Su cabeza dolía demasiado, mientras abría los ojos, saliendo de aquel estado de bruma cegadora que parecía someter todos sus sentidos.
—Bueno… la princesa se despierta al fin—se burlo el extraño del bar, inclinándose sobre ella. Su rostro desdibujándose bajo los efectos exotéricos de la poca luz del lugar.
La droga comenzaba a salir de su cuerpo, dándole mayor control sobre su cuerpo. Pero ella no lo demostró. Se mantuvo quieta, fingiendo estar aun bajo el brutal efecto de las toxinas.
Se encontraba atada de manos a una silla oxidada. Los tontos habían dejado sus piernas libres.
—¿Qué m****a me hiciste?—gruño ella, con tono somnoliento y la cabeza inclinada ligeramente hacia un lado.
La sonrisa del extraño se ensancho, mientras se aproximaba un poco más hacia ella.
—No se a que estas acostumbrada con esos sucios italianos… pero la necrofilia no es lo nuestro—se burló el hombre.
Emily parpadeo, mientras sentía como todos los músculos de su cuerpo se contraían ante la inminente señal de peligro. No lo había notado, no en el bar y menos aun cuando la secuestro. Pero en ese segundo, vio al extraño por lo que era.
Roso. El hombre ante ella era un ruso, perteneciente a la mafia con la que Samuel estaba en guerra.
—Es verdad, lo suyo es la zoof…—comenzó a responder ella, con una mezcla de arrogancia y elegancia que le otorgaban aires de superioridad.
Pero sus palabras se vieron opacadas cuando el hombre el sujeto el rostro con fuerza brutal.
—Vamos, termina la oración… y podrás experimentar el dolor de sentir tu mandíbula fracturarse en dos—arremetió el extraño con los dientes apretados, buscando intimidarla.
Sin embargo, Bianca lo había perdido todo para ganar una única cosa, su libertad, y planeaba defenderla a cualquier costo.
Con la enorme mano del hombre aun colocada sobre su rostro, ella hizo lo único que estaba a su alcance para defenderse. Lo mordió.
Su mandíbula se cerro sobre la carne, musculo y huesos del extraño, y no lo soltó. Ni siquiera cuando el forcejeo como si fuera un perro. Solo abrió la boca cuando el gusto nauseabundo de la sangre impregno sus fosas nasales y colmo las papilas gustativas.
—Al parecer es verdad lo que dicen… los rusos son muchas palabras y poca acción—hablo ella con suficiencia—. Con razón sus mujeres prefieren otros hombres.
La mirada del extraño ardió con llamas rabiosas e iracundas, mientras exhibía sus dientes en un gruñido animal.
Emily iba a morir, estaba segura de ello. Pero al menos si abandonaba el mundo, lo haría bajo sus términos. Como una jodida reina, y no como una tonta princesa temerosa.
Aquel hombre inclinado sobre ella, con el rostro rojo de rabia y la mano llena de sangre, se aproximó, preparándose para golpear el rostro de ella. Emily casi podía sentir el golpe, uno más que agregaría a la lista casi interminable.
Pero eso jamás ocurrió. No cuando otra voz se impuso.
—Suficiente—dijo alguien surgiendo desde las sombras, con una voz que generaba la misma sensación que terciopelo sobre hierro.
—Pero ella nos acaba de insultar—presiono el hombre con la mano ensangrentada hacia las sombras—. Merece ser castigada.
Emily clavo sus ojos en la oscuridad, intentando encontrar una figura allí. Lentamente, como si quisiera facilitarle las cosas, un hombre surgió.
Un rostro hermoso, digno de admirar y temer. Uno que ella conocía solo por fotografías.
Damon.
Al instante de reconocerlo, todo su cuerpo se tenso en respuesta, mientras buscaba con la mirada cualquier objeto que le fuera de ayuda para defenderse o escapar. Los hombres a su alrededor notaron aquel abrupto cambio en su comportamiento, en especial el idiota que la había secuestrado.
—¿Qué ocurre conejita, te quedaste sin palabras?—se burló con desfachatez—¿El ratón te comió la lengua?
—Acércate a mi boca y comprueba que tengo dentro, idiota—siseo ella inclinándose hacia adelante mientras sostenía su mirada con un claro desafío. Si no podía defenderse al menos podía intentar hacer que el idiota la matara de manera rápida, a diferencia de lo que haría Damon con ella.
—No tientes a la suerte, conejita… hoy no estoy de humor para tonterías—advirtió el idiota—. Aunque, si te metiera cierta parte de mi en la boca, quizás podría mejorar mi humor.
