Tu sueño lo era todo.

26 Señor, no puedo aceptarlos. Melany los rechazó, no obstante, su estómago hizo un ruido fuerte.

—¡Parece que no desayunaste! Ángel elevó una de sus cejas al contestar.

—¡Qué pena con usted! Las mejillas de la joven eran más rojas que un tomate maduro. Sintió vergüenza de que su estómago seguirá frente al presidente de la compañía.

—¡Toma asiento! En ese momento Ángel hizo algo que dejó a Melany sin palabras. Él se había puesto de pie y jalo la silla para que ella se sentará, luego puso su café en las manos de la joven.

Mientras que la inmóvil mujer lo miraba con confusión. —¡Es todo un caballero! Fabricio nunca ha hecho algo parecido, mucho menos me cedería su café.

—¡Señora! Ángel interrumpió sus pensamientos.

—¡Lo siento! Torpemente, la chica pasó junto al empresario. Ángel la puso nerviosa una vez más y titubeó al sentarse.

—¿Estás nerviosa? Le pregunto, Ángel.

—¡No es común verlo siendo amable, siento que estoy soñando! La chica no midió lo que dijo.

—¿Sueñas conmigo? Ánge
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