Emily escucho aquellas palabras que sobria atención, mientras sentía como su respiración se volvía mas densa, como si estuviera debajo del agua con una roca alrededor de su pecho.
Su mirada se clavo en los ojos de Samuel ante ella, congelada y rígida como una escultura de un museo. Un solo movimiento de su rostro, incluso su respiración, podría generarle serios problemas.
—¿Tienes a alguien en la mira? —susurro ella lentamente con un hilo de voz. Intento sonar firme, convincente, pero sus palabras se quebraron, dándole un tono de inseguridad que ella aborrecía.
Samuel acaricio el costado de su rostro, examinando su rostro sin mirarlo realmente.
—Claro que sí, siempre estoy un paso por delante—respondió con aquella arrogancia que tanto lo caracterizaba, mientras se reclinaba hacia atrás, apartándose de ella por completo.
Aquellas palabras, muy lejos de tranquilizarla, solo aumentaron el terror en el corazón de la bella bailarina. Si Samuel ya tenia un objetivo en mente, eso significaba que ya había una tumba a medio cavar.
Era tonto, absurdo e increíblemente arriesgado, pero el peso de la duda e inseguridad no la dejarían en paz hasta tener una m*****a respuesta.
—¿Crees que puedo ser yo la rata? —pregunto ella, con sus ojos aterrados clavados en él.
Samuel la observo durante algunos segundos, frio, distante y pensativo, antes de estallar en un arrebato de risas burlonas que simplemente sacudieron el corazón de Emily.
—¿Lo preguntas de verdad? —dijo el italiano con arrogancia, pero al ver que no respondía y simplemente se hundía en si misma agrego—. Tu, Emily, serias la ultima persona en quien desconfiaría.
Un alivio estremecedor recorrió todo su cuerpo, de un modo que casi le arranca un gemido de sus labios. Sus músculos se relajaron mientras observaba al hombre ante ella.
Confianza, eso era lo que ella se había ganado con el correr del tiempo…
O era lo que en realidad quería creer.
>—Que cosa más estúpida, por favor, ¿tu? ¿traicionarme? —Samuel volvió a negar con la cabeza mientras seguía riendo abiertamente—. Dudo que tengas el valor para hacerlo.
Fue el peso de sus palabras y la burla atada en cada m*****a silaba lo que hizo que la mente de Emily se detuviera en ese instante, comenzando a darle vueltas a la situación.
—¿A que te refieres?—pregunto ella, demasiado casual como para evitar que se dejara entrever las emociones que intentaba ocultar.
Cuando el italiano volvió a abrir los ojos, estos se clavaron como dagas verdes en los de ella, dejándola rígida en ese lugar.
—Te salvé, te di una vida y motivos para seguir en este mundo. Te cobije cuando nadie más lo haría y te brinde comida cuando tenias hambre—ronroneo el, con aquel acento sensual que resonaba al final de cada m*****a oración—. Tu me perteneces, tanto como yo te pertenezco.
Emily se quedo pasmada, petrificada escuchando aquellas palabras mientras un ligero temblor se apoderaba de su cuerpo. No por miedo, sino ante una rabia que hervía sus venas.
>—Los perros aprenden a no morder la mano que les da de comer—se burló Samuel—¿No lo crees, princesa?
La bella bailarina se obligo a esbozar una sonrisa que no logro iluminar la oscuridad de sus ojos.
Aquellas malditas palabras eran todo lo que ella necesitaba para darse cuenta de la cruda realidad. Emily era una mas de sus hombres, de los malditos soldados que doblaban sus filas.
Princesa, si, tal como el la había llamado y todos en ese maldito lugar la llamaban. Importante, con cierto nivel dentro de la organización, pero a fin de cuentas, prescindible.
Una m*****a princesa, no una reina.
Y peor aún, ante los ojos de Samuel ella no era mas que un cuerpo bello. Un juguete bonito con el cual podía satisfacer sus deseos.
>>Mal agradecida<< se dijo a si misma en un gruñido mental, mientras las palabras de Samuel revoloteaban su mente como fantasmas en la noche.
El le había dado todo cuando no tenia absolutamente nada. A cambio, el le había pedido algo tan simple como el sexo, una cosa que ciertamente los dos disfrutaban.