Asco y repulsión revolvió el estomago de Emily, pero aquello no era nada en comparación con lo que estaba acostumbrada a lidiar a diario.
—No sabia que los tuyos tenían tendencias masoquistas… ¿O acaso es una clase de fetiche personal? —se burló ella, mientras exponía sus dientes en una amplia sonrisa.
Sin apartar sus ojos del idiota, pudo jurar que varios hombres a su alrededor rieron, en especial cuando las mejillas del hombre ante ella se sonrojaron.
Ella logro su objetivo. El maldito avanzo hacia ella con un ferviente deseo por arrancarle el pescuezo, pero Damon estaba atento a todo.
—Suficiente, Casper—advirtió el rey de la mafia rusa con tono tan frio y distante como el hielo—. Ya te dejaste humillar demasiado por el día de hoy.
>>Casper<< pensó ella. Asique ese era el nombre de su secuestrador.
—Ahora entiendo el motivo de tu mal humor… con ese nombre de porquería mi cara parecería trasero todo el día—se mofo Emily por última vez, mientras sonreía con arrogancia en su dirección.
Casper le lanzo una mirada asesina, antes de apartarse finalmente de ella, dándole espacio a Damon.
Hasta ese segundo había aguantado el peso de la ansiedad, la incertidumbre y el miedo con humor y arrogancia. A partir de ese instante todos los muros que había construido a su alrededor para protegerse se derrumbaban.
—Hola, Emily… no nos presentaron formalmente—comenzó a decir Damon con aquella mirada muerta y vacía clavada en sus ojos—, soy Damon Petrovik.
—Imagino que no es necesario que me presente, después de todo, sabes muy bien quien soy—respondió ella con tono monótono—. Y ya que estamos con eso, ahorrémonos todos las palabrerías y pasemos a lo concreto.
Una ceja oscura se alzo en el rostro de Damon, mientras la observaba con cara de póker.
>—La burocracia me aburre, mátame de una m*****a.
—No voy a matarte, Emily Spencer—respondió Damon con el fantasma de una sonrisa aflorando en sus labios, mientras enderezaba su postura.
Spencer. Aquella era la primera vez que ella escuchaba su apellido en todo un año.
—Mi nombre es Emily. Solo Emily… ¿Escuchaste bien maldito bastardo? —siseo ella con los dientes apretados, mientras una mirada rabiosa se posaba en sus ojos.
Damon parpadeo, una emoción recorrió su rostro durante apenas una fracción de segundos, antes de que aquella mascara de indiferencia y frialdad volviera a posarse en sus facciones.
—En tu lugar cuidaría las palabras que usas, a fin de cuentas, estas atada a una silla rodeada por un grupo de hombres armados que responden solo a las ordenes del hombre al que insultas—dijo Damon mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, exponiendo un tatuaje enorme que atravesaba su brazo izquierdo y se perdía debajo de la manga.
—El que tenga miedo a la muerte que se abstenga de haber nacido—ronroneo ella con calma, mientras se preguntaba en silencio hasta donde llegaría su tatuaje. ¿Acaso atravesaría su pecho?
Emily parpadeo, apartando los pensamientos delirantes que la llevaban a imaginar el cuerpo desnudo de aquel hombre ante ella.
Damon mantuvo su rostro serio y tenso, observándola con especial detenimiento durante algunos segundos, antes de hablar:
—¿Acaso no le tienes miedo a nada? —no había burla, crueldad o admiración en sus palabras. Solo un deje de pena por ella y su condición.
—Si lo pierdes todo… ¿a qué le tendrías miedo? No hay nada que perder, nada que proteger, nada que resguardar. Mi vida se limita al existir y ya—explico ella con calma, sosteniendo su mirada con indiferencia—. Tampoco le temo a la muerte.
—¿Qué hay de mí? —pregunto con cierta curiosidad Damon, inclinándose ligeramente hacia ella con una leve sonrisa que no llegaba a crispar la comisura de sus labios—. ¿Acaso me temes?
Emily sostuvo su mirada con cierta resiliencia, mientras examinaba de cerca sus facciones. Sin lugar a dudas, de cerca su rostro parecía aun mas tenso y rígido que antes.
Sus ojos eran oscuros, tanto como una noche sin estrellas, pero escondían en lo profundo de estos una tristeza que parecía pesar en su alma. Una que se ocultaba debajo de varias capaz de maldad pura.
