No me vayas a echar de cabeza.

 Al llegar, su suegra la recibió en la sala y la miró desde y desprecio. —¡No pasaste la noche en casa, y ayer llegaste en horas de la madrugada! Eso no es de una dama de casa.

—¡Señora, ¿desde cuándo le importa lo que yo hago? Hasta donde recuerdo, siempre llamas a tu hijo y le pones quejas de mí y le dices; encárgate de ella, como si yo fuera la hija de su adorado tesoro.

—Melany, cuida tus modales y respóndeme que soy tu suegra. A la señora se le subieron las bilis.

—¡Es increíble que llegue a esto! Melany sacó el dictamen y añadió. Sí, la importará. ¿Sabrías que estuve en el hospital, llevó dos días con gastritis y reflujo, me dejaron con suero? Si quiere, también le muestra en dónde me pusieron la aguja. Increíble, si fuera sabia, me hubiera tomado una fotografía y se la hubiera enviado a toda la familia, así no tengo que dar explicaciones. La chica subió molestamente las escaleras y al llegar al último escalón se encontró con su esposo.

¿Tú también? Aquí está el dictamen, me
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