Sexo a cambio de libertad. Aquello era un trato verdaderamente justo. Emily lo tenía todo, entonces… ¿Por qué demonios se estaba quejando?
La bailarina aparto los pensamientos de su mente, evitando caer en el poso oscuro que habitaba en su interior amenazando con consumirla por completo. Centrando su atención en el hombre ante ella, Emily pudo ver el filo en su mirada. Uno que conocía muy bien.
—¿Qué te ocurre, Samuel? —pregunto ella con calma.
Samuel parpadeo, saliendo de su bunker mental antes de obsequiarle una sonrisa de medialuna.
—Fue un día difícil—se limitó a decir el—. Estoy un poco cansado, es solo eso.
Emily acepto la respuesta sin preocuparse, a fin de cuentas, Samuel rara vez compartía sus pensamientos con ella. Sus sentimientos era algo que le negaba a diario, algo que ella no sabia si el era capaz de sentir.
—¿Estas demasiado cansado? —ronroneo ella con tono meloso.
Al oír aquella insinuación atada a la pregunta, los ojos verdes de Samuel se iluminaron al instante, clavándose en el rostro de ella de manera firme.
Todo ese enfoque destructor, capaz de reducir el mundo a cenizas se enfocaba en ella. En sus labios, en su respiración, en el subir y bajar de su pecho medio desnudo.
—Nunca estoy demasiado cansado… no para ti, cariño—respondió el, su voz volviéndose el granito mismo—. Muéstrame porque eres mi princesa.
Emily sonrió, feliz y satisfecha por el deseo que habitaba en las palabras y el cuerpo del italiano. Sin demorar un solo segundo, con dedos firmes y convencidos, manos expertas, la bailarina desabotono el pantalón del hombre.
Su sangre se calentó con las llamas de un fuego infernal, mientras observaba como la considerable longitud del italiano era liberada.
>—Muéstrame que tan profundo puedes llevarme, cariño—pidió el.
Y ella lo complació.
Lo toco con la boca, y un gruñido de aprobación mesclado con el placer se arranco de lo mas profundo de la garganta de Samuel.
Emily deslizo su boca sobre él, besando y lamiendo por todas partes, mientras sus ojos se alzaban hasta el rostro del italiano.
Sus ojos estaban cerrados, su cabeza estaba echada hacia atrás, los labios eran apenas dos líneas blanquecinas firmemente apretadas. Cada musculo de su rostro estaba en completa tensión, producto de las sensaciones abrumadoras que estaba experimentando. El placer reflejado en cada fibra muscular.
Emily sonrió, satisfecha, sin sacarlo de su boca, mientras incrementaba el ritmo de sus movimientos. Otro gruñido mas animal colmado de deseo se arranco de la garganta de Samuel acompañado de:
—¡Maldición! —escupió el italiano, aferrándose al borde de la silla de madera con tanta violencia como si estuviera a punto de caer por un costado del mundo—¡Po-r f-a-vor!
La bailarina se hundió hasta la envergadura, arrancando un siseo tartamudo inentendible de Samuel. El estaba suplicando, le estaba suplicando a ella.
Emily amaba aquello. Durante algunos segundos, minutos como mucho, ella tenia el poder sobre él. Ahora, en ese preciso segundo, Emily era la m*****a reina.
>—Emily… por favo-r—volvió a decir el con sus piernas temblando a la vez que se tensaban. Ese era su poder, ella podía hacer eso con su cuerpo. Ella lo controlaba y manejaba su placer. Era su dueña—…creo que…
Emily conocía demasiado bien las señales del cuerpo de aquel hombre. Casi tan bien como conocía el suyo.
La bella bailarina espero el momento, antes de tocas aquel punto sensible donde un nervio quedaba expuesto. Justo cuando estaba a punto de llegar al limite de su voluntad, autocontrol y cordura, solo en ese instante, ella deslizo la lengua por ese maldito punto.
Samuel rugió, mientras sujetaba con una mano la cabeza de Emily y con la otra se aferraba al borde de la silla. El sonido mas animal que humano, algo primitivo y salvaje, colmado de extasía frenético.