—Tu reputación te precede… pero no dejas de ser un hombre—ronroneo ella con una sonrisa en sus labios—. Y ya conocí muchos hombres… crueles, arrogantes, malévolos, despiadados, egocéntricos, engreídos, violentos, abusivos…
>—La lista sigue y se vuelve casi infinita, pero todos tienen una cosa en común—Emily se inclino hacia adelante, dejando su rostro muy cerca del de él. Tanto que en otra situación, una menos tensa y peligrosa, bien podría ser el precursor de un beso.
>—Todos son mortales… pueden morir—agrego ella con arrogancia—. Un día lo van a hacer. Morirán, todos ellos.
Damon se la quedo observando durante algunos segundos, antes de escupir una sola risa, mientras se enderezaba.
—¿Qué hay de Samuel?—canturreo Damon aproximándose a una mesa cercana. Una que estaba salpicada de pequeñas manchas rojas que Emily decidió ignorar—. ¿El también entra en la misma categoría?
Emily trago duro, mientras un escalofrío recorría su Columba vertebral.
Samuel. Ese hombre era un punto y aparte en su lista de personas peligrosas, de las que debía temer. Por no decir que era al único que le temía.
Luego de trabajar para el durante un año, había aprendido a manejarlo, dominarlo y moverlo a su antojo… pero sus arrebatos de enojo seguían despertando el mismo terror en ella.
>—Responde—siseo el ruso con tono monótono.
—No tengo motivos para temerle a Samuel—escupió ella con tono firme. La voz de un soldado—. Soy leal a él y él lo es a mí.
Por primera vez desde que estaba allí, una sonrisa real y genuina se poso en los labios del rey de la mafia rusa, mientras la observaba a los ojos.
—Y ahora hablas de lealtad—se mofo Damon—. Es curioso que hables de eso… cuando tu no conoces esa palabra ¿No lo crees?
Emily trago duro, reprimiendo el temblor que crecía desde la base de su columna vertebral y se extendía a lo largo de todo su cuerpo.
>>No sabe nada, el no sabe nada, solo quiere presionarte. No caigas en su juego<< se ordenó a sí misma, mientras mantenía su rostro monótono, sin la más mínima expresión.
—Soy leal a Samuel, desde que empecé a trabajar para el hace un año—gruño ella con los dientes apretados. Rabia, enojo, todas esas emociones se enredaron en sus facciones para ocultar la cobardía y el miedo a ser descubierta.
—Mientes, Emily, tu estas mintiendo—dijo Damon, mientras abría un cajón del escritorio y exponía un montón de papeles—. Y aquí esta la prueba de todo eso.
El corazón de ella se paralizo. Durante algunos instantes su mascara cayo revelando a la niña aterrorizada que habitaba debajo de ella. Una niña que aun añoraba su vieja vida.
>—¿Cómo crees que reaccionaria Samuel si se entera que su mano derecha estuvo robándole su negocio?
Damon abrió una carpeta con archivos, con la copia de todos los papeles que Emily había falsificado. Allí, en las manos del rey de la mafia rusa, estaba su vida. El decidía su destino.
>—Aunque debo admitir que hiciste un trabajo magnifico. Mis hombres y yo estamos admirados por tu trabajo tan perfecto—reflexiono Damon con la sonrisa aun posada en sus labios—. A este ritmo, en unos meses Samuel seria destronado y una reina ocuparía el trono.
Todo su trabajo, su esfuerzo, estaba allí, expuesto de manera tan simple y vulgar en manos del rey de la mafia rusa.
Su existencia misma quedaba en sus manos.
—¿Qué quieres? —dijo ella con tono seco y áspero—. Dile a Samuel, no pienso arrastrarme implorando por mi vida, nunca más.
Damon la observo, y nuevamente una emoción atravesó su rostro, contorsionándolo de manera instantánea. Aquello duro una fracción de segundos antes de que la frialdad volviera a instalarse en sus facciones.
—¿De qué me serviría ver como te arrastras suplicante? No, yo quiero otra cosa—comenzó a decir el rey con calma—. Tengo una propuesta para ti, Emily.
—Te escucho—respondo ella con la mirada fría clavada en el.
—Tu quieres poder y yo quiero destruir a Samuel con mis propias manos—comenzó a hablar Damon—. Por separado jamás conseguiremos lo que deseamos.
>—Nadie coronaria a una niña que derroco al rey, y yo nunca lograría acercarme a Samuel lo suficiente como para destruirlo—su porte era calmado y su expresión monótona—. Yo podría coronarte como reina una vez que derroquemos a Samuel.
Emily escucho con atención sus palabras, antes de escupir una risa profunda, hueca y sin humor. Una que puso la carne de punta de todos los hombres allí.
