¿Tu amiga te drogó?

La chica subió, y Ángel rodeó el auto, pero antes de abrir la puerta, miró a sus hombres y les hizo una seña para que desaparecieran.

Una vez que estuvo tras el volante, se alejó de su hotel. —¡Melany, lo lamento mucho, te prometí que no iba a interferir, pero te juro que me hirvió la sangre cuando él te golpeó!

Nunca lo iba a dejar pasar.

—¡No te disculpes! Debí suponer que actuaría así, es la forma que me castigaba.

—¡Es un maldito! Ángel todavía estaba con coraje.

—¡Señor Rockefeller, puede parar aquí, necesito aire fresco! Melany no dijo nada más, y Ángel accedió a su petición.

Una vez que Melany se bajó, él se quedó sujetando el volante, mientras sus ojos estaban clavados en la mujer.

—¡Se lo digo! Y si se ofende, ¿Y si me ve como un oportunista? Ángel estaba indeciso, pocas veces se ve en esa posición. Decidido, salió y cerró la puerta de golpe. Lo cierto es que Melany miraba hacia el cielo e intentaba no pensar en todas las humillaciones que sufrió al lado de Fabricio.

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