El cuerpo del italiano se sacudió un par de veces en reiterados espasmos amorfos, mientras estallaba en su boca.
Con placer frenético, ella recogió el producto de su esfuerzo antes de retirarse por completo.
—Es verdad, no estabas tan cansado—ronroneo ella con tono burlón mientras se ponía de pie y lo miraba desde las alturas.
La mirada de Samuel era de puro deleite y placer, casi anestesiado y ebrio, mientras observaba a Emily de un modo que sabia lo que se venía. Ahora era el turno de ella para estallar.
Una sonrisa depredadora se apodero de los labios del italiano mientras se ponía de pie, dispuesto a acortar la distancia que los separaba.
El no demoraría mucho en arrancarle la ropa y tomarla allí mismo. La duda era ¿Seria contra la pared o en el suelo? Si Emily podía elegir escogería la pared. Amaba sentir como el cuerpo del italiano la oprimía contra una superficie dura.
Aquella sensación era semejante a ser aplastada, pero con un final feliz.
Sin embargo, justo cuando el estaba a media palma de distancia de ella, alguien llamo a la puerta. Antes de abrir, la bella bailarina ya sabía que su diversión se había acabado.
—El cartel quiere hablar—dijo un hombre al otro lado de la puerta, sin atreverse a abrirla.
Emily mordió su labio inferior, mientras veía como Samuel exhalaba un profundo suspiro.
—En cinco minutos estoy en la entrada—escupió el italiano con rudeza, dejando de ser príncipe para convertirse nuevamente en rey.
Sus ojos verdes, nuevamente fríos y distantes se clavaron en los de ella, sosteniendo su mirada durante algunos instantes.
—¿Quieres que te lleve a la mansión o te quedas aquí? —dijo el con tono monótono, aunque ya sabía la respuesta.
Volver a la mansión. A una hermosa jaula de oro aislada por completo del mundo, en total soledad… o permanecer allí, donde la música, las luces y las personas lograban llevar al éxtasis cada uno de sus sentidos.
—Me quedo, que uno de tus hombres venga luego por mi—se limito a decir ella con calma.
—Te debo una corrida, princesa—agrego Samuel con calma, mientras se acomodaba, borrando cualquier minúsculo rastro de lo que acababa de ocurrir.
Emily se limito a esbozar una sonrisa cómplice en su dirección, antes de verlo marcharse del lugar a toda prisa. De alguna manera, ella había estado esperando que lo llamaran en cualquier momento, después de todo, aquella noche era una verdaderamente movida.
La bella bailarina aguardo allí sola durante algunos minutos, hasta que la soledad fue tan sofocante que sus propios pensamientos destructivos se volvieron un eco constante. Frustrada, Emily tomo un sobre todo que Samuel había dejado en un extremo del pequeño habitáculo y salió al mundo exterior, donde la música se apodero de su cuerpo al instante.
Emily se resistió a sus encantos, avanzando entre la muchedumbre enardecida con un rumbo fijo hacia el exterior.
Nadie la detuvo, tampoco le dijeron nada cuando salió por la puerta principal. Todos sabían perfectamente quien era. En ausencia de Samuel, ella tenía cierta poder e influencia allí.
Ficticio, claramente. Ella no podía dar ninguna orden seria, solo influía en trivialidades como permitir quien podía entrar al lugar, o que clase de bebidas ofrecerían aquella noche. Pero, a fin de cuentas, poder. Eso era mejor que nada.
La bailarina se aparto demasiado de la muchedumbre que se apilaba en la entrada del lugar, saliendo de la mirada indiscreta de los matones de la puerta. Por al menos un par de segundos, ella deseaba algo de libertad.
Con ese fin se adentro en un pequeño y estrecho pasillo que conectaba con la calle paralela. Ese era su lugar seguro, miles de veces había ido allí en busca de paz.
Pero esa noche sin lugar a dudas no la iba a encontrar.
—Al fin saliste, conejita… te estábamos esperando—dijo una voz masculina que recordaba con claridad, antes de poner un trapo en su rostro.
Emily intento soltarse, luchando con todas sus fuerzas. Pero mas pronto que tarde el sueño la alcanzo, transportándola a otro mundo no tan oscuro como el que habitaba.