—¿Tu me viste la cara de tonta?—se jacto ella con mordacidad—. ¿Acaso crees que no veo venir el movimiento que tienes planeado?
Damon no dijo una sola palabra, dándole espacio y lugar para que ella hablara. Y así lo hizo.
>—Una vez me corones, me derrocaras. Nadie me apoyaría como reina, solo por no tener un pene entre mis piernas. —siseo ella con una sonrisa tirante en sus labios—. Si quieres destruir a Samuel, busca tus propios medios.
—Es verdad, tienes razón—respondió con tranquilidad Damon, deslizando las manos en sus bolsillos—. Te derrocaría con mucha facilidad. Solo los hombres son reconocidos como reyes… pero yo no te prometí ser la reina de los italianos… te prometo ser la reina de mi gente.
Emily se quedo callada. Su mente se puso en blanco mientras las palabras de aquel hombre se deslizaban al interior de su mente.
>—Ayúdame a destruir a Samuel y serás mi esposa… te convertirás en la nueva reina de la mafia rusa.
Emily se quedo paralizada. Por la reacción de los hombres a su alrededor pudo darse cuenta al instante que nadie estaba al tanto de las intenciones de Damon.Al parecer, a diferencia de Samuel, el no le contaba sus planes e intenciones a nadie.La bella bailarina parpadeo, y por un instante una idea brillo en su mente. Una idea demente, absurda y extremadamente peligrosa… pero no pudo desecharla con tanta facilidad. No cuando parecía ser la respuesta a todos sus anhelos y deseos.—¿Qué te hace creer que quiero ser tu reina? —siseo ella, mientras se inclinaba hacia un costado en su silla—¿Crees que traicionaría a Samuel para saltar a tu cama? No soy una puta.La mirada de Damon se volvió mas intensa y profunda, mientras cruzaba la distancia que los separaba a gran velocidad. Sin demasiados protocolos el le quito las ataduras, ante la mirada confusa de todos, incluida la de Emily.Por su parte, ella no movió un solo musculo. Sabia perfectamente que el grupo de hombres a su alrededor la
Emily inhalo profundamente, aspirando un poco mas del cigarrillo que tenia en sus labios. Estaba ansiosa y nerviosa, lo cual no era una buena combinación.—Es un habito de mierda—se quejo Damon, apareciendo a su lado de manera sorpresiva, logrando que ella se sobresaltara.Con un veloz movimiento, ella se volvió hacia el hombre de pie a unos pasos de ella. Estaba totalmente vestido de negro, sin una mínima marca de color a la vista. Su mirada seguía igual de ensombrecida que la ultima vez, acompañada por aquella extraña tristeza casi lúgubre.Si ella no sabia que estaba junto a un rey de la mafia, bien podría confundirlo con algún personaje del romanticismo ingles extraído de la literatura.—Lo dice el hombre que mata personas para vivir—respondió ella a modo de saludo, mientras soltaba el aire en dirección de Damon, con la clara intención de irritarlo o fastidiarlo.Emily no estaba segura de que buscaba generar, pero deseaba algo, algún tipo de reacción de su parte. Lo que fuera.Per
Cuando Emily finalmente decidió regresar a la mansión, las sombras de los árboles lo habían devorado todo, sumiendo el mundo en una penumbra casi total.A ella no le molestaba caminar en la oscuridad, a fin de cuentas, durante la noche era el único momento en el que se sentía un poco menos vulnerable.—¿Podrías abrir la puerta por mí, Trevor?—canturreo ella al otro lado de la entrada principal, con las manos totalmente ocupadas en las bolsas de ropa y accesorios que había comprado.Casi al instante, la puerta principal se abrió para ella. Emily se deslizo al interior de la mansión, contoneando con elegancia su trasero.Trevor era el mayordomo-seguridad mas joven que Samuel había contratado. Tenia poco mas de veinte años, por lo cual, estaba totalmente fascinado con el cuerpo de las mujeres.A Emily le gustaba tentarlo, contoneaba su silueta de manera tonta para que el la admirara con un brillo de devoción. Resultaba tonto y algo patético, pero aquello lograba levantarle el autoestima
—Cariño, descansa… enseguida regreso—dijo Damon, saliendo lentamente de su estado de sorpresa, mientras besaba la coronilla de la pequeña con afecto, antes de ponerse de pie.—Quiero ir contigo, papá—pidió la pequeña, mientras descorría las sabanas e intentaba salir del reparo de la cama.Damon le dio una dulce y suave mirada de advertencia. Muy diferente a la mirada rígida, fría e implacable que solía dedicarle a sus hombres.Aquella, sin lugar a dudas, no era la mirada del jefe de la mafia.Pero la pequeña se cruzo de brazos, sosteniendo la mirada de su padre mientras las comisuras de sus labios se crispaban hacia debajo de manera tierna.—Por favor…—pidió ella de manera suplicante.—Quédate aquí, Hada, y te traeré un dulce cuando regrese—prometió Damon, siendo demasiado indulgente ante la dulce petición de su hija.La pequeña Hada sonrió fascinada con cierto entusiasmo, mientras volvía a colocarse dulcemente en su cama.>—Enseguida regreso.—No me dijiste tu nombre—la detuvo la peq
