Cuando Emily se sentó frente al ruso, no pudo evitar esconder una sonrisa llena de regocijo.
Damon la observó con total deleite, sin embargo fue Casper quien parecía guardar cierta reticencia ante aquella reacción.
—¿A quien le clavaste los colmillos hoy para estar tan feliz, víbora?—siseo la mano derecha de Damon.
Emily posó sus hipnóticos ojos en el bastardo junto a Damon, mientras daba un ligero sorbo a su bebida, para calmar así el veneno que amenazaba por salir de sus labios.
—Hoy estuve mordiendo el trasero de varios de mis enemigos, Casper… no tientes tu suerte—canturreo ella con exagerada coquetería pomposa.
Damon:Su cuerpo se volvió de piedra ante los encantos de aquella hermosa gorgona. Los labios de Emily eran tan dulces y suaves como se los había imaginado en cada una de sus fantasías nocturnas.Aun así, aunque había delirado incansablemente noches con aquel momento, no pudo mover un solo centímetro de su cuerpo, porque sabía, con el corazón destrozado, que aquello no era real.Damon no era el rey de los rusos por simple suerte o herencia. No, él se había ganado su corona a base de tretas, estrategias y conspiraciones.Emily era muy feroz y hábil para identificar el deseo de los hombres poderosos, los podía leer mejor que a nadie. Pero si ella era la reina de
El impacto de la cachetada fue brutal, tanto así que doblo la cabeza de Emily a un lado, dejando el conocido rastro de dolor y calor que la acompañaba.Sus ojos celestes se llenaron de lágrimas mientras volvía el rostro hacia su padre.—¡Como pudiste! —grito el hombre iracundo, con su rostro redondo enrojecido ante la rabia.—Lo lamento, padre—comenzó a susurrar ella con un hilo de voz, mientras colocaba una mano sobre su propio rostro intentando amortiguar el dolor—, pero lo amo.Un error, Emily acababa de cometer el segundo error de aquella noche. Por desgracia, se dio cuenta demasiado tarde, cuando el impacto de la segunda bofetada se instauró en su propio rostro.Dolor, vergüenza y desesperación, todo su mundo se estaba viniendo abajo ante sus ojos.—No me hables de amor, no con un maldito bastardo como el, Emily—dijo su padre con un odio feroz, brutal—. Te utilizo… ahora no eres mejor que una cualquiera.—¡El me ama! —arremetió ella con las lagrimas cayendo por sus mejillas, al m
El sonido vibrante de la música era embriagador y excitante. Atravesaba su cuerpo en una frecuencia de ondas ensordecedoras, segadoras, que iban al ritmo de las luces de aquel lugar.Después de un año, Emily había aprendido a no solo habitar ese lugar, sino que también se había vuelto parte de el de un modo que muy pocos lograban comprender, o siquiera se molestaban en intentarlo.Toda su vida había sido la hija perfecta, la heredera ideal, la novia soñada; toda su maldita existencia había estado normada y reglada desde el momento en que abría los ojos en la mañana hasta que los cerraba por la noche al dormir. Pero allí, en la guarida del lobo, como solían llamar a ese lugar decadente, ella había encontrado la libertad que tanto anhelaba.Emily contoneaba su cuerpo semi desnudo al compas de la música, la cual parecía brotar de cada poro de su cuerpo, mientras se deslizaba de manera sensual a través del rubo de metal.Los hombres a su alrededor aullaban enardecidos mientras la observab
Emily escucho aquellas palabras que sobria atención, mientras sentía como su respiración se volvía mas densa, como si estuviera debajo del agua con una roca alrededor de su pecho.Su mirada se clavo en los ojos de Samuel ante ella, congelada y rígida como una escultura de un museo. Un solo movimiento de su rostro, incluso su respiración, podría generarle serios problemas.—¿Tienes a alguien en la mira? —susurro ella lentamente con un hilo de voz. Intento sonar firme, convincente, pero sus palabras se quebraron, dándole un tono de inseguridad que ella aborrecía.Samuel acaricio el costado de su rostro, examinando su rostro sin mirarlo realmente.—Claro que sí, siempre estoy un paso por delante—respondió con aquella arrogancia que tanto lo caracterizaba, mientras se reclinaba hacia atrás, apartándose de ella por completo.Aquellas palabras, muy lejos de tranquilizarla, solo aumentaron el terror en el corazón de la bella bailarina. Si Samuel ya tenia un objetivo en mente, eso significaba