Su cabeza dolía demasiado, mientras abría los ojos, saliendo de aquel estado de bruma cegadora que parecía someter todos sus sentidos.—Bueno… la princesa se despierta al fin—se burlo el extraño del bar, inclinándose sobre ella. Su rostro desdibujándose bajo los efectos exotéricos de la poca luz del lugar.La droga comenzaba a salir de su cuerpo, dándole mayor control sobre su cuerpo. Pero ella no lo demostró. Se mantuvo quieta, fingiendo estar aun bajo el brutal efecto de las toxinas.Se encontraba atada de manos a una silla oxidada. Los tontos habían dejado sus piernas libres.—¿Qué mierda me hiciste?—gruño ella, con tono somnoliento y la cabeza inclinada ligeramente hacia un lado.La sonrisa del extraño se ensancho, mientras se aproximaba un poco más hacia ella.—No se a que estas acostumbrada con esos sucios italianos… pero la necrofilia no es lo nuestro—se burló el hombre.Emily parpadeo, mientras sentía como todos los músculos de su cuerpo se contraían ante la inminente señal de
Emily se quedo paralizada. Por la reacción de los hombres a su alrededor pudo darse cuenta al instante que nadie estaba al tanto de las intenciones de Damon.Al parecer, a diferencia de Samuel, el no le contaba sus planes e intenciones a nadie.La bella bailarina parpadeo, y por un instante una idea brillo en su mente. Una idea demente, absurda y extremadamente peligrosa… pero no pudo desecharla con tanta facilidad. No cuando parecía ser la respuesta a todos sus anhelos y deseos.—¿Qué te hace creer que quiero ser tu reina? —siseo ella, mientras se inclinaba hacia un costado en su silla—¿Crees que traicionaría a Samuel para saltar a tu cama? No soy una puta.La mirada de Damon se volvió mas intensa y profunda, mientras cruzaba la distancia que los separaba a gran velocidad. Sin demasiados protocolos el le quito las ataduras, ante la mirada confusa de todos, incluida la de Emily.Por su parte, ella no movió un solo musculo. Sabia perfectamente que el grupo de hombres a su alrededor la
Emily inhalo profundamente, aspirando un poco mas del cigarrillo que tenia en sus labios. Estaba ansiosa y nerviosa, lo cual no era una buena combinación.—Es un habito de mierda—se quejo Damon, apareciendo a su lado de manera sorpresiva, logrando que ella se sobresaltara.Con un veloz movimiento, ella se volvió hacia el hombre de pie a unos pasos de ella. Estaba totalmente vestido de negro, sin una mínima marca de color a la vista. Su mirada seguía igual de ensombrecida que la ultima vez, acompañada por aquella extraña tristeza casi lúgubre.Si ella no sabia que estaba junto a un rey de la mafia, bien podría confundirlo con algún personaje del romanticismo ingles extraído de la literatura.—Lo dice el hombre que mata personas para vivir—respondió ella a modo de saludo, mientras soltaba el aire en dirección de Damon, con la clara intención de irritarlo o fastidiarlo.Emily no estaba segura de que buscaba generar, pero deseaba algo, algún tipo de reacción de su parte. Lo que fuera.Per
Cuando Emily finalmente decidió regresar a la mansión, las sombras de los árboles lo habían devorado todo, sumiendo el mundo en una penumbra casi total.A ella no le molestaba caminar en la oscuridad, a fin de cuentas, durante la noche era el único momento en el que se sentía un poco menos vulnerable.—¿Podrías abrir la puerta por mí, Trevor?—canturreo ella al otro lado de la entrada principal, con las manos totalmente ocupadas en las bolsas de ropa y accesorios que había comprado.Casi al instante, la puerta principal se abrió para ella. Emily se deslizo al interior de la mansión, contoneando con elegancia su trasero.Trevor era el mayordomo-seguridad mas joven que Samuel había contratado. Tenia poco mas de veinte años, por lo cual, estaba totalmente fascinado con el cuerpo de las mujeres.A Emily le gustaba tentarlo, contoneaba su silueta de manera tonta para que el la admirara con un brillo de devoción. Resultaba tonto y algo patético, pero aquello lograba levantarle el autoestima
