¡Pídele perdón!

El joven Rockefeller se puso de pie al mismo tiempo que ayudaba a Melany. Luego la colocó detrás de él.

—¡No sabes lo que has hecho! Me has herido, y esto tiene un alto precio. En otras palabras, le dio a entender que ese golpe se lo había dado a él.

—¡No se meta en los asuntos matrimoniales! Fabricio quiso apartarlo, y tuvo la osadía de tocar el hombro de Ángel.

Pero al siguiente segundo tenía esa mano detrás de su espalda.

—¡Pídele perdón! Ángel estaba detrás de Fabricio ejerciendo presión en el brazo.

—¡Amor, perdóname! Evidentemente, lo hizo con sarcasmo; no obstante, la otra mano de Ángel la sintió en la nuca. El enojo de Rockefeller era tanto que lo hizo arrodillarse. El rostro del joven reflejaba su enojo, y su rabia se sentía en la voz.

—Ninguna mujer merece ser golpeada o maltratada verbalmente, menos la señorita Hilton, ella vale todo el oro del mundo, y adivina qué, es la mujer que amo. Ángel lo grito a los cuatro vientos, no se avergüenza de su amor.

—¡Así que pídel
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