Él no merece mi amor
Él no merece mi amor
Por: Abigaíl Pérez
Capítulo 1
Al día siguiente de la decisión sobre mi compromiso, llegó la gran Danza de la Luna de mi clan.

Por la noche, la suave luz plateada de la luna iluminaba la pista de baile, en el centro de la cual había un enorme altar de piedra donde descansaban las ofrendas para la Diosa Lunar. Detrás de la pista, una gigantesca noria giraba tranquilamente.

En un rincón, León se apoyaba contra un roble con una copa de plata en la mano, fanfarroneando con sus amigos sobre sus muchos éxitos en la caza. Cuando aparecí en la pista, Bricio Cruz, uno de ellos, fue el primero en verme.

—¡Eh, León! ¡Allí llega tu colita! —bromeó en un tono burlón.

Todos reían a carcajadas al escuchar lo que Bricio había dicho.

—Aria, ya te comprometiste con León, ¿pero aun así deseas mantenerte vigilándolo todo el tiempo? —el tipo continuó con la broma aburrida.

León se volteó y me dirigió una mirada impaciente.

—¿Tan desesperada estás por casarte conmigo? —me interrogó en voz muy baja con obvio desprecio—: Decidiste sobre el compromiso sin siquiera consultarme, ¡y todo el mundo ya se enteró de que te unirás a mi familia! ¡Qué mujer más manipuladora eres!

Su odio me hizo sentirme incómoda, pero me esforcé por tranquilizarme y lo miré en los ojos.

—León, no necesito consultarte por nada porque tú no serás mi esposo —le respondí con calma.

Al instante, un silencio se apoderó de la pista y, unos segundos después, la pista estalló en risas. Bricio ya hasta casi que se dobló de la risa y le dijo a León:

—Hombre, ¡calma a tu lobita celosa antes de que intente otra escena para llamar tu atención!

León me miró con advertencia. En su voz ya se percibía la furia:

—¿Ahora vas a jugar esa estrategia de desinterés conmigo? Decidiste tener una unión con los Rivera, si yo no voy a ser tu esposo, ¿quién más podrá serlo? Además, ¡todos saben que me has admirado desde pequeña y ya te consideran mi mujer!

Dicho esto, se acercó a mis oídos y me amenazó como un cazador peligroso:

—Puedo perdonarte por tu decisión irrespetuosa sobre el compromiso, y, te voy a dar una gran boda como quieras. Sin embargo, solo mi verdadera pareja tendrá mi marca.

Sus palabras me sorprendieron porque, en mi vida pasada, me marcó poco después de casarnos, siguiendo la orden de su familia sin protestar.

¿Él también recordaba? ¿Era otro renacido como yo?

Confundida, intenté confirmar la verdad. De repente, vi una figura familiar en la entrada de la pista. Era mi prima, Vera Muñoz.

En un vestido de color azul claro, la joven estaba sonrojada y a punto de llorar. Cuando vio que me había parado al lado de León, las lágrimas finalmente brotaron de sus ojos.

—Aria, León… —murmuró en voz muy bajita, casi inaudible—, me dijeron que pronto se casarán, ¿cierto? No tengo suficiente dinero para darles regalos caros, pero les daré las mejores bendiciones…

Antes de terminar sus palabras, corrió hacia la orilla del río llorando desconsoladamente.

—¡Mira qué has hecho! —León me reprochó con una mirada llena de rabia y se fue de inmediato para alcanzar a Vera.

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