Su cabeza dolía demasiado, mientras abría los ojos, saliendo de aquel estado de bruma cegadora que parecía someter todos sus sentidos.—Bueno… la princesa se despierta al fin—se burlo el extraño del bar, inclinándose sobre ella. Su rostro desdibujándose bajo los efectos exotéricos de la poca luz del lugar.La droga comenzaba a salir de su cuerpo, dándole mayor control sobre su cuerpo. Pero ella no lo demostró. Se mantuvo quieta, fingiendo estar aun bajo el brutal efecto de las toxinas.Se encontraba atada de manos a una silla oxidada. Los tontos habían dejado sus piernas libres.—¿Qué mierda me hiciste?—gruño ella, con tono somnoliento y la cabeza inclinada ligeramente hacia un lado.La sonrisa del extraño se ensancho, mientras se aproximaba un poco más hacia ella.—No se a que estas acostumbrada con esos sucios italianos… pero la necrofilia no es lo nuestro—se burló el hombre.Emily parpadeo, mientras sentía como todos los músculos de su cuerpo se contraían ante la inminente señal de
Emily se quedo paralizada. Por la reacción de los hombres a su alrededor pudo darse cuenta al instante que nadie estaba al tanto de las intenciones de Damon.Al parecer, a diferencia de Samuel, el no le contaba sus planes e intenciones a nadie.La bella bailarina parpadeo, y por un instante una idea brillo en su mente. Una idea demente, absurda y extremadamente peligrosa… pero no pudo desecharla con tanta facilidad. No cuando parecía ser la respuesta a todos sus anhelos y deseos.—¿Qué te hace creer que quiero ser tu reina? —siseo ella, mientras se inclinaba hacia un costado en su silla—¿Crees que traicionaría a Samuel para saltar a tu cama? No soy una puta.La mirada de Damon se volvió mas intensa y profunda, mientras cruzaba la distancia que los separaba a gran velocidad. Sin demasiados protocolos el le quito las ataduras, ante la mirada confusa de todos, incluida la de Emily.Por su parte, ella no movió un solo musculo. Sabia perfectamente que el grupo de hombres a su alrededor la
Emily inhalo profundamente, aspirando un poco mas del cigarrillo que tenia en sus labios. Estaba ansiosa y nerviosa, lo cual no era una buena combinación.—Es un habito de mierda—se quejo Damon, apareciendo a su lado de manera sorpresiva, logrando que ella se sobresaltara.Con un veloz movimiento, ella se volvió hacia el hombre de pie a unos pasos de ella. Estaba totalmente vestido de negro, sin una mínima marca de color a la vista. Su mirada seguía igual de ensombrecida que la ultima vez, acompañada por aquella extraña tristeza casi lúgubre.Si ella no sabia que estaba junto a un rey de la mafia, bien podría confundirlo con algún personaje del romanticismo ingles extraído de la literatura.—Lo dice el hombre que mata personas para vivir—respondió ella a modo de saludo, mientras soltaba el aire en dirección de Damon, con la clara intención de irritarlo o fastidiarlo.Emily no estaba segura de que buscaba generar, pero deseaba algo, algún tipo de reacción de su parte. Lo que fuera.Per
Cuando Emily finalmente decidió regresar a la mansión, las sombras de los árboles lo habían devorado todo, sumiendo el mundo en una penumbra casi total.A ella no le molestaba caminar en la oscuridad, a fin de cuentas, durante la noche era el único momento en el que se sentía un poco menos vulnerable.—¿Podrías abrir la puerta por mí, Trevor?—canturreo ella al otro lado de la entrada principal, con las manos totalmente ocupadas en las bolsas de ropa y accesorios que había comprado.Casi al instante, la puerta principal se abrió para ella. Emily se deslizo al interior de la mansión, contoneando con elegancia su trasero.Trevor era el mayordomo-seguridad mas joven que Samuel había contratado. Tenia poco mas de veinte años, por lo cual, estaba totalmente fascinado con el cuerpo de las mujeres.A Emily le gustaba tentarlo, contoneaba su silueta de manera tonta para que el la admirara con un brillo de devoción. Resultaba tonto y algo patético, pero aquello lograba levantarle el autoestima