Usted comenzó.

La actitud de aquella mala mujer molestó tanto a señora Hilton. —¿Disculpe? Melany cambió el semblante y rodeo el escritorio de Lucrecia, luego se paró erguida delante la señorita.

—¡Lucrecia, no es tu sirvienta! Y no irá a ningún lado.

—¿Qué oso? ¿Quién eres? Lizbeth la miró con desprecio.

—¡Soy quien te pondrá en tu lugar si no muestras respeto por las personas que trabajan aquí!

—¡Respeto! Púdrete. La pedante y arrogante mujer le dio la espalda. No le gusta discutir con gente de clase baja, solamente es feliz humillando a los demás.

—¡Mírame cuando te hablo! Melany habló con coraje y la volteo de un tirón que le dio en el brazo.

—¡No eres más que nadie! Todos somos humanos.

¿Qué sucede aquí? Ángel apareció en el momento justo.

—¡Ángel, esa salvaje, mira, me dejó rojo mi brazo, deberías despedirla!

La mujer sonó tan miserable, tanto así, que Ángel clavó la mirada en Melany y preguntó. ¿Qué sucede?

—¡La señorita, aquí presente, llamó muerta de hambre a Lucrecia! Y con todo res
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