—Cariño, descansa… enseguida regreso—dijo Damon, saliendo lentamente de su estado de sorpresa, mientras besaba la coronilla de la pequeña con afecto, antes de ponerse de pie.—Quiero ir contigo, papá—pidió la pequeña, mientras descorría las sabanas e intentaba salir del reparo de la cama.Damon le dio una dulce y suave mirada de advertencia. Muy diferente a la mirada rígida, fría e implacable que solía dedicarle a sus hombres.Aquella, sin lugar a dudas, no era la mirada del jefe de la mafia.Pero la pequeña se cruzo de brazos, sosteniendo la mirada de su padre mientras las comisuras de sus labios se crispaban hacia debajo de manera tierna.—Por favor…—pidió ella de manera suplicante.—Quédate aquí, Hada, y te traeré un dulce cuando regrese—prometió Damon, siendo demasiado indulgente ante la dulce petición de su hija.La pequeña Hada sonrió fascinada con cierto entusiasmo, mientras volvía a colocarse dulcemente en su cama.>—Enseguida regreso.—No me dijiste tu nombre—la detuvo la peq
Aquel plan era el mas absurdo e idiota que jamás se le podría haber ocurrido. Según Damon, era ese el motivo por el cual iba a funcionar.Pero para Emily, las cosas podrían salir muy bien o jodidamente mal. No tenia muchas opciones, de igual manera.Ella ya había saltado a la pileta, ahora restaba esperar que hubiera agua en el fondo de esta.Mientras la bella dama caminaba hacia la mansión de Samuel, con la luna llena sentada en su trono estrellado, Emily podía jurar que la sensación fantasmal de los labios de Damon recorriendo los suyos aun la acompañaba.Pero eso no era lo único que se había quedado atado en sus recuerdos.Damon había asegurado que era necesario que Samuel se tragara aquella mentira de que Emily era su debilidad. El único modo de hacerlo era dejando una clara marca del paso de Damon a través del cuerpo de ella.Por ese mismo motivo, el rey del hielo no se había detenido en un solo beso ligero. El la había besado varias veces, mientras desplazaba las manos por todo
Samuel:El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemara la aldea para sentir su calor.Aquella frase tan recurrente era capaz de definir la existencia misma de Samuel.Desde niño había estado destinado a la nada misma. Como segundo hijo del jefe, su labor seria ser la sombra de su hermano mayor. Repudiado por sus padres e incapaz de conseguir que su padre se sintiera orgulloso por sus logros, lentamente, el niño feliz y carismático se fue rompiendo.Cuando llego a los dieciséis, se había convertido en el monstruo que todos conocían. Pero la bestia siguió escondida en su interior, hasta que la trágica muerte de sus padres y hermano a manos de un bando rival le colocara la corona de su clan.Poder. Ahora, Samuel tenia poder. Lo que había sido destinado para su hermano ahora le pertenecía.Gracias al poder, obtuvo también respeto de su gente. Pero más importante, su miedo.Samuel podía sentir como sus cuerpos se tensaban y sus respiraciones se volvían irregulares con
Damon:El príncipe de hielo le dio vueltas a su baso con wiski, intentando enfriar con el hielo que se mecía en su interior aquel liquito amargo. Solo un vago intento por calmar el fuego que ardía en su interior, un fuego que parecía no tener piedad alguna.La pequeña niña dormía a su lado, acostada sobre su pierna expuesta, mientras que el le acariciaba el cabello con suavidad. Durante algunos minutos largos, el príncipe había observado a su pequeña con cierta calidez y ternura, hasta que comenzó a notar algunos rasgos que le recordaban a su enemigo.Rápidamente, Damon se encontró observando a la pequeña con el rostro fruncido y los labios apretados. El no la odiaba ni nada semejante, pero si aborrecía al hombre que le había concedido la vida. Odiaba a su padre.—Señor, ya dejamos a la señorita Smith en el lugar indicado—dijo Casper acercándose lentamente, con cautela, advirtiendo con firmeza sobre sus acciones.—¿Tienes hombres ahí plantados? —pregunto Damon con calma, en un tono lo