Aquel plan era el mas absurdo e idiota que jamás se le podría haber ocurrido. Según Damon, era ese el motivo por el cual iba a funcionar.Pero para Emily, las cosas podrían salir muy bien o jodidamente mal. No tenia muchas opciones, de igual manera.Ella ya había saltado a la pileta, ahora restaba esperar que hubiera agua en el fondo de esta.Mientras la bella dama caminaba hacia la mansión de Samuel, con la luna llena sentada en su trono estrellado, Emily podía jurar que la sensación fantasmal de los labios de Damon recorriendo los suyos aun la acompañaba.Pero eso no era lo único que se había quedado atado en sus recuerdos.Damon había asegurado que era necesario que Samuel se tragara aquella mentira de que Emily era su debilidad. El único modo de hacerlo era dejando una clara marca del paso de Damon a través del cuerpo de ella.Por ese mismo motivo, el rey del hielo no se había detenido en un solo beso ligero. El la había besado varias veces, mientras desplazaba las manos por todo
Samuel:El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemara la aldea para sentir su calor.Aquella frase tan recurrente era capaz de definir la existencia misma de Samuel.Desde niño había estado destinado a la nada misma. Como segundo hijo del jefe, su labor seria ser la sombra de su hermano mayor. Repudiado por sus padres e incapaz de conseguir que su padre se sintiera orgulloso por sus logros, lentamente, el niño feliz y carismático se fue rompiendo.Cuando llego a los dieciséis, se había convertido en el monstruo que todos conocían. Pero la bestia siguió escondida en su interior, hasta que la trágica muerte de sus padres y hermano a manos de un bando rival le colocara la corona de su clan.Poder. Ahora, Samuel tenia poder. Lo que había sido destinado para su hermano ahora le pertenecía.Gracias al poder, obtuvo también respeto de su gente. Pero más importante, su miedo.Samuel podía sentir como sus cuerpos se tensaban y sus respiraciones se volvían irregulares con
Damon:El príncipe de hielo le dio vueltas a su baso con wiski, intentando enfriar con el hielo que se mecía en su interior aquel liquito amargo. Solo un vago intento por calmar el fuego que ardía en su interior, un fuego que parecía no tener piedad alguna.La pequeña niña dormía a su lado, acostada sobre su pierna expuesta, mientras que el le acariciaba el cabello con suavidad. Durante algunos minutos largos, el príncipe había observado a su pequeña con cierta calidez y ternura, hasta que comenzó a notar algunos rasgos que le recordaban a su enemigo.Rápidamente, Damon se encontró observando a la pequeña con el rostro fruncido y los labios apretados. El no la odiaba ni nada semejante, pero si aborrecía al hombre que le había concedido la vida. Odiaba a su padre.—Señor, ya dejamos a la señorita Smith en el lugar indicado—dijo Casper acercándose lentamente, con cautela, advirtiendo con firmeza sobre sus acciones.—¿Tienes hombres ahí plantados? —pregunto Damon con calma, en un tono lo
Emily paso una mano por su cabello, mientras detenía finalmente el vehículo frente a la mansión de Damon. Con movimientos lentos y firmemente marcados, ella descendió y se aproximo a la entrada principal.Allí, al pie de la pequeña escalera estaba el rey de los rusos, junto a Casper. Emily sonrió con somnolencia, mientras se aproximaba a ellos. Evito mirar demasiado en dirección a Casper, puesto que tenia la mala costumbre de marcar a sus objetivos de forma visual, igual que los animales.—Buenas tardes, muchachos… ¿se cansaron de espiarme? —ronroneo ella con diligencia, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.Ella lo sabía. Había notado el vehículo que la seguía a cierta distancia, como también así a los hombres apostados alrededor de la mansión de Samuel.Resultaba absurdo pensar que los hombres de Samuel no se habían percatado de su presencia, en cada rincón del lugar, por lo tanto, solo había una respuesta posible, el les había permitido estar allí.Tanto Damon como Samuel ten