Capítulo 4
Viendo la crema desparramada en mis dedos, procedía a secarme las lágrimas. Todo mi esfuerzo arruinado por ese par de desgraciados… Aunque me dio mucha pena, al menos, con solo un pastel, pude ver la verdadera cara de León.

Esa noche tendría una cena formal con Lucas y su familia. Para darles una buena impresión, traté de calmarme un poco y me arreglé con un maquillaje delicado.

Sin embargo, al bajar al estacionamiento, vi de lejos un auto moviéndose erráticamente como si estuviera en un terremoto. Al acercarme, me di cuenta de que era el carro de León.

Por la ventana entreabierta, vi a Vera ahí montada sobre él con cara de un intenso placer. Su cuerpo subía y bajaba, haciendo unos ruidos que me dieron mucha vergüenza. Sabía que León no me quería, pero el nudo en el pecho no me lo esperaba.

De pronto, León me vio entre empujones. Se veía el rastro de nerviosismo en sus ojos, pero luego se puso a besar a Vera más intensamente, acariciándole el cabello largo a Vera para provocarme a propósito. Se movían con cada vez más fuerza, hasta que en todas las partes del estacionamiento se podían escuchar los estruendosos gemidos.

¡Malditos descarados! Hasta mi loba se puso al borde del ataque.

Subí a mi auto y, después de calmar a mi loba, me fui del lugar para la mansión de Colmillos Plateados. En el camino, fui a recoger el regalo que le había preparado a Lucas, pero lo que no calculé fue llegar al mismo tiempo que León…

Cuando él abrió la puerta de su carro, vi varios condones usados en la fila trasera, ¡hasta ese olor a sudor y sexo…!

León se puso colorado al verme descubrirlo, pero al notar el regalo en mis manos, se le infló el ego otra vez, creyendo que todavía sentía algo por él.

—¿Es para mí? Dámelo —me ordenó.

—¡No es para ti! —lo escondí tras la espalda para evitar que él me lo arrebatara.

Él sonrió despreocupado:

—Viste lo que hicimos en el estacionamiento, ¿verdad? Sé que me adoras mucho y te debió afectar, pero te ya dejé todo claro. Te daré una boda como quieras. En realidad, esto es injusto para Vera porque ya la marqué. Como ella es mi verdadera esposa, el sexo será algo normal entre nosotros. También se quedará a dormir conmigo en nuestra futura casa de vez en cuando. Acostúmbrate. Es por tu bien.

Aunque ya había decidido no casarme con él, nunca imaginé que León fuera un tipo tan descarado, ahora a él ni siquiera se molestaba a ocultar cómo era. Quería irme, pero él me detuvo y volvió a advertirme:

—Hoy viene mi tío Lucas y toda la familia le lame las botas. Pórtate bien: si preguntan por el marcaje, di que ya está hecho. Y de paso, pídele perdón a Vera por lo del pastel después de la cena. De lo contrario, cancelaré la boda.

Al terminar de hablar, se dirigió hacia la sala comedor sin voltear a verme. Respiré hondo para tranquilizarme consolándome ya que, de todos modos, pronto sabría que él no sería mi marido.

Adentro, Lucas aún no llegaba, pero otros ya estaban sentados a la mesa.

Al verme así, León se levantó y vino a sentarse a mi lado. Se quejó impaciente:

—¿Quién te crees dándote tantos aires de grandeza? Ya te elegí un asiento por ahí ¿y te sentaste aquí?

Estaba por decirle que ese lugar no era suyo cuando la puerta se abrió y una figura alta apareció. Lucas entró con paso firme, envuelto en su abrigo de piel de lobo, las botas resonaban en el piso como tambores.
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