hiciste?—gruño ella, con tono somnoliento y la cabeza inclinada ligeramente hacia un lado.La sonrisa del extraño se ensancho, mientras se aproximaba un poco más hacia ella.—No se a que estas acostumbrada con esos sucios italianos… pero la necrofilia no es lo nuestro—se burló el hombre.Emily parpadeo, mientras sentía como todos los músculos de su cuerpo se contraían ante la inminente señal de
Emily se quedo paralizada. Por la reacción de los hombres a su alrededor pudo darse cuenta al instante que nadie estaba al tanto de las intenciones de Damon.Al parecer, a diferencia de Samuel, el no le contaba sus planes e intenciones a nadie.La bella bailarina parpadeo, y por un instante una idea brillo en su mente. Una idea demente, absurda y extremadamente peligrosa… pero no pudo desecharla con tanta facilidad. No cuando parecía ser la respuesta a todos sus anhelos y deseos.—¿Qué te hace creer que quiero ser tu reina? —siseo ella, mientras se inclinaba hacia un costado en su silla—¿Crees que traicionaría a Samuel para saltar a tu cama? No soy una puta.La mirada de Damon se volvió mas intensa y profunda, mientras cruzaba la distancia que los separaba a gran velocidad. Sin demasiados protocolos el le quito las ataduras, ante la mirada confusa de todos, incluida la de Emily.Por su parte, ella no movió un solo musculo. Sabia perfectamente que el grupo de hombres a su alrededor la
Emily inhalo profundamente, aspirando un poco mas del cigarrillo que tenia en sus labios. Estaba ansiosa y nerviosa, lo cual no era una buena combinación.—Es un habito de mierda—se quejo Damon, apareciendo a su lado de manera sorpresiva, logrando que ella se sobresaltara.Con un veloz movimiento, ella se volvió hacia el hombre de pie a unos pasos de ella. Estaba totalmente vestido de negro, sin una mínima marca de color a la vista. Su mirada seguía igual de ensombrecida que la ultima vez, acompañada por aquella extraña tristeza casi lúgubre.Si ella no sabia que estaba junto a un rey de la mafia, bien podría confundirlo con algún personaje del romanticismo ingles extraído de la literatura.—Lo dice el hombre que mata personas para vivir—respondió ella a modo de saludo, mientras soltaba el aire en dirección de Damon, con la clara intención de irritarlo o fastidiarlo.Emily no estaba segura de que buscaba generar, pero deseaba algo, algún tipo de reacción de su parte. Lo que fuera.Per
Cuando Emily finalmente decidió regresar a la mansión, las sombras de los árboles lo habían devorado todo, sumiendo el mundo en una penumbra casi total.A ella no le molestaba caminar en la oscuridad, a fin de cuentas, durante la noche era el único momento en el que se sentía un poco menos vulnerable.—¿Podrías abrir la puerta por mí, Trevor?—canturreo ella al otro lado de la entrada principal, con las manos totalmente ocupadas en las bolsas de ropa y accesorios que había comprado.Casi al instante, la puerta principal se abrió para ella. Emily se deslizo al interior de la mansión, contoneando con elegancia su trasero.Trevor era el mayordomo-seguridad mas joven que Samuel había contratado. Tenia poco mas de veinte años, por lo cual, estaba totalmente fascinado con el cuerpo de las mujeres.A Emily le gustaba tentarlo, contoneaba su silueta de manera tonta para que el la admirara con un brillo de devoción. Resultaba tonto y algo patético, pero aquello lograba levantarle el autoestima
—Cariño, descansa… enseguida regreso—dijo Damon, saliendo lentamente de su estado de sorpresa, mientras besaba la coronilla de la pequeña con afecto, antes de ponerse de pie.—Quiero ir contigo, papá—pidió la pequeña, mientras descorría las sabanas e intentaba salir del reparo de la cama.Damon le dio una dulce y suave mirada de advertencia. Muy diferente a la mirada rígida, fría e implacable que solía dedicarle a sus hombres.Aquella, sin lugar a dudas, no era la mirada del jefe de la mafia.Pero la pequeña se cruzo de brazos, sosteniendo la mirada de su padre mientras las comisuras de sus labios se crispaban hacia debajo de manera tierna.—Por favor…—pidió ella de manera suplicante.—Quédate aquí, Hada, y te traeré un dulce cuando regrese—prometió Damon, siendo demasiado indulgente ante la dulce petición de su hija.La pequeña Hada sonrió fascinada con cierto entusiasmo, mientras volvía a colocarse dulcemente en su cama.>—Enseguida regreso.—No me dijiste tu nombre—la detuvo la peq
Aquel plan era el mas absurdo e idiota que jamás se le podría haber ocurrido. Según Damon, era ese el motivo por el cual iba a funcionar.Pero para Emily, las cosas podrían salir muy bien o jodidamente mal. No tenia muchas opciones, de igual manera.Ella ya había saltado a la pileta, ahora restaba esperar que hubiera agua en el fondo de esta.Mientras la bella dama caminaba hacia la mansión de Samuel, con la luna llena sentada en su trono estrellado, Emily podía jurar que la sensación fantasmal de los labios de Damon recorriendo los suyos aun la acompañaba.Pero eso no era lo único que se había quedado atado en sus recuerdos.Damon había asegurado que era necesario que Samuel se tragara aquella mentira de que Emily era su debilidad. El único modo de hacerlo era dejando una clara marca del paso de Damon a través del cuerpo de ella.Por ese mismo motivo, el rey del hielo no se había detenido en un solo beso ligero. El la había besado varias veces, mientras desplazaba las manos por todo